Capítulo VIII: Consumación

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— ¡Aemond de la casa Targaryen y su consorte real, Lucerys Targaryen, futuros reyes de los siete reinos! —

Anunció a viva voz el guardia, después de que las grandes puertas del salón principal de la fortaleza roja se abrieran, dándoles la entrada a los esposos. Los tambores pertenecientes a los músicos de la corte comenzaron hacer redobles que iban aumentando en potencia a medida que los príncipes descendían por la escalinata y se enfilaban en el pasillo que los llevaría directo a la mesa de la familia real.

Todos los invitados se pusieron en pie, inclinando su cabeza en señal de respeto a ambos y también al reconocer que ahora Lucerys y Aemond eran una de las parejas más poderosas de los siete reinos.

Exclamaciones de asombro y admiración no se hicieron esperar al igual que los vítores y buenos deseos para la pareja que fueron acompañados por aplausos que resonaron por todo el lugar al igual que la música que interpretaban los músicos.

Al llegar a la mesa, ambos presentaron sus respetos a los reyes con una grácil reverencia, la cual fué correspondida con un asentimiento de ambos. Aemond le tendió la mano a su esposo para subir con él hasta donde estaba el resto de su familia, ocuparon sus lugares ambos a la izquierda del rey Viserys, quien sonreía complacido al ver su salón, repleto de personas que celebraban el inicio de una nueva etapa en su dinastía. Aemond se adelantó para correr la silla de su esposo, quien tras acomodar correctamente la cola de su saco y sentarse, murmuró un “gracias” en su dirección, mientras este tomaba asiento a su lado.

La vestimenta de ambos era delicada y elegante, para el banquete, a Lucerys se le confeccionó un chaquetón en tonalidad blanco perla con detalles dorados y del cual dependía una cola larga, similar a la de los vestidos de novia, su figura se veía entallada en un corsé dorado que acentuaba su cintura y un pantalón del mismo color del chaquetón al igual que sus botas.

Decidió no usar ningún tipo de accesorio, la vestimenta que portaba ya era en sí ostentosa y no quería verse corriente, ya que para él, menos es más.

Por su parte, Aemond vestía un jubón de cuero negro, con detalles plateados como broches, un pantalón de lana en color negro y sus botas de cuero. Su cabello iba parcialmente recogido en un par de trenzas diademas  y el resto de su cabello caía con gracia a sus espaldas.

Lucerys no pudo evitar notar, que a medida había ido avanzando su día, el aroma de Aemond era más fuerte y picante, su único ojo tenía un destello único y sus mejillas habían adquirido un leve rubor que lo hacían verse incluso más guapo y joven de lo que era. Su omega interior se removía en su sitio, moviendo la cola al precioso alfa que se encontraba a su lado, el cual le ronroneaba y le juraba su devoción hasta el final de sus días.

El cansado rey se incorporó de su asiento y con ese simple gesto, las conversaciones impersonales que tenían lugar en las mesas se fueron acallando hasta que el salón se quedó sumido en un profundo silencio, aun con su aspecto enfermo y deteriorado, el viejo rey dragón era capaz de imponerse con su sola presencia.

— Sean bienvenidos todos, estamos aquí reunidos en celebración por el matrimonio de mi hijo, el príncipe Aemond y mi nieto Lucerys, mis herederos.

Mi corazón se alegra al honrar a nuestro aliado más antiguo la casa Velaryon, con quien este día, hemos estrechado una vez más los lazos, casando a una de sus más hermosas perlas con mi hijo, uno de los guerreros más valientes de la casa Targaryen. Con ambas casas unidas, confío que cuando llegue el momento de partir con el extraño, el reino que soñó Aegon I pueda seguirse viendo realizado, en manos de los nuevos reyes, y su descendencia, una nueva era de dragones en poniente y puedan seguir trayendo gloria y honra a su casa, por ustedes queridos míos.

A VOW OF HATE | LUCEMOND Donde viven las historias. Descúbrelo ahora