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Haerin miró su reflejo en el espejo con amargura. Se sentía fea, pero ni siquiera hizo el esfuerzo de ponerse máscara para pestañas. El cuerpo le dolía y no sabía si era por lo mal que durmió todo el fin de semana o por lo triste que se sentía.

No solo eso, no era solo tristeza, era vergüenza; patetismo.

Se atrasó un poco en la ducha, así que su madre ya se había ido junto al señor Kang. Ahora tendría que irse en transporte público y tampoco le animaba la idea.

Enganchó su mochila al hombro y salió de casa, sin ganas de desayunar.

—¡Extraña!

Haerin volteó a la ya conocida voz y por un instante, su vida no pareció tan terrible. Sejong estaba con una jardinera que le quedaba un tanto pequeña, sin playera que ocultara su trabajado pecho. En el piso vio unas tablas de madera, herramientas y una regla junto a un lápiz. La curiosidad se insertó en ella y se acercó al muchacho de cuello tatuado.

—Buenos días, extraña y vecina —limpió sus manos en la tela y le sonrió, aunque el gesto duró poco—. ¿Qué ocurre? ¿Por qué esa cara?

Haerin lucía mal. No mal de fea (eso jamás), sino de cansada, abatida.

—Nada... Es solo que... —apretó sus puños—, tengo miedo. No quiero ir a la escuela.

Sejong le dedicó una mirada de aflicción.

—¿Por tu chica?

—¿Mi chica? —rió con sarcasmo. Danielle no era su chica.

—Lo siento, por Danielle.

—S-sí, por... ella —se le cortó la voz y Sejong se apresuró en darle un abrazo.

El domingo ambos jóvenes pasaron la tarde juntos, Haerin lo había invitado cuando se lo encontró sacando la basura y pronto tenía a Sejong fumando en su terraza mientras compartían una divertida y agradable conversación. No decía mucho acerca de su vida, por lo que Haerin sentía que debía contarle todo de ella para que le tuviese confianza, aunque la mera verdad es que, además de ser un hombre cerrado, Sejong prefería mil veces oírla hablar, mientras se veía feliz, a que contarle de su pasado.

En esos dos días habían logrado formar una amistad que ninguno esperó, pero disfrutaron sin duda.

—T-tengo miedo, extraño... Terror —sollozó y quiso golpearse por ser tan sensible—. No sé qué hacer con D-Danielle y... y...

—Tranquila, respira.

La pegó más a él, ayudándola con un ejercicio de respiración. Si Haerin seguía hablando del tema, explotaría, y Sejong creía que Haerin se merecía un descanso de la pena.

—No q-quiero ir...

—Mira, haremos una cosa —se separaron y él fue hasta las cosas que tenía sobre el escalón, agarrando el lápiz azul—. Te dejaré mi correo, escríbeme cuando desees, hoy tengo libre.

Y sin esperar respuesta, estiró el brazo de Haerin, escribiendo su email completo. La letra era grande y marcada, pero Haerin la entendía.

¿Por qué su email y no su número o alguna red social? Kang no lo sabía, pero de alguna forma, le gustó mucho más eso. Hablar por email.

—Gr-racias, extraño.

—De nada, extraña.

***

En cuanto llegó a la escuela, Hyein y Minji saltaron hacia ella.

No supieron nada de Haerin en todo el fin de semana, sumado a las palabras de Danielle, tenían mucha intriga.

—¿Qué ocurrió entre tú y Danielle? ¿En serio intentaste besarla?

heterocuriosa (al peo) | daerin auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora