El comienzo

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EL COMIENZO.

Después de dos años de pandemia, por fin podía Bonnie regresar a la preparatoria, claro con restricciones como, por ejemplo: el uso de cubre bocas y el hecho de ir solo dos días por semana y grupos de solo 15 alumnos. También volvería a sus actividades en la fundación de asistencia social en la que está.

Bonnie.

Mis días de asistencia en la preparatoria eran los lunes y martes, para mi fortuna mi mejor amiga desde la secundaria había quedado en el mismo salón que yo, así que no estaría sola entre compañeros que no conocía. Al menos estaba pasando algo bueno después de tanto tiempo sin salir a nada más que lo estrictamente necesario.

* * * *

En la fundación también se habían reanudado todas las actividades pues tras el covid-19 todas las acciones habían parado, pero ahora eso quedaba atrás y regresaría a hacer lo que me gusta tanto que es ayudar a los demás siempre que pueda.

Tome el teléfono y llame a la encargada del área en la que yo estaba, quería saber cuándo podía ir y bajo qué medidas. Respondió al primer par de timbres.

-bueno buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte? - dijo de manera muy amable. - Buenas tardes, quiero saber ¿qué día puedo presentarme en la fundación? - conteste con ansiosa. –de hecho, hoy tendremos una actividad que consta de llevar algún tipo de alimento a personas mayores para ayudarles un poco, salimos de aquí a las cuatro de la tarde, puedes asistir ya – dijo con un tono dulce. –ahí estaré, gracias, hasta luego- respondí amable.

Al terminar la llamada comencé a buscar las cosas que llevaría para los viejitos que iríamos a ver, pero la voz de mi mama me interrumpió. –¿A dónde vas? ¿y quién te dio permiso? - pregunto con su tono autoritario y un poco cargado de molestia. –voy a la fundación, te pedí permiso ayer. - conteste con algo de nervios. – No recuerdo que me hayas pedido permiso, pero vete total siempre haces lo que te da la gana allá tú- me respondió a modo de reclamo, así que solo tome mis cosas y me fui; odiaba que ella me dijera eso como si en realidad siempre hiciera lo que yo quería, sin reconocer que la ayudo a cuidar de mis hermanos desde que mi papá nos abandonó hace siete años.

Llegué faltando veinte minutos para las cuatro era raro estar ahí formando parte de una acción tan noble, al estar ahí vi a personas nuevas entre ellas una chica muy linda de pelo lacio largo y piel morena, se colocó frente a mí y se presentó.

-Hola soy Rubí- dijo de forma cortes. -Un gusto soy Bonnie- añadí con una ligera sonrisa. –El gusto es mío. – sonrió.

De pronto llego Luciana la encargada del grupo de jóvenes y nos indicó a que camioneta subir para ir con los ancianitos que visitaríamos, para intentar darles un poco de alegría. Llegamos al asilo y nos recibió la directora del lugar agradeciendo nuestra presencia, hicimos algunos juegos con ellos y pasamos a acompañarlos a cenar.

Al pasar un par de horas conviviendo con los viejecitos y escuchando sus historias prometimos volver a ir a verlos; Luciana la encargada nos llevó de regreso y después cada quien tomo camino hacia sus respectivos hogares.

En mi casa todo estaba igual a como lo deje, mis hermanos con sus celulares y mi madre en su cuarto aun molesta.

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¿Te amo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora