🌿 CAPÍTULO 12 🌿

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El silencio de la noche reina entre nosotros, a una distancia para nada prudente.

—Siempre he querido hacer esto. —la sonrisa que tuvo desde que nos apartamos es la misma que mantiene en su rostro al declarar aquello.

—Oh —es lo único que logro decir —. Mejor vamos a dentro, hay que evitar problemas.

Me remuevo inquieta, vale, si debo admitir que tenía curiosidad por como sería besarlo en algún instante, pero ya pasó, y aunque muy seguramente volvería a dejarlo besarme, por ahora prefiero analizar lo que se supone que acaba de pasar.

Entramos unos segundos luego, cerramos la puerta con el mismo sigilo y cuidado con el que se abrió, y pasamos de largo.

—Nos veremos luego, Lena.

—Adiós.

Le sonrío apenas, y entro a paso apresurado a mi habitación, subo sobre mi cama con cuidado de no despertar a ninguna de ellas, me cubro de pies a cabeza, e intento ignorar todo pensamiento loco que pasa por mi mente, si antes no podía dormir, ahora ya no sé qué se supone que haré.

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Hoy decido ponerme un vestido de un tono oscuro que va pegado a mi cuerpo, acompañado del abrigo que no es exactamente mío, pero que me ha gustado como me queda, justito el que Arthur había dejado y mis primas me habían mostrado. Envuelvo las trenzas en un moño alto, calso mis pies con unas simples sandalias negras, y me doy un breve repaso en el espejo. Salgo de la habitación y tomo una de las sillas de la sala principal y la dejo fuera, en el espacio en el que mi tío suele dejar su camioneta de vez en cuando.

El atardecer está desapareciendo, es uno de esos días en los que espero que sean las seis de la tarde para ponerme alguna vestimenta con la que me sienta bonita, y sentarme fuera, a mirar los autos y personas que pasan.

La oscuridad cubre por completo un rato después, indicando que seguro son las siete de la noche ya, me acomodo, y levanto la mirada cuando escucho pasos acercarse.

Una mujer de un tono casi rubio con ojos café y cabello platinado camina hacia mi, con una leve sonrisa y una mochila pequeña oscura colgada de su hombro. Me levanto de un salto y sonrío, hoy ha llegado más temprano.

—¡Tia! —me emociono.

—Hola querida —pasa a mi lado y la ayudo con las cosas que lleva en mano, son más de una, sin contar la mochila— ¿Que haces afuera?

—Nada interesante —La sigo adentro.

—¿Cómo la estás pasando?

—!No me puedo quejar.

—Eso me alegra.

—¿Dónde pongo esto tía? —pregunto cuando la veo con intención de entrar a su habitación olvidando lo que llevo en mano.

—Eso en el refri, intenta organizarlos, son para cocinar mañana, es mi día libre.

—Vale.

La veo entrar y yo hago lo que me dice, trajo verduras, vegetales, y una que otras frutas. Las organizo dependiendo de lo que sean para que no se mezclen o hagan una revuelta y al terminar vuelvo al lugar en el que estaba, al salir me encuentro ciertas siluetas del otro lado de la calle que voy reconociendo mientras me acerco.

Aquel Inolvidable Verano© (Completa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora