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—Deben de estar buscándote.— le dijo Mew en un susurro.

Había esperado pacientemente a que la respiración de Gulf se normalizara. Lo miraba con una sonrisa pícara mientras le secaba con sus largos y níveos dedos la transpiración del rostro.

— Pero has dicho que tenemos hasta que salga el sol. No quiero irme, no quiero dejarte. No quiero que borres mi memoria.

—Aquí en esta casa de piedra el tiempo corre diferente, aquí todo pasa más rápido, aquí la vida humana se discurre como arena entre los dedos.  Ya está por amanecer.— explicó Mew mirando a su alrededor. Aún en la penumbra podía ver cada cuadro cada libro cada escultura— Nunca ningún ser humano ha recreado un escenario tan maravilloso como éste— le dijo.

Gulf lo miró extrañado.

—¿Es que acaso éste no es tu hogar? —le preguntó.

— No, mi hogar está del otro lado de esta montaña, en un valle platinado de casas de roca y fuegos eternos, sólo visible a los ojos de otro Fuegos Fatuos. Esto que tú ves aquí lo has creado tú. Yo utilicé mi poder para recrear lo que tus emociones me dictaron. Cuando nos conectamos con algún ser humano hacemos que él elija el escenario en el cual quiere ser amado. Es una manera de facilitarle la experiencia. La decoración y lo que nos rodea siempre depende del estado emocional del observador. Al principio cuando atravesaste el umbral de esa puerta todo estaba oscuro y frío. Pero a medida que hablamos el fuego de la chimenea revivió y alguna de las velas de los candelabros se encendieron. Eso lo has hecho tú, no yo. Este es tu mundo interior. Esto es tu corazón.

Gulf recorrió con su vista el torso desnudo de Mew acarició suavemente con sus yemas cada línea de su pecho, dándose cuenta de un tatuaje en forma de dragón que antes no había visto. Siguió luego revorriendo su vientre y se detuvo un segundo al llegar a la entrepierna desnuda de Mew que lo miraba con picardía.

—¿Esto también lo estoy inventando yo?— preguntó Gulf.

Mew se mordió el labio y con una media sonrisa, rápido y sin aviso, apoyó la mano de Gulf a su entrepierna. El joven vibró y no pudo controlarse. Comenzó con caricias tímidas y lentas pero al ver la expresión de placer que Mew tenía en su rostro, lo alentó y se animó a hacer más atrevido y siguió hasta qué un Mew completamente desnudo, transpirado y extasiado de placer se dejó caer a su lado totalmente exhausto. Apoyó su cabeza en su pecho y cerró los ojos entregándose a la música de aquellos latidos agitados que parecían retumbar como una melodía profana en la casa entera.

Fuegos FatuosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora