VIII

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Al amanecer, los primeros rayos de sol se filtraron por la ventana, iluminando suavemente la habitación. Abrí los ojos lentamente, aún sintiendo la calidez del abrazo de Anna a mi lado. 

Con cuidado, me deslicé fuera de la cama, sin querer perturbar su sueño tranquilo. Observé su rostro sereno por un momento antes de salir de la habitación. En el balcón, el aire fresco de la mañana me envolvía.

De repente, escuché un ruido proveniente de la habitación y, con el corazón en la garganta, corrí de vuelta hacia dentro. Lo que vi me dejó petrificado: Anna estaba luchando contra un demonio que había aparecido de la nada.

Pude reconocerlo, era Malgorth, un demonio al que tambien llamaban el Señor de las Pesadillas. SUs ojos brillaban con un fulgor malévolo mientras su presencia envolvía el lugar en una sombra espesa y opresiva.

Con cada movimiento, Malgorth desataba una tormenta de sombras, retorciendo y distorsionando la realidad a su antojo. Los árboles retorcidos se contorsionaban y las sombras se alargaban, creando un escenario surrealista de pesadilla que desafiaba la cordura.

Anna y yo nos manteníamos firmes frente a esta oscuridad, nuestros corazones llenos de determinación y valentía. Con cada hechizo lanzado y cada golpe bloqueado, nos aferrábamos a la esperanza de que juntos podríamos superar este desafío.

El sonido estruendoso de la batalla resonaba en toda la casa mientras luchábamos contra las hordas de pesadillas que Malgorth convocaba para detenernos. Cada movimiento era una danza mortal, cada hechizo una explosión de energía mágica que iluminaba la noche oscura.

A medida que la batalla alcanzaba su punto álgido, nuestros corazones latían al unísono, alimentados por la determinación de proteger todo lo que amábamos. Con un último esfuerzo conjunto, lanzamos un ataque final contra Malgorth, canalizando toda nuestra fuerza y ​​voluntad en un golpe definitivo.

El aire estalló con un resplandor deslumbrante cuando el golpe final impactó, dispersando las sombras y disipando la oscuridad que no habia embuelto. En el silencio que siguió, nos encontramos mirándonos el uno al otro, respirando profundamente después de la intensidad de la batalla, pero unidos en nuestra victoria compartida.

—Lo logramos —susurró Anna, con una mezcla de incredulidad y alivio en su voz.

—Sí, lo hicimos —respondí, sintiendo una oleada de gratitud y emoción.

Nos abrazamos con fuerza, compartiendo un momento de celebración por nuestra victoria sobre el Señor de las Pesadillas. En ese abrazo, encontramos la confirmación de que juntos éramos más fuertes, capaces de superar cualquier desafío que la vida nos presentara.

—Gracias por estar a mi lado, Anna —dije con sinceridad, mirándola a los ojos con aprecio.

—Y gracias a ti por nunca dudar de mi —respondió ella, con una sonrisa brillante en su rostro.

Con un último vistazo al horizonte que se iluminaba con los primeros rayos del amanecer, nos dirigimos hacia adelante, listos para enfrentar lo que sea que el futuro nos deparara, sabiendo que mientras estuviéramos juntos, no había nada que no pudiéramos superar.

Constantine Entre dimensionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora