Me miraba sin creer lo que acababa de pedirle.
—¿Qué? —dije de mala gana.
—¿Hablas en serio? —dudó Diego.
Accedió a una reunión personalmente tras la llamada al día siguiente.
—No quiero preguntas, sólo que hagas lo que te pido. No es tan difícil —espeté—. Quiero que lleves las cosas de esta lista a ese almacén. Lo ha pedido Sebastián, él me manda y quiere discreción.
Le tendí el sobre lleno de dinero y la llave del almacén. Lo miró receloso, porque él no solía trabajar así. Diego era a quien recurrías cuando querías algo, por difícil que fuese. Él lo conseguía. El problema era que siempre exigía saber de qué se trataba para poder asegurar un servicio limpio y bueno; que nada fallase. A cambio, tenías su completo silencio si algo ocurría y te protegía.
De mala gana aceptó.
—Okay. Mañana mismo está todo allí.
—Gracias. ¿y la otra cosa que pedí?
—No es sencillo.
—Te va a pagar el cuádruple y lo sabes.
—Oye...
—Hazlo. Sebastián me recalcó que, si no aceptas, estás en contra.
Eso fue suficiente, lo vi en su rostro. Nadie se metía con Sebastián. Bueno... quizá nadie salvo yo.
—Te aviso cuando esté todo.
Le tendí un papel y lo tomó.
—A este número. Es el que me proporcionó.
Asintió, justo antes de ponerse los lentes de sol, dar media vuelta y partir. Le observé perderse entre el gentío.
Mi corazón estaba dividido en tantas partes que sentía la fuerza con la que el hilo imaginario de cada una de ella tiraba mientras trataba de mantener todas las piezas cerca y que ninguna se rompiese.
Todo se mezclaba entre euforia y desesperación, porque a medida que la operación llegaba a su final, mis principios habían ya cambiado y todos mis planes se frustraron.
Incluso en esa concreta situación logré tramar algo. Podía salir bien o podía salir muy mal, pero no me importaba. Hasta el punto de redimirme y no poder cometer una locura más. Por última que pudiese llegar a ser.
Y yo había sentenciado a uno para salvar al resto.
***
Todo inició según lo planeado, el problema era que nadie esa noche conseguiría verdaderamente sus propósitos. Y yo la primera, porque lo dejaría todo atrás e iniciaría esa vida que tanto ansié.
Habíamos terminado con el último cártel y el FBI ya estaba actuando. Me comunicaba a través del pinganillo con todos ellos, así como le informé a mi padre qué hacer porque ahora tocaba separarnos. Debía confiar en su inteligencia, porque aún no era su momento. Hoy debía escapar.
Distraje al equipo, llevándoles exactamente hacia donde requería mi plan y entonces llegué a mi destino.
—¡Voy a entrar!
Fue el primero en negarse y hasta lo adoré. Pero yo tenía algo que cumplir a pesar de que habría dejado todo por él; tan sólo él.
Y si todo salía bien, nos reencontraríamos.
Siguieron hablando, negándose a que actuase. Pero lo que ninguno sabía es que todo esto formaba parte de mi plan secreto. Y ya no había vuelta atrás. Mientras ellos discutían, yo ya estaba alistando todo.
—La fortuna es para los valientes —dije entonces, con el corazón a punto de rompérseme. Salía del contenedor tras dejar las evidencias; deshacerme de todas mis pertenencias y las muestras para el futuro reconocimiento. Todo quedó perfectamente preparado según lo planeé. No era una despedida definitiva, pero sí un: hasta que podamos volver a vernos—. No existe ni podemos atraparla. Hay que crearla.
Me quité el pinganillo y lo lancé al interior del contenedor a medida que terminé de salir. Despegué el número de serie que ocultaba el original. ¿Qué pasó? Que oculté el contenedor para esa precisa noche. Así, todo el mundo creería que moriría en el contenedor del último patrón. Yo me encargué de que nadie lo descubriese. Las trampas ópticas a veces son la clave; tan sencillas y eficaces. Nadie reparó en fijarse atentamente y ver que había dos contenedores con la misma numeración. ¿Resultado? Ya no podían localizarme.
Eché a correr a mientras sacaba el mando que guardaba conmigo y pulsé el botón para hacerlo estallar con la bomba que yo misma coloqué días antes.
No había otra forma. Yo jamás sería feliz si no era a mi modo y lucharía por ello hasta el final. Y esperaba que los tres quisieran acompañarme en un futuro.
Mis oídos se resintieron, así como cerré los ojos con fuerza y caí al suelo por la onda expansiva. El calor me abrasó levemente el rostro y los brazos. Me levanté lo mejor que pude y entonces tuve que iniciar mi plan de huida.
Me dirigí al contenedor correcto para esconderme.
Apenas estaba a cinco del que estalló y todo el barullo que creé podía escucharse en la lejanía. Permanecí ahí quieta, ni siquiera sé hasta cuando, pero fue una completa tortura. Sobre todo pensar en él, porque juraría haberle oído llamarme.
Pero tenía que ser fuerte, más que nunca. No podía perder esta jugada, porque era la última. Gracias a Diego y mi farsa, conseguí todo lo que planeé a última hora.
El dinero estaba en una organización que pronto desaparecería y eso haría que la operación terminase de la forma que yo quería. Encontrarían los culpables necesarios, las pruebas necesarias, para que mi plan no se viese perturbado y podrían cerrar el caso en unos días.
El FBI creería que Saúl se llevó mi cuerpo y él creería que lo hicieron ellos. Nadie dudaría, porque ambas partes me enterrarían. Más tarde, como yo ajusté, encontrarían las evidencias de que el responsable de mi muerte y la de Saúl, el robo de dinero y todo, fue cosa de Sebastián y su hijo. Eso es exactamente lo que hice esa noche: cerrar el círculo.
Así que, esa noche no me hice con todo, sino que acabé con todo.
—
¡Hey, hey!
Creo que era necesario este extra. Nuestra querida Lipa nunca dejaba cabos sueltos y en un final tuvo que elegir. Todo siempre planeado.
La historia ha llegado a su fin... No obstante, gracias a todos los que habéis estado en este viaje. Siempre es agradable ver que alguien te lee.
No tengo nada más que decir que adiós...
Hasta que el mataperros quiera cobrarse deudas.
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TODO, POR EL PLAN
General FictionFelipa Cambeiro es raptada cada cierto tiempo, porque es alguien... importante. Pero ¿y si este último rapto tuviese otro sentido, uno que conllevaría a poner en duda sus principios? «Silla. Cadenas. Nada más. No es que no estuviese intrigada, pero...