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—Así que si viniste por el niño. Jamás pensé verte tan desesperado por encontrar a alguien que no es de tu familia—

Esa voz resonaba en mi cabeza, como si la hubiera escuchado antes. Volteé rápidamente a ver al dueño y me encontré con un lobo gris con una cicatriz en su ojo izquierdo y una oreja dañada. Naomi se puso en guardia.

—¿Qué quieres de nosotros? ¿Por qué secuestraste al cachorro?— gruñó mi amiga.

—Solo quería ver a mi hijo nuevamente— mencionó.

¿Hijo? ¿Se refiere a Azael?

—Has crecido mucho desde la última vez que te vi— habló mirándome.

Vi sus ojos fijamente. Ojos lobunos igual a los míos. Luego el lobo tomó forma humana. Caí sentado en el suelo del impacto. El lobo... ese lobo era mi padre.

Naomi se preocupó y se arrodilló a mi lado. Azael se escondió tras mi espalda.

—¿Kotarou? ¿Que sucedió?— preguntó Naomi.

—¿Papá...?—

Lo recordaba. No hacía mucho que se fue, y no ha cambiado mucho desde entonces. Pero ¿por qué ahora? ¿Por qué así? Tenía muchas preguntas en mi cabeza en ese momento.

Noté que los ojos de mi padre se llenaban de lágrimas.

—Me alegra encontrarte por fin. No sabes lo preocupado que estaba al regresar a casa y que ni tu madre ni tu estuvieran ahí— habló.

—¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿¡Por qué nos abandonaste!?— me había levantado y lo había encarado.

—Prometo que te contaré todo con calma— dijo. —Y perdón por secuestrar al niño. Era la única manera de separarte de la manada— se disculpó.

Acaricié los cabellos de Azael que seguía un poco asustado. El pequeño asintió.

—Bueno, empieza a hablar— dije.

—Hace años yo...—

Pero no pudo terminar. Un lobo se abalanzó sobre él tumbandolo bruscamente al suelo. Ese lobo era Dice. Se veía furioso. Creía que mataría a mi padre.

—¡Dice espera!— grité tratando de detenerlo.

Pero no me escuchó.

Mordió fuertemente el brazo de mi padre, como si se lo fuese a arrancar.

—¡Dice ya! ¡¿No ves que hay un niño?!— grité furioso.

El lobo volteó a verme enojado. Luego se relajó un poco al notar que era yo.

—¡Suéltate el brazo a mi padre en este instante!— ordené.

Dice lo soltó poco a poco. Naomi aún estaba procesando todo y Azael se asustó aún más. Se aferró a mi pierna tembloroso.

Dice tomó forma humana y caminó hacia mi con las orejas gachas. Me miró suplicante. Golpeé ligeramente su cabeza y luego lo acaricié.

Ayudé a pararse a mi padre. Su brazo estaba sangrando.

—Perdón suegro. Es que pensé que era algún carroñero— sonrió Dice, aunque sus ojos no estaban sonriendo.

—No hay problema. Espera... ¿¡Suegro!?— exclamó mi padre.

Dice rió un poco. Luego le ofreció llevarlo a la manada para curar su brazo. Eso hicimos.

Cuando volvimos todos en la manada estaban preocupados. Los niños rodearon a Azael y lo abrazaron. Danna enseguida abrazó a Naomi. Dice y yo guiamos a mi padre hacia nuestra cabaña. Los lobos nos miraban confundidos.

Cuando estuvimos dentro me encargué de curar el brazo. Mi padre me debía muchas explicaciones, porque sinceramente, no entendía nada de lo que estaba pasando.

—¿Y bien?— dije mientras vendaba su herida.

—Primero que nada pido perdón por haberlos abandonado. Aunque hay una razón muy grande para eso— bajó sus orejas.

—Habla—

Dice estaba del otro lado de la habitación por si algo ocurría. Papá tomó aire y empezó a contar.

—Como ya sabes soy un lobo. Me inserté en la sociedad humana para vivir mejor. Tu madre sabía mi secreto desde el principio— comenzó

Lo escuchaba atentamente. ¿Que razones serían lo suficientemente fuerte para que el nos abandonara?

—Te tuvimos a ti. Eres un híbrido, aunque eso ya debes saberlo. Te lo ocultamos toda la vida porque no queríamos causarte problemas. Pero luego llegaron ellos...— hizo una pausa.

—¿Ellos?— preguntó Dice.

—Cazadores. Se habían enterado de un lobo infiltrado en la ciudad. Para protegerlos desaparecí. No le dije nada a tu madre porque era mejor que no supiera todo. Pasé estos últimos años escondido hasta que la amenaza pasara—

Ahora entendía una parte. ¿Pero por qué no decirle a mi madre? Eso solo género un odio innecesario hacia él

—¿Y por qué volviste?— pregunté

—Después de tantos años la amenaza debió haber pasado. Volví a buscarlos, pero ya no estaban en esa casa. Pensé que se habían mudado, pero no había rastro que seguir. Volví al bosque sin esperanzas de encontrarlos, y luego te vi, en el lago. Parecías mayor, pero era obvio que eras tú. Tu olor te delataba— concluyó.

—¿Y por eso secuestraste a un niño?— pregunté.

—¿Secuestró a un niño?— preguntó Dice.

—No entremos en detalles— dije para que Dice no se alterara.

—Si, eso... Fue lo primero que pensé para hablarte— sonrió avergonzado.

—Bueno, eso ya no importa. Pero te disculpas con Azael— ordené.

Mi padre asintió. Luego miró a los alrededores.

—Vives en un lugar muy bonito. Ahora solo falta encontrar a tu madre—

Bajé la cabeza triste. Papá todavía tenía esperanzas de encontrar a mamá.

—Papá, mamá ya no...— cayendo y miré al suelo.

—Oh...— él pareció entender.

Se levantó y me abrazó. Dios, como extrañaba un abrazo paternal. Había perdido a mi madre, pero había recuperado a mi padre.

—Vamos, tengo mucho que contarte— dije.

Ahora por fin tendría a alguien de mi familia en la manada. Solo espero que acepten.

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El Omega del jefe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora