catorce.

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Leire corretea por el salón a Dobby, el nuevo integrante del piso. Cuando Juanjo no estaba, yo me sentía muy solo, y cuando yo no estaba, Juanjo se aburría lo más grande, por lo que decidimos adoptar a un gato pardo que se ha convertido en el ojito derecho de los dos. A Leire le han dado el alta hace tres meses, y hemos decidido que venga con nosotros esta semana. Juanjo tiene vacaciones en su academia y llamó a Amaia y Ferrán para que su hija pudiese disfrutar de una semana de viajes y música. ¿Algo mejor?

-Te vas a caer y te vas a hacer daño. De hecho, creo que Dobby tiene ganas de descansar un poco. ¿No crees?

-Bueno, pero solo un rato, que después se va a aburrir. ¿Dónde vamos mañana?

-Mañana vamos a Barcelona, y dentro de dos días vamos a Cádiz. ¿Has estado alguna vez? - Juanjo sale de la cocina con un paquete de galletas y tres colacaos en una bandeja.

-No. Bueno, en Barcelona estuve una vez pero en el hospital. Y en Cádiz no he estado nunca.

-Lo de Cádiz no tiene nombre. Que aire más puro se respira por allí. Entre la gente y sus playas... - miro al aragonés con una sonrisa. Yo nunca había estado allí, pero sí que había escuchado hablar mucho de la maravilla que es-. Estuve una vez con mis amigos en un camping, y te lo juro que fueron los días más divertidos que recuerdo. Sobre todo la gente de allí. Qué arte...

Leire y yo nos tomamos la merienda mientras le enseño algunas cosas que tengo pensadas hacer en el concierto. Ahora es mi manager favorita. Me comenta divertida que iba a ser la envidia de su clase y que iba a grabar todo lo posible para enseñarlo a la vuelta de las vacaciones. Algo en mi cabeza hizo click, y pellizco a Juanjo por debajo de la mesa, pero parece ser que esta vez la telepatía no funciona muy bien.

Son las once de la noche cuando Leire se queda dormida en el regazo del maño. Las trenzas que esta mañana le hizo Ruslana ya están un poco deshechas y caen ligeramente sobre su cuello. Tiene las dos manitas juntas debajo de su cara. Es adorable. Me levanto para cogerla y llevarla a la cama. Cuando la dejo suavemente, le doy un beso en la mejilla, apago la luz y me giro para poner rumbo al salón, pero veo a Juanjo apoyado en el marco de la puerta.

-No sabía que te gustaban los niños.

-Yo tampoco lo sabía. Últimamente estoy muy tonto en cuanto a niños.

-Uy, ¿tienes el instinto paternal despierto ya? - me atrapa con sus brazos, haciendo que quedemos a unos escasos centímetros.

-No, bobo. Te recuerdo que tengo dieciocho años. Pero sé que, a la larga claro, voy a adoptar un bebé. Lo he pensado siempre.

Suena la alarma a las seis de la mañana. Juanjo parece que ni siente ni padece, porque literalmente, no escucha ni el sonido estridente de la alarma del iPhone. Intento en reiteradas ocasiones despertarlo a base de empujones, pero no hay manera, por lo que me dirijo a la cocina y preparo el desayuno para tres. Tres tostadas, dos cafés y un colacao.

Despierto a Leire con sumo cuidado. Le acaricio la cara despacio, repasando sus cejas y su nariz. Es preciosa. Cuando abre sus ojos azules me muestra una pequeña sonrisa tímida.

-Buenos días, ¿tienes ganas de hacer alguna trastada?- la pequeña no tarda ni un segundo en erguirse y poner cara de pillina- Vamos a la cocina a por una cacerola y dos cucharas, que vamos a despertar al tito Juanjo.

En la cocina me pongo a disfrazarnos. Nos coloco un delantal a cada uno, una cacerola en la cabeza a modo de sombrero y otra en la mano para poder tocar bien el tambor. ¿Me voy a ganar una mañana de mala hostia por parte del maño? Sí. ¿Me da igual? Regular. ¿Leire y yo nos lo vamos a pasar pipa? Por supuesto.

Cuando estamos en la habitación, a la cuenta de tres, empezamos nuestro concierto más privado para Juanjo Bona. Casi se cae de la cama, ha cogido a Leire y la ha tirado en la cama para hacerle cosquillas.

-Pero mira que sois... Esto ha sido idea del tito Martin, ¿a que sí?

-No. Ha sido mía- Juanjo me mira sin dar crédito a lo que escucha. Gracias Leire por cubrirme.

-¿Pero cómo puedes ser tan rastrero de tener a la niña comprada?- me dice entre risas. Pues no se lo ha tomado tan mal. Por ahora-. Leire, ¿qué te ha prometido? ¿Chuches? ¿Juguetes? Te doblo la oferta si me promete que mañana vamos a hacerle alguna jugarreta.

-Ha sido idea mía porque llevamos esperando que te despiertes dos horas. Eres un dormilón, y vamos a llegar tarde.

Una vez pasado el ataque de risa ponemos rumbo a la cocina para desayunar. Lo hacemos en silencio mientras algunas risas de la pequeña y el maño se cuelan. Yo desayuno de pie, dejándome caer en la encimera mientras reviso en el móvil la ruta y las paradas hasta Barcelona.


El concierto pasa tranquilo. Una sala pequeña, con poquita gente. No es que no me guste que venga mucha gente a los conciertos, pero sí que consigo conectar mucho mejor, e incluso hablar. Me gusta que la gente pueda interactuar conmigo, que me escuchen y yo escucharles.

-Como todos sabéis, yo soy del País Vasco. De Bilbo. Y hoy me he traído a una personita muy especial para nosotros. Se llama Leire. La conocimos en el hospital, porque estaba malita, pero como es una persona tan fuerte, ha conseguido ganar a ese bichito. Desde ese día, para Juanjo y para mí, se ha convertido en nuestro rayito de luz. Está aquí, con nosotros y le voy a pedir, por favor, que suba conmigo a cantar Ilargia. Juanjo, tú también, venga. Que se note que estás viviendo con un vasco.

Leire canta mientras el maño y yo la miramos casi embobados. Tiene una voz tan dulce y tan mágica que creo que no hay nadie en la sala que esté hablando. Hay un silencio absoluto mientras escuchamos. Cuando termina de cantar, se sienta como los indios en el escenario y con su micro en mano, empieza a hablar.

-Hola. Quería dar las gracias a mi tito Martin y a mi tito Juanjo, porque me han puesto durante todo el camino canciones de los Cantajuegos. Y esta mañana, tito Martin y yo hemos dado un concierto a tito Juanjo con cacerolas- el público estalla en carcajadas mientras nosotros nos tapamos la cara con vergüenza. Menos mal que delante de la niña nos cortamos un poco, porque seguro que lo hubiese soltado-. Son mis titos favoritos y los quiero mucho. Y ellos también se quieren mucho. Yo de mayor quiero que me quieran como ellos se quieren, aunque creo que eso no va a poder ser, porque ni mis papis parecen quererse tanto como ellos lo hacen.

Ni Juanjo ni yo somos capaces de articular palabra. Me doy cuenta de que estoy llorando porque una lágrima me hace cosquillas en el cuello. Mi novio está limpiándose las mejillas cuando me mira. Se tira encima de mí para darme un abrazo y Leire corre hacia nosotros. Me agacho para cogerla y nos damos un abrazo de tres que ojalá nunca termine.

-Bueno, espero que me salgan las palabras después de este llanto. Solo decir que el concierto llega a su fin. Espero, de verdad os lo digo, que hayáis disfrutado, que os hayáis emocionado tal y como yo lo he hecho. Sois un público de la hostia. Nos vemos pronto, Barcelona. Agur!

Llegamos al hotel después de cenar y Leire cae rendida en el momento que toca la cama. Decidimos ducharnos juntos y aprovechar este momento de intimidad. Juanjo me enjabona el pelo despacio mientras me da un masaje. Yo le acaricio la clavícula con sumo cuidado, con delicadeza. Como si en algún momento se pudiese romper.

-¿Sabes una cosa?- levanto la cara quedándome solo tres centímetros de su boca. Le miro a los ojos. Esos ojos marrones que muchos días deciden ser verdosos. Esas pestañas capaces de abanicar hasta el último milímetro de mi alma-. 'Desde el momento en el que te conocí, resumiendo con prisas, tiempo de silencio. Te juro que a nadie le he vuelto a decir que tenemos el récord del mundo en querernos.'

Aguasal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora