Capítulo 4. Ciudad Luz

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Siente su cuerpo ser azotado contra una pared, quien quiera que lo haya tomado le tapó los ojos al momento, así que solo siente un brazo aplastando su pecho a la altura de sus clavículas y su corazón acelerado por la incertidumbre; entonces le destapan los ojos y puede ver a su secuestrador.

—¿Oscorp? —pregunta incrédulo, el chico frente a él sonríe.

—Hola Ónix.

Frente a él hay un chico de piel que oscila entre pálida y bronceada, cálidos ojos marrones y cabello lacio y pelirrojo recortado con flequillo de puntas como un personaje de manga o anime que lo mira con una sonrisa enigmática.

—¿Eres tú?

—No soy mi hermano si es lo que estás pensando —afirma Oscorp —Pero tú tampoco eres tú, ¿no es así?

—¿Qué?

—Tú no eres Ónix —asegura su amigo disminuyendo la presión de su agarre con un brillo bromista en los ojos —No el de este mundo al menos.

—Espera tú… ¿eres tú? —si entendió correctamente (y está muy seguro de que lo hizo) tal parece que no era el único que se había quedado atrapado en este mundo por obra de su reflejo.

—Sí, soy yo.

La alegría vence a la duda por kilómetros, Ónix siente cómo sus emociones mutan de negativas a positivas en cuestión de segundos y salta a abrazar a su mejor amigo sintiendo su corazón acelerado de alegría y el nudo en su garganta formándose por las lágrimas de alivio que amenazan con salir.

—Wow, creo que nunca te había visto tan feliz —comenta Oscorp risueño antes de devolverle el abrazo.

—Te extrañé —afirma Ónix —Y acabas de salvarme la vida, literalmente

—Sí, lo sé —certifica su amigo —Si tú estás aquí entonces este Ónix debe estar en Villa Sombra, ¿no?

—Sí, el maldito me encerró aquí dentro —reclama Ónix sintiendo la ira burbujear dentro de él; tal vez no pueda matarlo, pero se encargará de hacerlo pagar por cada segundo que pasaba en ese lugar —¿Cómo supiste que era yo?

—Fácil, caminabas con pasos dudosos, mirabas a tu alrededor como si estuvieras perdido, andas tenso y no me escuchaste acercarme —enumera el pelirrojo con una sonrisa orgullosa —Eso último no le habría pasado a ninguno de los dos Ónix, pero seguramente con tanta confusión tú podrías dejarlo pasar.

—Estaba un poco distraído —admite el pelinegro.

—Oye, necesito saber qué tantos problemas tenemos —aclara Oscorp —Si tú estás aquí y el otro Ónix en Villa Sombra, la realidad no debería adulterarse, no aquí al menos; pero, ¿alguien te vió?, ¿Alguien sabe que estás aquí?

—Myling me vió salir de la cueva, pero creyó que era el Ónix de aquí…

—Y estás en riesgo —interrumpe Oscorp mordiéndose la lengua.

—No por ahora —concede Ónix —Pero no puedo darme el lujo de que el resto de los Umbría me vean.

—De acuerdo, por eso adoro a Myling, siempre tan dulce —murmura con una sonrisa disimulada —Entonces corre, no tenemos mucho tiempo.

Oscorp toma a Ónix por la muñeca y lo jala para que lo siga, apenas habían empezado a correr cuando el primero se detiene bruscamente.

—Ten cuidado de no resbalar —advierte —No querrás flotar indefinidamente el resto de tu vida.

—No, claro que no —admite el segundo antes de seguir a su amigo a carrera rápida por los caminos de roca.

Mientras siguen el camino de la plaza principal rumbo al mercado, Ónix nota que, pese a ser la misma distribución de calles y casas, la estética de claridad y pulcritud le da un aspecto totalmente distinto, pese a conocer cada lugar por el que estaba pasando, no los reconoce en absoluto. Ambos se detienen en la esquina que conduce a la casa de los Addams y comienzan a caminar con parsimonia.

