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Lo que afuera se veía como una casa abandonada, olvidada, era totalmente distinto a lo que Gulf encontró al abrir la puerta. Un suelo de exquisita piedra con diseño damero, en brillantes colores blancos y negros, con columnas coronadas con arcos, exrendiéndose en una larga habitación, con ventanas enormes, labradas, antiguas vestidas con cortinas bordó y calendabros con velas apagadas en cada esquina. También había largas e interminables bibliotecas pobladas de antiguos libros, y numerosos cuadros en la pared, que Gulf reconoció casi de inmediato: "La caída de los Ángeles Rebeldes", de Pieter Brueghel el Viejo, flanqueado a la izquierda por otra obra de este artista, "La caída de Ícaro" y hacia el lado contrario, apenas iluminado, "El lamento de Ícaro", de Draper.

También había rostros deformes y fantásticos pulidos en piedra y en mármol parecían mirarlo desde cada esquina. Gulf reconoció a "La Piedad" cerca suyo y a "Perseo sosteniendo la cabeza de Medusa" unos pasos más allá.

Y en el fondo del gran salón, una enorme chimenea con leños gordos y crepitosos alumbraban cada vez con más fuerza impregnando todo de una tonalidad rojizo dorada.

Gulf esperó completamente quieto cerca de la entrada por breve momento para ver si encontraba a alguien, si alguien lo recibía o si a alguien le importunaba su presencia. Porque Gulf siempre sentía que importunaba con su presencia.

—Seas bienvenido a este humilde hogar. Estaba esperando por ti...—una voz retumbó desde uno de los grandes ventanales.

Y fue recién allí cuando lo vio: un cabello níveo, una tez pálida, unos ojos extremadamente hipnotizantes, toda su imponente figura vestida de blanco. Era alto, era majestuoso, era mágico.

Gulf se refregó los ojos ante tal aparición, sabía que no tenía imaginación para crear aquella belleza. Y ante aquel pensamiento el extraño le sonrío. Ondeando una capa bordó que llevaba en los hombros y que recién ahora Gulf podía ver, el extraño se acercó y con los brazos abiertos y una sonrisa dulce le dio otra vez la bienvenida.

—¿Qué cosa eres tú...?— fue lo único que alcanzó a balbucear.

— Sabes bien lo que soy... Tú me has llamado, tú me has convocado, tú me has invitado. Soy lo que ustedes los humanos llaman un Fuego Fatuo y un Fuego Fatuo siempre responde al llamado del Amor...

Fuegos FatuosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora