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No son las cinco de la tarde, pero Alhaitham está sentado en la sala con la cara escondida detrás de un libro. Kaveh suspira más alto de lo esperado. Su deseo de encontrar la casa sola se acaba de desmoronar. Se adentra en el pasillo que lleva a su habitación, en el mayor silencio posible esperando que Alhaitham lo ignore como suele hacer en ocasiones...

—Una semana y ni un hola.

...pero esta no es una de ellas.

—Hola Alhaitham. ¿No es muy temprano para estar aquí?

Alhaitham baja el libro solo lo suficiente para que se vean sus ojos. Kaveh no necesita ver el resto para saber que se esconde una sonrisa ahí detrás. Una de esas que lleva su sello exclusivo.

—Me tomé el día libre.

Kaveh ya está muy cerca de su habitación y eso lo detiene en seco. Alhaitham nunca responde las preguntas. Alhaitham no da explicaciones. Y por mucho que odie estar entre la gente, Alhaitham nunca toma días libres. Es salirse de la rutina y él no se sale de la rutina. El hombre respira una rutina. Tomarse un día libre equivale a sacar al pez de su pecera.

—¿Día libre?

No puede evitar decirlo en voz alta porque su lengua es más rápida que el filtro que regula su habla y se odia por eso. Este simulacro de conversación no debería estar sucediendo porque acaba de regresar para encontrar que todos en Sumeru se volvieron locos. Está exhausto, necesita un baño, desconectarse, sentir que la energía vuelve a su cuerpo. Y cuando su energía baja, su cabeza va a millón y sus filtros se desactivan aun más, haciendo que diga cosas que no debe decir y que el menor de los intercambios termine en una explosiva discusión que le causa una migraña que lo deja inútil al día siguiente.

—Kaveh...

Alhaitham está frente a él y Kaveh se pregunta en qué momento pasó.

—Ve a tomar un baño. Ni siquiera escuchas.

Kaveh deja salir todo el aire y obedece sin rechistar. Todo es muy raro. Mejor se deja llevar por la corriente.

*

El baño funciona de maravillas. Solo por las arrugas de sus dedos tiene idea de que duró quizá un poco más de lo habitual. Pero eso no le importa. Las sales que le obsequió una señora en la Aldea Aaru funcionaron tal como le prometió. Nunca se ha sentido tan liviano. Después de vestirse va hasta la cocina sin tener idea de lo que podría preparar para la cena. Con toda la algarabía que encontró a su regreso, olvidó comprar algunas cosas por si le recibía una despensa vacía. Pero confía en que Alhaitham no se dejará morir de hambre.

Abre la alacena y para su sorpresa tiene a su disposición mucho más de lo que imaginó. No puede evitar voltear hacia Alhaitham, quien sigue en el sofpa perdido en un libro que luce distinto al anterior. Al parecer ha descubierto una nueva serie porque, aunque siempre está leyendo, su nivel de atención varía según el interés que le despierta el texto.

Mordiéndose la lengua para no iniciar un intercambio que termine en una nueva discusión, Kaveh empieza a cortar los vegetales para su nuevo invento. El baño también reactivó su creatividad, la cual creyó haber dejado perdida en una de las tormentas de arena que le sorprendió en su breve estadía en el desierto.

Mientras pasa los vegetales cortados a un bol, Kaveh escucha algo que lo paraliza. Años sin escuchar ese sonido... debe estar alucinando. Deja de hacer lo que está haciendo, incluso trata de contener su respiración para no causar ningún ruido. Ahí está de nuevo. Es la risa de Alhaitham.

No recuerda la última vez que pasó. De hecho las pocas veces que ha visto y escuchado a Alhaitham reírse pueden contarse con una mano y sobran dedos. Hasta duda que haya sido real. La causa de esa risa siempre ha sido un misterio. Ahora probablemente tampoco tenga una respuesta.

El coleccionista de rumoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora