00: Prologo

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-¡Esto no puede acabar así!

Gritó Adán, con un espeso rugir cubierto de rabia que salió desde lo más profundo de su garganta. Se encontraba perdido en aquella batalla que durante tantos años había ganado debido a los demonios que nunca se habían defendido, por lo menos no de esta forma.

- ¡Ustedes, malditos, deberían de estar agradecidos conmigo! ¡Todos ustedes salieron de mis malditos huevos, soy su jodido verdadero rey!

Salió del crater que se había causado al impactar su cuerpo con fuerza contra el suelo, producto de la fuerza inhumada de los soberanos del infierno. Jadeo en busca de aliento, mirando fijamente a Lucifer.

- ¡Y tú...! ¡Tú deberías adorarme maldito imbécil, tú debería estar a mis pies, cabrón desgraciado! - Adán señaló con furia a Lucifer, estando en medio del grupo de rebeldes, muy similar a cuando lo desterraron del cielo junto con múltiples angeles más y repudiados por la gran mano de Dios. Adán respiró, como sí le costara mantenerse en pie.- Lilith lo hizo, ¡Yo sé cómo hacerlo también!

- ¿A qué carajos te refieres...? - Dando un paso al frente, Lucifer preguntó, dejando ver sus características propias de un demonio. Su hija quiso tomarle el brazo al ver cómo se acercaba amenazante al primer hombre, deteniéndose inmediatamente sin siquiera rozarle el brazo, al igual que una súplica silenciosa pero con curiosidad desbordante de lo que sea que Adán estaba hablando.

- Porque eres un ángel, caído o no, sigues siendo un ángel ¿No es así? - El castaño se rió, nervioso pero errático, apretando sus dientes mientras que trataba de controlar las oleada de sentimientos confusos que penetraban su mente igual que agujas.

Posiblemente eran los golpes de Lucifer, pero estaba pensando o actuando únicamente en base a sus ganas de obtener venganza, de seguir vivo, de rebajar a Lucifer a sus botas, tan solo quería que la cabeza de ese maldito enano sea presionada contra los pinchos de sus botas pesadas, que llorara por misericordia y por la vida de su hija, pidiera piedad, que suplicara piedad y que él se la diera con una condición denigrante.

Quería ver a Lucifer humillado y que volviera por más, que volviera para rezarle y para que predicara su existencia, su grandeza. Quería ser el Todopoderoso Señor de Lucifer, la luz y gracia del angel descarrilado, la religión del pecador, el salvador, quien tenga que decidir sí podía perdonar sus ofensas y quien imparta la penitencia.

Los angeles son fieles a su Dios, pero el Dios de Lucifer lo había abandonado.

Lilith lo había dejado.

Era un ángel totalmente solo y sin una luz la cual perseguir.

Se podía hacer una conexión aunque el mismo Lucifer no quisiera.

- ¡Yo seré tu maldito Dios!- Exclamó de la nada, haciendo que todos los presentes hagan una mueca incrédulos.

- Adán, se acabo, será mejor que te retires y-

Interrumpido brutalmente, Adán comenzó a gritar más alto, recitando algunas palabras en hebreo antiguo que dejaron a Lucifer pasmado ¿Él no se atrevería a...? ¡Carajo, sí lo hacía! Sus cuernos desaparecieron en un segundo, al igual que todo rasgo característicos de un demonio dejando sus alas desplegadas detrás de su espalda, ahora con una cadena dorada formándose al rededor de su muñeca la cual fué tirada, provocando que terminara casi tropezando justo al frente de Adán, que seguía hablando mientras que una sonrisa siniestra se instalaba en su cara.

Los gritos de Charlie se escucharon al ver a su padre paralizado, no por el miedo, sino de la sorpresa y atrevimiento del primer hombre.

El conjuro que recitaba Adán no era tal, se conocía como una promesa, un pacto casi matrimonial que se usaban en angeles del antiguo versículo, en donde uno se hacía responsable de la nueva alma que serviría para el deleite del plan de Dios, pero por tal sacrificio de su tiempo podía poner las condiciones que quiera.

Lilith lo había hecho hace mucho tiempo en él, al poco tiempo de conocerlo, nunca supo cuáles eran sus condiciones, pero sabia que desde ese entonces y hasta hoy la amó. El anillo que cargaba en su dedo era el símbolo de eso.

- Desde el día de hoy eres mi maldita esposa, Lucifer. - Y ahí estaba ahora su anillo, en el suelo, roto al explotar en el momento que Adán terminó sus gritos. Ahora había una pieza de oro en otra parte de su cuerpo, en el cuello.

Carajo.

Y para empeorar, también tenía a su recién esposo apuñalado por la mucama entre sus brazos.

Doble carajo.

🍎

¡La nueva fumada de la semana! Amo esta pareja y necesito tanto contenido como sea posible. Recuerden mis lindos, tengo otras dos historias AdamsApple en mi perfil.

Matrimonio de Mierda. (AdamsApple)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora