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Gulf no podía quitar su vista de aquel ser maravilloso que estaba parado frente a él. Estaba tan cerca que podía sentir su respiración. Aquellos labios platinados estaban pidiéndole un beso. Pero Gulf sabía que era un beso de despedida y no pudo evitar derramar una lágrima apenas lo pensó.

Contrario a su voluntad y a su deseo de besarlo, dio un paso hacia atrás y observó los alrededores. Tardó un momento en darse cuenta que estaban en la parte de atrás del hotel.

—Este no es el camino por el que me fui...

—Lo sé...— le respondió Mew, mirándolo fijamente— Te he hecho caminar más de la cuenta y te he traído por caminos alternativos para que no vuelvas a encontrar aquel refugio. Es una regla de los Fuegos Fatuos. Sabes que aquí, ahora, me despido y ya no nos volveremos a ver. Esta magia de amor solo dura un día. Debo regresar con los míos.

Gulf sintió un dolor profundo en el pecho y no perdió tiempo. Volvió a acercarse a Mew y envolviendo su rostro níveo y frío entre sus manos temblorosas, lo atrajo hacia sí y lo besó con desesperación, con dolor, con urgencia y... con amor. Se separó tímido de él cuando comenzó a escuchar unas voces que parecían aproximarse.

— Vienen por ti. Te han estado buscando. Recuerda que llevas desaparecido desde ayer.

—¿De verdad tienes que irte?

Mew asintió levemente y le limpió las lágrimas del rostro. Se mordió el labio y volvió a mirarlo fijamente.

—¿Borrarás mi memoria?—preguntó Gulf sollozando.

—Por el contrario... Quiero que tengas esto contigo. Un recuerdo, una forma de que sigamos conectados aún cuando ya no me veas, aún cuando ya no me sientas. Si lo tienes contigo y piensas en mí, no sé cómo, pero de alguna manera lo sabré. Y recuerda, no sé qué me has hecho, no sé qué clase de poderes tienes, nunca me había sucedido pero nunca olvides que siempre estaré pensando en ti.

Y sin decir más Mew apoyó sus dedos finos sobre el tatuaje que tenía en el pecho en forma de dragón y con un movimiento sutil y rápido borró ese tatuaje y al abrir su mano le mostró a Gulf ese mismo dragón plasmado ahora en un medallón. Gulf no podía creer lo que veía. Aquel dragón tallado hasta el más mínimo detalle en un medallón dorado sostenido por una cinta oscura de seda. Temblando, sintió como Mew lo colocaba sobre su pecho y ataba la cinta a su cuello. Unas voces que parecían urgidas se escucharon por detrás de ambos.

—Debo irme...— dijo Mew y lo besó con suavidad en los labios.

Gulf cerró los ojos y cuando apenas había sentido el roce de los labios de Mew en los suyos, unos gritos desesperados retumbaron detrás de él y al abrir los ojos halló solo, tiritando en el medio de un camino de ripio. Y Comenzó a llorar como un niño.
Mew había desaparecido.

Fuegos FatuosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora