CAPÍTULO 5

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CAPÍTULO 5

Hoy fue un día de perros.

Había sido una mañana como cualquier otra. Me levanté, hice el desayuno y me alisté para salir a trabajar, ninguna novedad en ese frente. Los problemas surgieron cuando llegué al batallón donde trabajaba. Llegué hora y media antes de empezar mi turno, haciendo mi rutina en el gimnasio, para luego ir a mi puesto de trabajo en el Hospital Militar de Brisbane.

Al llegar todo fue normal, saludé a mis compañeros de trabajo y me preparé para atender a mis pacientes. El Hospital no solo brindaba servicios a los militares activos o en retiro, también a sus familias, por lo que el trabajo nunca escaseaba, por suerte.

Atendí dos de mis citas generales en la mañana, tenía más en la tarde, pero fue ahí donde las cosas dieron un giro de ciento ochenta grados. Decidí hacerle caso a papá y pedir la semana libre, una parte de mi quería estar as con Weis antes de que se fuera, y la otra sabía que entre más me acercara, más dolería separarse. Pero decidí armarme de valor e intentarlo.

Sorpresivamente al hablar con el coronel Stain, encargado del hospital, exclamó que ya era hora, haciéndome trabar todo el día sin parar. Hablé con mis compañeros para transferirles mis pacientes y cubrir turnos. Hice inventario y lo presenté lista para salir, pero fue entonces donde todo empeoró.

Verán, hice todo el trámite para dejar mi puesto por una semana, pero el permiso que me llegó fue por un mes entero. Acabábamos de iniciar febrero, por lo que prácticamente me estaban descartando por todo el mes.

Me quedé sin palabras, iba a quejarme, pero ya todo estaba aprobado. Llamé a papá para avisarle que llegaría tarde, y así fue.

Eran más de las diez de la noche, actualmente estaba saliendo de la ciudad, llegando a las zonas más rurales. Lo bueno de ir tarde, es que no hay tanto tráfico, y pude disfrutarlo. Amaba conducir mi moto, en todo el día, ese era realmente el momento donde más viva me sentía.

Al cabo de unos minutos llegué a casa, estacioné la moto en el pequeño garaje detrás de la casa y dejé el casco en una mesa. Quería tumbarme en mi cama y olvidarme del mundo. Entré en la casa y lo primero que vi fue a papá en la sala viendo la televisión, eso era extraño en él, a estas horas de la noche ya estaría dormido.

"Estoy en casa papá." Dije dirigiéndome a él para darle un abrazo.

"Hola cariño, ¿Qué pasó en el trabajo? Llegas bastante tarde."

"Pedí una semana y me dieron un mes, hurra." Le di el resumen del día, añadiendo el "hurra" más seco que jamás se ha escuchado.

"No me quejo." Dijo papá con una sonrisa y un abrazo. Nuestras colas se movieron de un lado a otro sin parar.

"¿Pasó algo mientras estaba fuera?"

"Nada especial, el chico y yo nos conocimos mejor, eso fue todo." Levanté una ceja esperando el resto del chisme, no es que no confiara en la respuesta de papá, pero considerando como trató a Weis ayer, quería asegurarme. "...Hablamos de su familia."

Nos sentamos en la sala y papá me dio el resumen de todo. En resumen, la familia de Weis fue hasta la gran guerra nobleza del Imperio Alemán, durante la segunda guerra, su familia se dividió en dos, los que abrazaron al führer, y los que no. Su abuelo fue de los que no y, a causa de eso, desertó del ejercito apenas tuvo la oportunidad, salvando a toda su unidad. También me contó cómo se conocieron sus padres entre otras cosas.

"Bueno, eso explica su forma de ser." Weis tenía una educación impecable, me atrevería a decir que ningún otro niño se comportaría así, pero no conocía a ningún niño.

Schwarz Weiß.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora