CAPÍTULO 8.

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—MAGNE—

Una caricia del viento alborotó mi cabello y con ello una palabra con la voz profunda de Kivelä: "corre".

Mis piernas se pusieron en movimiento antes de que me diera cuenta y ya estaba corriendo. Las ramas de los árboles abofetearon mi rostro y mi cuerpo. Escuché a Ludék lanzar una maldición detrás de mí y luego comenzó a correr. Si era como Kivelä, no tardaría en alcanzarme y destrozarme.

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—KIVELÄ—

La vi desaparecer por la línea de árboles, por el camino que iba directo a Vilém y al hueco que antes había abierto para entrar ahí.

Mi propia promesa de cazarla si corría se disparó por mi cuerpo, dolorosa y punzante y todos lo sintieron, olieron la muerte en mí, se estremecieron y sisearon, los ojos felinos de Kallela giraron para mirarme y la sorpresa se clavó en su hermoso rostro, pero también el odio puro. El viento susurró una nota triste y mi cuerpo ardió en deseo de comenzar la cacería, porque sí, muchas de estas promesas no eran en vano: ellas llevaban poder y podían marcar a quien la recibiera de forma casi permanente.

—La marcaste, ¡tú, maldito! —gritó Kallela mientras la oscuridad lamía sus pies e iban subiendo por su cuerpo con cada latido.

Freyr acarició la parte oscura de mi alma; me volví para mirarla. Tenía aquella forma que tanto alegraba a mi corazón, la forma con la que yo la había conocido hace ya mucho tiempo atrás.

—Te amo, Kivelä —susurró a mi oído con voz de seda, joven. Los demás retrocedieron un poco ante aquella afirmación.

—También te amo, Freyr. —Suspiré y ella volvió a fundirse con el lago, dejando en mí un vacío físico y mental.

—¿Qué es esa chica? —preguntó Karyna y sus ojos tan negros como la noche escanearon mi rostro; su nariz se arrrugó cuando mi cuerpo lanzó otra oleada de furia contenida...

—¿Por qué lo hiciste, ser despreciable? —preguntó a su vez Kallela; su cabello brillaba como sangre fresca, era tan bella, pero al mismo tiempo tan brutal.

—Estaba aburrido —mentí con una sonrisa de lado y sentí el grito en mis huesos cuando una flecha atravesó la pierna de Magne. Kallela lanzó una carcajada a la oscuridad.

—Pronto estará muerta —anunció con una sonrisa de colmillos brillantes. Pero Magne no se había detenido todavía, podía ver fragmentos sobre el lazo que nos unía en aquella promesa; seguía corriendo a la brecha del muro y si la alcanzaba antes de que Ludék y yo la alcanzaramos, estaría a salvo y bajo la protección de nuevo de Vilém e incluso mi promesa de cazarla debía respetar las reglas de mi territorio. Esperé mientras algo dentro, muy dentro de mí, quería escapar y correr.

Entonces, antes de empezar la cacería, lancé otra promesa que se aferraría a aquellos tres seres sin contemplaciones y que los seguiría para siempre.

—Cualquiera de ustedes que vuelva a ponerle una mano encima a Freyr lo mataré, no me importa si eso viola el tratado de paz entre nuestros territorios y en Herleit —dije y el silencio se hizo pesado en los tres.

—No puedes hacer eso...

—Tú tampoco podías sentenciarla a muerte; ella es más antigua que las cortes, mucho más antigua que todos ustedes juntos. —Señalé a cada uno de ellos y las llamas ardieron en mis manos frías y crueles—. La próxima vez que esto suceda con mi pareja, no me detendré hasta matar al culpable. —Y la amenaza y la promesa brillaron con fuerza sobre cada uno de ellos, una promesa que no iba a romperse a menos que yo quisiera o que buscaran protección en Vilém.

"MAGNE" (EDITANTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora