siete.

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Creo que ahora mismo sería incapaz de describir lo que siento. Enfrente mía, tengo a mis padres bebiéndose una cerveza mientras ríen sin parar con mis amigos. Mis hermanos, cada uno sentado a un lado mío, están escuchando detenidamente a Álvaro, que cuenta una de sus aventuras en una discoteca. Chiara y Violeta no paran de hacerse tonterías y picarse una a la otra. Bea y Paul hablan sobre algo relacionado con la orquesta. Juanjo está al lado de mi hermana María. Me percato de que se ha puesto unos pantalones anchos míos y un jersey gris ancho. ¿Por qué no se viste así siempre? Lleva unas gafas de sol que le hacen demasiado sexy. Está fumándose un cigarro y no puedo evitar sonrojarme al ver cómo lo miro.

Hemos llegado a Bilbao hace dos horas, y no hemos levantado el culo de la terraza. Para ser marzo, hace un tiempo maravilloso. Mis padres no paran de repetirme lo orgullosos que están, que no han dejado de compartir la noticia por todos los grupos de Facebook y de Whatsapp. Incluso me han dicho que en mi antiguo colegio, en los recreos ponen las entrevistas y no paran de anunciar la fecha de lanzamiento del single.

Por el grupo de Whatsapp ya han comenzado a llegar los primeros videos, que no son ni más ni menos que dieciséis. ¿En qué momento? Si yo aún no he sacado ni el móvil. Mis padres y mis hermanos se van excusándose de que trabajan después, pero mañana tienen el día libre y piensan pasarlo entero con nosotros. Decidimos comer algo antes de irnos al parque.

La tarde pasa rápida, entre risas, juegos, solos de guitarra. Y pasa una cosa que aún yo no había tenido la suerte de presenciar. Juanjo coge la guitarra y empieza a cantar Arcade. No consigo articular palabra, y a lo único que atino es a sacar el móvil y grabar. Sabía, por los demás, que su voz era la mejor de la orquesta, pero lo que acaba de hacer no tiene palabras. Este chico necesita ser reconocido por su voz.

Cuando termina, me mira y me guiña el ojo. Yo no muestro ninguna expresión. Sin aliento. Ruslana le quita ahora la guitarra, pero no la toca. Coge su teléfono y pone lo que parece una base. Puedo reconocer fácilmente Zombie. Pero... ¿Cómo es posible que yo no me hubiese parado a escuchar las voces de estos chicos? Cuando termina cojo yo la guitarra, y me pongo en el centro de pie.

-No voy a comentar nada sobre lo molesto que estoy de haber escuchado a estas alturas lo bien que cantáis. Solo os voy a decir, que he pensado, solo si queréis, ¿eh? Ayer termine de componer una canción, que lleva unos coros. No sabía a quién decírselo, pero ahora lo tengo clarísimo. Por favor, no me podéis decir que no.

Todos se levantan y me abrazan saltando. Tengo muchos pies alrededor y es imposible no pisar alguno, lo que hace que caigamos todos al suelo, sujetándonos aún abrazados. Porque si algo habíamos aprendido, es a sujetarnos aunque caigamos, y reírnos. Ya tenía mi video. Nosotros, en pura esencia. Dándonos amor, celebrando.

-Oye, yo... Esto... ¿Podemos sentarnos un momento?- nuestras miradas se dirigen al maño, que se había sentado ya. Chiara estaba haciendo volteretas sin enterarse de nada-. Kiki, por favor. Tengo algo que deciros.

una vez todos sentados, Juanjo se bebió de un buche más de media cerveza. Me mira y me asiente. Tiembla, tiembla como un niño pequeño. Las lágrimas empiezan a recorrer sus mejillas, pero no deja que casi nadie se percate, porque rápidamente la limpia.

-No sé... No, no sé cómo empezar. Creía que iba a ser más fácil si iba uno a uno y desahogándome, pero la verdad, es que creo que no hay mejor momento. Hace como dos meses que me siento mucho más yo que nunca. No sabía el por qué, ni cómo. Había intentado poner distancia entre los de siempre para evadir el tema, pero se acabó. Quiero ser yo, y para eso, tengo que ser sincero con vosotros y sobre todo, conmigo. Me he dado cuenta de que soy bisexual- las miradas de todos desde el primer momento era de ternura. Ellos ya lo esperaban, pero ver a su amigo sincerándose, les hacía quererlo todavía más si eso era posible-. No quiero que digáis nada, solo quería que lo supierais.

-Estamos contigo para todo, Juanjo, para todo- Bea le tocaba el hombro con caricias suaves.

-En esta acera, o en la otra- todos soltamos una sonora carcajada tras la ocurrencia de Paul-. Oye, como si quieres ir por medio.

Le toco la rodilla, con cariño, y me dirige una tierna sonrisa. Se acerca despacio a mí, no sé lo que quiere, pero dejo que sea él quien lleve las riendas de la situación. Me deja un suave beso en los labios, que hace que abra los ojos como platos mientras los demás vitorean, saltan y silban cómo locos.

-¡OS LO DIJE! ¡LO SABÍA, LO SABÍA!- Ruslana se abalanza sobre los dos, haciendo que caigamos hacia atrás- Sois monísimos, por favor. Pero que sepáis, que lo sabíamos. Sabía que esto iba a pasar.

Últimamente no paraba de tener mejores días. ¿Qué día escojo como favorito ahora?

Llegamos al hotel a las ocho de la tarde. Habíamos decidido pedir comida y que nos la llevaran a la habitación. Llevábamos desde las seis y media de la mañana sin parar, y el cuerpo nos estaba pidiendo un respiro.

Entro en la ducha mientras Juanjo se queda esperando a que llegue el repartidor. El agua cae por mis hombros y sonrío recordando el día de hoy. No sé cuánto tiempo paso con los

ojos cerrados, pero decido que es hora de salir cuando me noto los dedos arrugados.

Me pongo unos pantalones de chándal y una camiseta ancha. Voy secándose el pelo con la toalla cuando me fijo en que la comida ya ha llegado, y el maño había colocado las pizzas en la cama y busca una película en el ordenador.

-¿Alguna sugerencia? No sé qué poner.

-Podrías poner Los chicos del coro. ¿La has visto?- niega la cabeza mientras la busca.

Comemos mientras vemos esa película que es capaz de poner el corazón blandito a cualquiera que la vea. No hace falta que hablemos, el silencio entre nosotros es bastante cómodo. Apartamos los cartones cuando hemos terminado y nos recostamos sobre los cojines.

Me despierto sobre las tres de la mañana. No sé en qué parte de la película nos hemos dormido. Quito el ordenador, cojo la manta que tenemos en los pies de la cama y me abrazo, otra noche más, a Juanjo. Cojo el móvil y le hago un video. Se le ve tan tranquilo, relajado. Le doy un beso en la nariz, la cual arruga, me estruja con sus brazos, y vuelve a poner esa expresión de tranquilidad. Paro de grabar y busco el calor de sus brazos. 

Aguasal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora