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Necesito mi primer café del día, apresúrate.

Eso es lo que decía el mensaje que Ford me envió hace media hora. Realmente no puedo creer estar haciendo esto, podría simplemente mandarlo a la mierda y seguir con mi vida pero dentro de mí sé que no va a dejármelo tan fácil y me hará sufrir hasta que cumpla con la apuesta. Tampoco soy de las que renuncian y mi orgullo es tan grande que no voy a darle con el gusto de verme hundirme en mis propias decisiones.

Ni hablar.

Corro hacia su habitación encontrándome con algunas miradas curiosas. No es que sea un gran secreto el que no nos llevamos muy bien, es más, hace un año tuvimos un altercado aquí mismo por una broma que nos hizo a Elsa y a mí con sus amigos durante la primera semana de clases. Una que involucraba espuma de afeitar, cucarachas y bocinas. No quiero recordarlo. Lo cierto es que sabía exactamente quien había sido el autor y vine a confrontarlo.

Esa noche ambos tuvimos problemas, él por esa payasada y yo por entrar al edificio de chicos después del horario establecido.

Y ahora le estoy trayendo café y un bollo de crema. ¿Qué tan raro se ve eso?

Golpeo la puerta con insistencia hasta que Ford me abre. Su torso desnudo es lo primero que me recibe. No es un secreto que Ford se ejercita y vaya que lo hace bien pero soy más inteligente que esto y sé que si no aparto mi mirada de su cuerpo va a molestarme de por vida con eso.

"Creí que ibas a desistir." Su tono sorprendido sale a la vista pero luego me regala una sonrisa lánguida.

Muerdo mi lengua para evitar contestarle que esta mañana le di muchas veces al asunto y pensé en abandonar esta locura. "Soy una persona responsable y eso implica hacer cosas que considero inútiles para un fin determinado." ¿El fin? Controlar mi paciencia y entablar una relación profesional entre nosotros. Si hay tensión en el equipo el trabajo no se hace de forma correcta y mi calificación final depende también de él.

"El cuál es..."

"Pasar esta semana sin volverme loca," respondo con frialdad.

Pasa una mano por su pelo y me abre la puerta para pasar. Es la primera vez que entro a su cuarto y me sorprende que su compañero sea el más desordenado. "No seas tan exagerada."

No es difícil saber cuál es el rincón de Ford. Hay cientos de fotografías pegadas a una tabla de corcho colgada, su escritorio tiene muestras de imágenes del tamaño de un cuaderno de apuntes y hay dos cámaras junto a su computadora. La cama está casi arreglada y salvo por unos calcetines en su mesa de luz, ese sector parece más habitable que el lado opuesto. Sé que Quentin, su compañero, se especializa en ingeniería y le urge tomar una clase de organización, especialmente por la cantidad de envoltorios de frituras y galletas que tiene bajo su cama.

"Ten." Levanto la bolsa de papel en mi mano y el vaso de cartón aún caliente.

"Ya desayuné," contesta antes de colocarse la camiseta que estaba sobre el respaldo de una silla.

Me quedo observando sus acciones antes de hablar. "¿Estás bromeando? Porque puedo hacerte tragar todo este vaso de una sola vez." Y no hablo sólo en sentido figurado.

"No me agrada mucho ese sabor de café, puedes tenerlo."

Encargó y cito, un latte de caramelo salado con dos de azúcar y salsa de chocolate. Cuando leí ese mensaje no pude imaginar que alguien como él querría una bebida así, ni siquiera yo tomo una bebida así.

"¿Por qué me dijiste que lo comprara si no ibas a tomarlo?" Tranquila, no querrás estresarte, apenas empieza el día.

"Se nos hace tarde." Toma su mochila y unos cuantos libros que yacían en un cajón del escritorio. "Seguramente no desayunaste porque te quedaste dormida, yo que tu aprovecharía." Apunta hacia la comida y abre la puerta para que salga primero.

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