~|• IV •|~

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Finalmente no me respondió el último mensaje y no volví a mandarle algo, simplemente desaparecimos del mundo del otro, siempre quise encontrar respuesta pero ahora me doy cuenta que no hace falta preguntar porque, cuando miro hacia atrás, cada detalle, cada acción, es la respuesta.

- Mario Benedetti.

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Charlie ahora se encontraba sola en la gran sala, acompañada por el tibio aire infernal y las millones de cartas pertenecientes a su padre que le había pedido a Vaggie que trajera por ella a la sala de reuniones, era para indicarle a su progenitor y a su administrador... Ahora ya no sabía como llamarlo, en la canción, después de la aparición de su padre, creía que Alastor insistía en que lo llamara padre por simple acción de molestar a su padre, que equivocada estaba.

Tocaba las orejas de ciervo sobre su cabeza, se sentía tan extraño pero a la vez tan familiar, mientras que con una mano se seguía tocando las orejas con la otra movía las cartas que se encontraban encima de la mesa, parecía que entre más las removía, más cartas aparecían.

Ya arta de la incomprensible situación, dejó el papel de lado y con ambas manos tomó el par de orejas sobre su cabeza con la intención de jalar con todas sus fuerzas para arrancarlas lo más pronto posible, sabía que había nacido del "vientre" de su padre, pero creía que era su madre la responsable de su nacimiento.
Apenas había aplicado fuerza en la base de sus orejas fue detenida por una mano más grande, una mano con garras y de color rojo...

– ¿Al?... – Dijo la princesa, con los ojos cristalinos, alzando la mirada para encontrarse con el rostro del demonio responsable de todas sus dudas existenciales y su inicial crisis.

El demonio radio, no hizo más que dar una de sus pocas y contadas sonrisas sinceras, tomó una de las sillas y la ubicó frente a su primogénita, dejó su báculo a un lado y se acomodó para ver fijamente a la chica frente suyo. – No te recomendaría que lo hicieras querida, si intentas eso, te dolerá mucho – El ciervo señalo sus propias orejas al notar la confusión de la rubia, quien seguía con sus manos en sus rubias orejas de cervatillo.

En ese momento, alejó sus manos de las orejas y tartamudeo al hablar – Y-yo no quise... – Charlie dejó de hablar al sentir la cálida mano del demonio radio pasar delicadamente sobre sus orejas y hacerlas desaparecer en un parpadeo – ¿P-por qué? – Preguntó curiosa, sintiéndose culpable de haber echo sentir mal a su contrario.

Alastor seguía con su sonrisa, negó suavemente con la cabeza – Entiendo que sea difícil para ti. Si no las quieres, puedo intentar hacer algo para que jamás vuelvan si así lo quieres – Habló tan calmadamente y de una manera tan comprensiva, que la Morningstar empezaba a creer que parte de su carácter descendía de aquel demonio rojo.

Charlie sin saber que responder, bajó la mirada apenada, apretó su pantalon entre sus manos, mordiéndose el labio, sin saber a donde mirar o que hacer, como actuar...
Alastor, al percatarse de esta actitud, volteó a ver las cartas regadas sin un orden sobre la mesa, junto con pequeños objetos a parte de fotografías. Un objeto dorado, que brillaba dentro de la caja perfectamente cuidada le llamo la atención, estiró su brazo y tomó aquel pequeño anillo de oro, con una manzana roja de centro que estaba rodeada y protegida por raíces que en realidad representaba sus cuernos de ciervo.

– ¿Dónde lo encontraste? – Preguntó Alastor, con una sonrisa deprimida. Llamando la atención de Charlotte que había levantado su vista, observando cada pequeña acción y reacción en el rostro del mayor.

Our Past (Radioapple)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora