CAPÍTULO 9.

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—KIVELÄ—

Mis garras desaparecieron cuando me di cuenta que estaba muriendo; el poder que había dejado fluir hacia ella salió de su cuerpo con fuerza y volvió a mí de golpe.

Lo que quedaba de ella era solo un suspiro de vida y había vuelto a su forma original a la de la joven perdida y ahora la oscuridad, la otra cosa dentro de ella, parecía haberla abandonado de alguna manera extraña..., demasiado extraña.

Solté su cuello y su cuerpo cayó pesado sobre el suelo con un golpe seco... Fue entonces que su rostro se contorcionó en una sonrisa cruel y el grito que salió de ella no era humano; era más bien el de un animal herido y al borde de la muerte. Y aquel grito hizo eco y corrió libre por la tierra y por todo el continente de Herleit y a todas las criaturas viejas de esta tierra ese grito y a las bestias que habían despertado con él...

Y allá, a través del mar de Kahl, las olas llevaron el grito hasta las islas gemelas, hasta Amélie y Eide... Y algo que estuvo dormido durante miles de años despertó de su larga siesta y lanzó su poder como sangre fresca para recibir aquel grito, aquella llamada a casa; las islas gemelas le dieron la bienvenida y sus ojos miraron directo y una vez más hacia Herleit, pasando por cada uno de los territorios hasta llegar a Artem y a mí.

Magne, no; la criatura dentro de ella había despertado a los monstruos de las islas gemelas y ahora no habría más paz porque ellas sabían que estaba aquí y que gracias a mi indecisión al no matarla había llamado a sus creadores y ellas nos habían mirado de vuelta.


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"MAGNE" (EDITANTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora