El zumbido constante del aula parecía fundirse en un murmullo sin fin, cada voz se mezclaba con otra en una sinfonía caótica de conocimiento y distracción. Para mí, la clase de matemáticas era solo un telón de fondo, un escenario donde la verdadera actuación se llevaba a cabo en silencio, entre miradas furtivas y pequeños destellos de esperanza.
Mis ojos vagaban por la sala, buscando entre las filas de pupitres una chispa, un destello que rompiera la monotonía de la rutina escolar. Y entonces lo vi: en la esquina opuesta del aula, en medio de la maraña de cabezas inclinadas sobre libros y cuadernos, sus ojos color café oscuro brillaban como faros en la oscuridad.
Cada vez que nuestras miradas se encontraban, sentía una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo, un cosquilleo que me recordaba que aún había esperanza. ¿Acaso él también sentía algo más allá de la superficie de nuestras vidas escolares, o eran solo destellos de cortesía en un mar de distracciones?
Mis pensamientos se perdieron en un laberinto de preguntas sin respuesta mientras el profesor continuaba su lección sin percatarse del drama silencioso que se desarrollaba en las filas de atrás. Pero para mí, cada encuentro de miradas era una pequeña victoria, un indicio de que tal vez, solo tal vez, había algo más allá de los límites de nuestro mundo escolar.
Aunque él nunca supo de mi existencia, esos breves encuentros entre miradas fueron suficientes para alimentar mis sueños y avivar el fuego de mi corazón enamorado. En cada uno de esos instantes, encontraba la fuerza para seguir adelante, para creer que algún día, sus ojos me mirarían con la misma intensidad con la que yo lo miraba a él.
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Entre destellos de café oscuro
Teen FictionEn el laberinto de la cotidianidad, donde las rutinas eran muros infranqueables, sus ojos se erigieron como ventanas hacia un mundo desconocido. Cada mirada era un destello de posibilidades, un atisbo de lo que podría ser si tan solo nos atreviéramo...