—Uhmm… solo una cosa —interviene Oscorp antes de que Ónix pueda abrir la puerta de la casa —Aquí soy Orin.

Ónix lo mira con el ceño fruncido, pero aún así asiente y da un paso atrás para que Oscorp pueda abrir la puerta.

La casa de los Addams como él la conocía, era un hogar de dos plantas de roca grisácea con enredaderas creciendo donde las paredes se habían resquebrajado, las ventanas cubiertas con una película polarizada y una puerta de madera negra que tenía la manija a la izquierda. La casa que ve frente a él es justo lo opuesto; paredes pulcras de ladrillo blanco, flores coloridas a lo largo del suelo rodeando la casa, ventanas abiertas de brillantes de cristales pulidos y transparentes y una puerta de madera parda muy bella con la manija a la derecha.

Al entrar a la casa, lo envuelve una sensación de amplitud, claridad y serenidad que le causa claustrofobia y lo hace sentir asfixiado; desde la cocina, Séraphine Addams los mira antes de sonreír con dulzura, algo muy propio de ella.

—Hola rayito, hola Ónix —saluda con alegría.

—Hola mamá.

—Buenos días señora Addams.

Ambos respondieron a la par y exhalan una pequeña risa nerviosa, desde la primera vez que habían saludado al unísono, eso se había vuelto una especie rara de tradición entre ellos, sin embargo su notoria complicidad al hacer esa broma deja en evidencia una química que parece trascender las barreras de la amistad, aunque ellos no lo admitan.

—¿Sigue mi hermano aquí? —cuestiona Oscorp su madre asiente —Bueno, vamos arriba entonces.

—Claro hijo —afirma su madre antes de voltear a la cocina y sacar una charola de plata con galletas —¿Quieren una galleta antes de subir?

Ambos se acercan a tomar una galleta con optimismo y le dan una mordida antes de caminar rumbo a las escaleras.

—Gracias señora Addams —murmura Ónix antes de desaparecer por el hueco camino arriba.

Ambos suben, el pasillo es el mismo, no muy largo, con dos cuartos de un lado, dos clósets del otro y al fondo el cuarto de baño; entran al segundo cuarto. Contrario a Villa Sombra, los recibe un cuarto celeste con techo gris y el sonido de una consola de videojuegos.

—Descuida, yo me desorienté igual la primera vez que entré —susurra Oscorp en cuanto entraron al cuarto.

Ónix asiente y mira hacia la televisión al fondo del cuarto, se proyecta una escena de una batalla de bandas y en la orilla de la cama, un chico de lacio cabello pelirrojo no aparta los ojos de la misma, el único pelinegro del cuarto arruga el entrecejo levemente, los físicos no habían cambiado y Orin Addams no tenía el cabello lacio.

—Oscorp —llama el pelirrojo a un lado de Ónix, el chico en la cama movió la mano como si estuviera hablando, pero sin voltear.

Ambos amigos intercambian una mirada y se encogen de hombros, Ónix se recarga en la pared con un pie apoyado en esta y los brazos cruzados sobre el pecho; Oscorp cierra la puerta y se apoya en la pared igual que su amigo hasta que el chico en la cama termina su juego y apaga la consola.

—¿Qué pasó? —exclama con una voz idéntica a la de su amigo.

—Tenemos un problema —responde Oscorp.

—Sí, ya lo noté.

El chico voltea, Ónix abre los ojos quedándose de piedra; Oscorp y Orin Addams eran los gemelos idénticos más distintos de la historia, Oscorp resaltaba con sus cálidos ojos marrones, cabello lacio con cortes de ánime y estilo de vestimenta deportivo y práctico; Orín, por otro lado, tenía cabello ondulado, fríos ojos avellana y vestimenta más bien casual. Y frente a él no ve a Orin, sino a otro Oscorp.

Asesinos tras el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora