Apenas puso un pie en el aeropuerto de Heathrow juró que se iba a perder. Fue a la escalera que tenía al frente y fue en busca de su maleta, luego de pasar por aduana, la cual había excedido el peso límite por dos kilos y que afortunadamente no le cobraron extra por haber coqueteado con el del aeropuerto en Argentina.
Cuando estuvo con su maleta en mano y el pasaporte timbrado por la policía británica, salió en busca de la persona que iría a por él, quien ya estaba ahí con un letrero en las manos: Francisco Romero.
— Soy yo —le dijo al hombre acercándose. Este asintió y extendió la mano.— ¿Su nombre es? —cuestionó estrechándosela.
— Esteban.
— ¿Es de aquí?
— Se nota mucho que no. Déjeme llevar su maleta —el hombre ni siquiera esperó respuesta y le quitó la maleta de la mano.— Soy de Argentina.
— ¿Eso significa que puedo dejar de hablar en inglés? Porque todo se me quedó en la aduana —bromeó nervioso.
— ¿Argentino también? —le preguntó entrecerrando los ojos y distinguiendo su acento.
— Mhm —dio por afirmativa.
— ¿Y viniste aquí con esa economía?
— Ya, y sí. Vos también estás acá.
— Bue, supongo que tenés razón.
El tal Esteban sonrió divertido. Lo guió hasta el auto y guardó la maleta en el maletero a la vez que Francisco subía a los asientos de atrás. De su bolso de mano sacó una botella de agua, que había comprado en la máquina junto a la cinta de las maletas, y le dio un largo sorbo. Estaba exhausto, quería darse una ducha y dormir hasta la mañana siguiente.
— ¿Y qué onda? ¿Venís al curso?
— Sí, se supone que me voy a quedar tres meses, pero tal vez me quede menos.
— ¿Y eso por qué?
— La economía —contestó. Un tono medio burlón se alcanzó a notar, aunque de todos modos tan broma no era.— Apenas pagué el curso.
— ¿Y no harás paseos ocasionales? Hay lugares lindos en Londres que no son el Big Ben o el London Eye, los cuales a mí parecer están sobrevalorados.
— Sólo vine al curso, no a pasear —el muchacho carcajeó.
— Es una buena oportunidad de recorrer un poco, ¿o realmente te la vas a pasar los findes en el hotel?
— Bueeno, no sé. Tampoco quiero andar gastando plata por gastar.
— Entiendo. Sin embargo, si cambiás de opinión te puedo hacer tour, y gratis, ojo ahí.
— Nada es gratis.
— Considéralo un favor, y ahí ves si me querés pagar o no.
— No dije que sí.
— Tampoco que no.
Esteban lo miró por el espejo retrovisor y le guiñó el ojo, Francisco negó con la cabeza y miró por la ventana con una sonrisa decorado su boca.
Unos minutos pasaron, la radio británica sonaba bajito y acunaba sus oídos, y el aire tibio del aire acondicionado le generaba más sueño del que tenía. Bostezó y se acurrucó en el asiento, tratando de no dormirse igualmente.
— Quedan cuarenta minutos hasta que lleguemos al hotel, duerme si querés —le sugirió el hombre mientras conducía.— Debiste haber tenido un vuelo largo, ¿cuántas horas fueron?
— Hice escala en Madrid... dos horas —contestó bostezando.— Y... no sé... ¿diecinueve en total?
— Qué paja —expresó el conductor.— Hacéme caso y duerme un poco.
— Bueno.
Francisco se subió el cierre de la chaqueta y cerró los ojos, no sin antes cruzar sus brazos para entrar en calor con mayor facilidad, pues a pesar de la cálida temperatura del vehículo, tenía las manos congeladas.
Los cuarenta minutos de viaje se basaron en la radio y en los ronquidos suaves de Romero, quien había caído rendido apenas cerró los ojos. Esteban se aseguró de conducir con cuidado, casi tardándose un poco más a propósito para que el de ojos verdes pudiese descansar unos minutos más.
Cuando vio que estaban a un par de minutos del hotel donde Romero iba a dormir durante su estadía, le habló suavemente desde adelante.— Despertáte, bello durmiente —bromeó con el apodo, y bueno, una mentira no era a fin de cuentas.
Francisco abrió los ojos y se estiró, quedándose mirando fijo hacia el frente, ya saben, lo que hacemos todos cuando nos despertamos desorientados.
— ¿Llegamos? —preguntó bajito.
— En unos minutos —aclaró.— Te tuve que despertar antes, perdón.
— Tranqui —murmuró restregándose los ojos con los puños.— Siento que apesto —soltó.— Ay, perdón.
— No hay drama.
Esteban aparcó el auto, y aprovechó la lentitud con la que Francisco se movía para abrirle la puerta del auto.— Ay, gracias —le sonrió el ojiverde saliendo del vehículo. Se abrazó a sí mismo cuando una brisa helada le pegó en todo el cuerpo.— Hace frío.
— Este invierno anda más frío que otras veces —explicó.— Deberías volver en verano, te gustaría el New Forest, hay muchos ciervos y caballos.
— Ay, me gustan los caballos.
— Son lindos aquí, blancos enteros y de pelo medio rubio —describió yendo a bajar su maleta.— Parecen unicornios... aunque son como de Escocia.
— Los unicornios no existen.
— Dile eso a los escoceses y a su escudo —se burló. Puso la maleta en el suelo y la empujó hacia Romero.— Bien, asumo que desde aquí te las arreglarás sin mi.
— Por supuesto, y gracias.
— Sólo era mi trabajo, no agradezcas. Sin embargo, yo agradezco haber aceptado.
— ¿Y por qué agradeces tú?
— Porque ahora tengo una razón más interesante para asistir el curso —y le guiñó el ojo nuevamente.— Chao, Francisco —se despidió de él.
Ese acento británico que el de ojos castaños tenía le hizo sonreír como un tonto.
— Chao, Esteban.
[♥︎]
perdón chiques, es que no voy a superar inglaterra en un buen tiempo 😭
15/03/24
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ᴋᴇᴇᴘ ᴛᴏᴜᴄʜɪɴɢ ᴍᴇ // ᴇꜱᴛᴇʙᴀɴ x ꜰʀᴀɴᴄɪꜱᴄᴏ
Fanfic≪ donde esteban sólo quería que francisco no dejase de tocarlo, y viceversa ≫ ≫ 'one shots' sobre francisco y esteban, todos variados y sin continuación entre sí.