CAPÍTULO 1.

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MAGNE

 
Mis piernas ya no podían más, pero las obligué a seguir a pesar del cansancio y el dolor que gritaba mi cuerpo. Mi garganta estaba seca y cada bocanada de aire se había vuelto afilada y desgarradora. Seguí corriendo mientras las ramas arañaban la piel de mi rostro y de mi cuerpo, pese a que cada paso se había vuelto lamentable.
 
Mis pies apenas tocaban el suelo, lleno de hojas y troncos caídos mientras corría por el espeso bosque; una parte de mí lloraba y gritaba para que me detuviera a recuperar el aliento y descansar, pero no podía hacerlo o me encontrarían y me cazarían como a todos los demás y moriría, eso era seguro.
 
Me obligué a seguir corriendo en aquella oscuridad que parecía suspirar y susurrar pesadillas. Mi corazón golpeó con fuerza contra mis costillas, pero se detuvo cuando el primer aullido cortó el silencio de aquella noche y me detuve en seco, escuchando cómo se unían más aullidos al primero. No, no era solo uno de esos perros, no, eran muchos, muchos de ellos. 

Y en algún momento el único sonido que logré escuchar fue ese, el de esas malditas bestias. Lo sentí en mis huesos, en mi piel y en cada rincón de mi cuerpo; una parte dentro de mi desgastada alma se rompió ante aquello y las lágrimas se deslizaron frías sobre mis mejillas. 

Respiré hondo cuando escuché sus pesadas pisadas siguiendo mi rastro y la oscuridad pareció derretirse bajo la luz de una docena de antorchas brillantes. Podía quedarme ahí y esperar a que los perros me encontraran y me hicieran pedazos o podía seguir corriendo y llegar al límite del territorio entre Artem y Vilém; la decisión era sencilla, así que seguí corriendo. 

Escuché el cuerno de caza que sonó detrás de mí, escuché mi nombre siendo llamado a gritos y las risas, escuché también los cascos de los caballos que se acercaban con demasiada prisa, seguí y seguí corriendo y quizá ese fue mi error. Mis pies no encontraron nada sólido y el agua tocó mi piel, fría y extrañamente viva. El grito se quedó atorado en mi garganta y me hundí en ella.

Mis pies tocaron el fondo fangoso y oscuro. Me impulsé hacía arriba con ambas piernas y subí de forma lenta; el agua me llegaba hasta la cintura, pero aquella agua parecía serlo y al mismo tiempo no lo era. Mis dientes castañearon y pude escuchar a los perros cada vez más cerca. Avancé lentamente buscando la orilla, pero ahí donde había dejado la tierra firme ahora solo había agua y más agua; el pánico comenzó a subir por mi garganta. 

Busqué desesperada un lugar por donde escapar de aquello, pero solo había oscuridad y sombras que se alargaban; el agua pareció moverse y ondular frente a mí y a mi alrededor. Me di cuenta que ahora ya no estaba hundida hasta la cintura; el agua ahora me llegaba hasta el pecho. 

"Magne"

Una voz que llamó mi nombre, una voz que era joven y vieja al mismo tiempo; un escalofrío corrió por mi columna vertebral cuando el agua frente a mí había dejado al descubierto un par de ojos amarillos que me miraban sin pupilas. 

"Magne"

De nuevo la voz que se deslizaba como terciopelo y al mismo tiempo como una daga afilada y que parecía salir de aquella criatura oscura que me miraba y me miraba. Los perros aullaron otra vez más cerca y la criatura sonrió, una sonrisa que iba de lado a lado de su cara y que de alguna manera no tenía principio ni fin. 

Un parpadeo después, y la criatura había desaparecido bajo el agua una vez más, mi cuerpo entero tembló y recé a lo que sea que nos protegiera en ese mundo cruel para no volver a verlo. El agua de aquel extraño lago emitió un suave susurro que tenía más similitud con una risa. 

"MAGNE" (EDITANTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora