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A las cinco y media de la tarde, sin hacer mucho realmente, decidieron tomar una siesta, o eso fue lo que le dijo Haerin a Danielle.

Esperó pacientemente a que la mayor se quedara dormida y cuando notó su respiración relajada, se levantó en silencio, tomando otra ducha y vistiéndose con un pantalón de buzo y una sudadera ancha.

Arropó a Danielle antes de salir, y ya en la puerta de su casa, caminó menos de diez pasos hasta llegar a la vivienda de su vecino.

—Haerin —Sejong habló con sorpresa, pareciendo, francamente, aliviado de verla. Traía puesta una musculosa negra, con unos pantalones parecidos a los de Hae, y llevaba moradas ojeras bajo sus ojos. Estaba cansado, al igual que ella—. Estaba preocupado, joder, pasa —se movió, saliendo del trance y cerró la puerta después.

Haerin lo miraba con ojitos perdidos.

—¿Y tus abuelos?

—Durmiendo la siesta. ¿Y Danielle?

—Durmiendo la siesta —respondió, y soltó una risita débil, aunque la borró cuando vio los preocupados ojos del tatuado.

—¿Sigue contigo? ¿Te hizo algo? —la tomó de los brazos, revisándole el rostro—. No sabes las veces que pensé en tocarte la puerta. No pude dormir, extraña. Me estaba volviendo loco.

La menor cerró los ojos unos segundos, disfrutando el tacto de esos ásperos y largos dedos, y sobre todo, disfrutando el tener a alguien que la cuidase. Ella pasó día y noche cuidando a Danielle, y recibir esa atención ahora se sentía bien.

Quería largarse a llorar, pues tenía que contarle la verdad de todo lo sucedido, y sabía que al muchacho no le gustaría oír que perdonó a Danielle sin pensarlo y terminó cayendo en sus redes ahora con, probablemente, el triple de intensidad.

—Lo lamento... No quería que lo de anoche se saliera de control. Nunca esperé que ella... —recordando el dolor que Danielle fue capaz de provocarle, su voz se rompió y el conocido ardor de garganta le irritó los músculos—. Ella... Al inicio fue difícil, pero pude acostarla. Luego, al día siguiente... No te gustará oírlo, extraño —sorbió su nariz, alzando el rostro para conectar sus miradas. Las lágrimas ya habían humedecido sus mejillas y no se sintió lista para admitir lo estúpida que fue, y siempre sería con Danielle.

Sejong suspiró antes de abrazarla, apoyando su mentón en la cabecita de Haerin.

—Bien, déjame prepararte una bebida caliente y me cuentas. Ven —le tomó la mano, dirigiéndolos a la cocina, y luego de Haerin tener un té en mano y él un café cargado, fueron a la terraza para conversar.

Por supuesto que Sejong se molestó con su reciente amiga cuando le contó todo lo sucedido, pero fue más que eso: en el fondo, Sejong sintió lástima por Haerin.

Se conocían hace poco, muy poco de hecho, y Haerin, en cualquier otro caso, le hubiera parecido desagradable que un casi extraño la regañara por las decisiones que tomaba en su vida personal. Es decir, se conocieron en un bar, ¿qué tenía que andar opinando ese tipo tatuado?

Pero no fue así. Es más, lejano a aquello, Haerin oyó atentamente las palabras de Sejong, sus opiniones y consejos. Para la chica, Sejong era alguien quien deseaba escuchar.

—¿Qué haré contigo, extraña? —dijo Sejong, apagando el cigarro y pasando un brazo por el hombro de Haerin, que rió con tristeza y apoyó la cabeza en su hombro, sin saber qué responder en realidad.

Se quedaron allí, en silencio, viendo el agua correr dentro de la piscina. Solo dos personas con problemas distintos intentando sobrevivir.

***

heterocuriosa (al peo) | daerin auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora