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Ya había pasado todo un mes. Un mes en el que Dice no me había soltado ni por un segundo. Si saben a lo que me refiero.

Después de nuestra boda, nuestra rutina se basaba en despertar, ir a bañarnos juntos, comer juntos, hacer prácticamente todo juntos.

Él iba a cumplir sus deberes como el alfa líder de la manada y yo jugaba con los niños o ayudaba a los demás en la aldea. A veces salíamos por el bosque a pasear y me regalaba flores. Me hacía mimos y por las noches... bueno, eso ya es otro tema.

No me cansaría nunca de esto. La semana pasada pasamos mi celo juntos. Sinceramente no recuerdo todo, pero se que fue especial. Esa noche hizo la marca definitiva que unía a Alfa y Omega. Ahora estaba unido a Dice de por vida.

Oh, se me olvidaba. En unas semanas será la boda de Danna y Naomi y estoy tan emocionado por ayudar. Ellas merecen ser muy felices.

—Bueno, ¿y que vas a hacer hoy?— preguntó a mi lado Dice.

Eran apenas las primeras horas del día. Todavía no me había levantado de la cama pero él estaba listo. Debía salir a cazar hoy con algunos de la manada y me tocaba quedarme frente a la aldea.

—Supongo que jugar un poco con los niños y ayudar a la manada— respondí alegre.

Me encantaba jugar con los niños. Tenían una gran imaginación y eran muy curiosos. Siempre me preguntaban sobre el mundo de los humanos.

—Está bien. Dejo la manada a tu cuidado— besó mi frente y se fue de la cabaña.

No era la primera vez que pasaba. Dice tenía que salir a cazar y yo me quedaba a ayudar. Por supuesto, recibía ayuda de otros alfas y betas en lo que era la seguridad de la manada.

Me terminé de alistar y también salí. Vi a algunos alfas y betas ponerse en fila y transformarse para ir a cazar. Entre ellos Dice, que era quien guiaba la expedición. Lo saludé con la mano mientras sonreía. Me devolvió el gesto en su forma lobuna. Luego todos partieron hacia el bosque después de gritar buena suerte.

Estuve ayudando un poco a las omegas que cocinaban y a algunos betas que construirán nuevas estructuras. Al parecer estaban haciendo un parque de juegos para los niños, al estilo humano. La manada se estaba agrandando, pronto podríamos ser una civilización completa.

Luego salieron los niños a jugar y como siempre me arrastraron a sus juegos.

—¡Kotarou! ¡Juguemos!— dijeron todos.

—¿Qué quieren jugar?— pregunté.

—¡Escondidas!— gritaron todos emocionados.

—Pero no se adentren en el bosque— advertí.

Todos asintieron. Eran niños responsables y siempre me hacían caso. Por supuesto me tocaba contar a mi primero. Era un poco de ventaja para ellos porque no tenía el olfato de un lobo y por lo tanto no podía rastrearlos a menos que liberaran fermonas. Pero siempre los encontraba fácilmente.

— 3, 2, 1 ¡Ahí voy!— avisé después de contar.

Empecé a buscarlos. Aunque sentí como que me observaban. Al principio no le di importa porque pensé que eran los niños escondidos. Pero aún teniendo los a todos a mi lado después del juego seguí sintiendo esa sensación. No sabía de que se trataba.

—¡Hora del baño!— gritó la madre de uno de los niños.

Era hora de que todos fueran al río. Los niños se bañaban con los omegas. Está vez decidí ir con ellos. No me daba buena espina el ambiente.

Todos partimos al río. Los niños tenían mucha energía. Tomé a Azael de la mano para que no se perdiera. ¿Es algo así como instinto materno? Puede ser. Después de todo soy un omega y el un pequeño niño huérfano.

Llegamos al río y todos se metieron a bañar. Naomi de vez en cuando se reía de mi vergüenza. Todos se ayudaban entre sí a lavarse el cabello. Azael me ayudó a mi. Fue muy lindo.

De repente le entraron ganas de orinar. Salió desnudo del río y se escondió entre unos árboles a hacerlo. No pude seguirlo con la mirada después.

Pasaron unos minutos y Azael no regresaba. Me empezaba a preocupar en serio. Avisé a los demás quienes también se alarmaron.

Todos salimos del río y comenzamos a buscarlo. Maldije no poder olfatear su ratro. Naomi se unió a mi, les dijo a los de la manada que volvieran, que nosotros buscaríamos Azael. Todos volvieron preocupados.

Naomi me dijo que encontró el rastro de Azael, pero que también había olor a otro lobo, un macho alfa desconocido. Me asusté por eso. ¿Un alfa solitario se había llevado a Azael? No otra vez.

Naomi y yo nos arriesgamos a seguir el ratero. Sabíamos que sería peligroso ir nosotros dos solos, pero no podíamos involucrar a toda la manada y mucho menos a los niños.

Llegamos a una parte escondida del bosque. Ahí pude oler las feromonas de miedo de Azael. Estaba cerca, muy cerca. Nos adentramos más con sigilo, Naomi sentía al alfa cerca.

Pasando cerca de algunos árbol escuchamos un quejido de cachorro. Naomi y yo nos alarmamos y empezamos a buscar apresuradamente por los alrededores. El quejido se había escuchado muy cerca.

Segundos después noté una pequeña bola de pelos rubios dentro de un árbol, en un hueco pegado a la tierra. Me agaché a verlo. Eran Azael en su forma de lobo.

—¡Azael!— exclamé de emoción y alivio.

El pequeño lobo me miró y se aferró a mi. Pronto llegó Naomi a nuestro lado.

—Estaba tan preocupado— comencé a llorar dejando salir todo el estrés que había contenido.

—Hay un rastro muy fuerte de Alfa. ¿Azael, quién te secuestró?— preguntó Naomi.

—Un lobo gris— lloró el pequeño.

Naomi y yo nos miramos sin entender. Nos levantamos para irnos a la manada nuevamente. Pero fuimos detenidos por una voz ronca y que me sonaba bastante familiar.

—Así que si viniste por el niño. Jamás pensé verte tan desesperado por encontrar a alguien que no es de tu familia—

 Jamás pensé verte tan desesperado por encontrar a alguien que no es de tu familia—

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El Omega del jefe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora