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Caminaron en silencio durante todo el camino. Mew no le quitaba los ojos de encima pero Gulf no se atrevía a mirarlo. El amanecer era límpido y cálido, el mar se estrellaba contra las rocas y el aire estaba cargado de sal.

—¿No vas a decirme nada?

— Gracias...— balbuceó Gulf mirándolo por primera vez.

—¿Sólo gracias?

— Fue la mejor noche de mi vida y estoy seguro que jamás tendré otra noche como esta. Me has amado, a mí, a Gulf, me has besado, me has sonreído. Nunca vi en tus ojos ni una pizca de asco y me has dicho la verdad desde el comienzo. Soy consciente de que esta historia de amor que comenzó ayer se acabó cuando salió el sol.

Mew lo miró por unos segundos y se preguntó porqué en todos los siglos que había estado en contacto con los seres humanos jamás había encontrado a ninguno como aquel.

Los seres humanos a los que los había hecho suyos le imploraban, le rogaban, le pedían que no se fuera, que no lo abandonaran pero jamás ninguno le había dado las gracias.

El corazón de Gulf, que primero le pareció algo curioso luego algo tierno, y luego conmovedor ahora también se le presentaba como un mar de gratitud. No parecía el corazón de un ser humano. Estaba hecho de fuego, de pasión. Ardía y quemaba como un Fuego Fatuo. Mew sabía que aquel jovencito tembloroso que ahora lo miraba era sólo un ser humano aún cuando tuviera un corazón de Fuego Fatuo. Y sabía también que aquella sería la última vez que lo vería. No habían reglas. Nadie se lo prohibía pero no había hecho falta nunca porque un Fuego Fatuo jamás había deseado estar con un ser humano luego de acabarse la noche de San Valentín.

—¿Puedo preguntarte algo antes de despedirnos? —Mew asintió— ¿Quién eres? ¿Son ciertas las leyendas, vienes del cielo, del más allá, fuiste pirata, naciste en el Infierno? ¿Cuál es la verdad de tu origen?

Mew pensó por un momento. Miró todo el esplendor del bosque y del mar que los rodeaban y suspiró:

— Tal vez soy el hijo de un demonio que fue expulsado de las Pléyades, vino a la Tierra, reencarnó en un pirata y se enamoró de una sirena que luego se convirtió en un dulce ser humano...

Gulf sentía que se derretía por dentro de dulzura a pesar de la tristeza por la despedida.

—¿A cuántos has besado?

— Mejor pregúntame a cuántos he amado de verdad...

—¿A cuántos has amado de verdad...?

— ¿Incluyéndote...?

— Sí...

— A uno...

Fuegos FatuosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora