Ahogando las penas

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En aquella ocasión el local estaba más vacío de lo que recordaba. Supuso que después de los exterminios los pecadores acudían en bandada a los bares para celebrar que no habían sido exterminados y que lo que se encontraba en ese momento era el ambiente natural del local.

Aún un poco cohibida por el ambiente nocturno del Infierno, se acercó a la barra para pedir lo mismo que había tomado la primera vez que entró. El camarero la analizó de arriba a abajo y se marchó para prepararle la bebida. Al contrario que la otra vez, el demonio se tomó su tiempo en servirle.

—Anda, pero si es mi amiga la desahuciada.

Una voz estridente resonó por todo el local. Los demonios del bar se quedaron en silencio, algunos intentaron escapar aterrados, mientras aquella presencia se adentraba en el lugar. Lute conocía aquella voz, era la demonio risueña que había conocido la última vez que fue a aquel bar. En esta ocasión ya no iba con la cara tapada. Ahora podía ver perfectamente, su piel morena, su pelo rosado atado en dos coletas y el maquillaje como si fuera una especie de arlequín pero todo con mucha elegancia y, al igual que la última vez, no soltaba su móvil en ningún momento. Si no fuera por la característica voz de la demonio, no la hubiera reconocido.

La chica se acercó con paso seguro a Lute y le dio unos golpecitos en la espalda antes de pedirle una copa al camarero que la atendió con velocidad.

—Tienes mejor cara que la última vez que te vi. Me alegro que las cosas te vayan mejor.

—Sí, bueno. Supongo que las cosas han mejorado de alguna manera, a pesar de estar en el puto Infierno —le respondió.

—Si te las sabes apañar este sitio no está tan mal, créeme —le dijo la demonio siempre risueña.

—No estaría tan segura —resopló.

Suponía que era porque era la primera persona que había sido medianamente amable con ella en el Infierno y porque también era alguien que no sabía nada de su pasado que hacía que Lute se sintiera segura hablando con esa total desconocida. Al menos con ella no tenía que aparentar la falsedad con la que tenía que estar en el hotel.

—Pero por lo menos ahora tengo donde vivir, aunque esté rodeada de gilipollas.

—De esos hay muchos por aquí.

—Yo creo que estos lo peor —comentó con una sonrisa amarga mientras le venían a la mente los residentes del hotelucho.

—No creo que sean tan imbéciles como los que viven con la princesa. Seguro que a estas alturas hasta tú habrás escuchado hablar de esos pringados.

Lute miró a su compañera de bar con una mirada que lo decía todo.

—¡No puede ser! —Se echó a reír—. ¿Vives con esa niñata?

—Por desgracia —suspiró pesadamente.

—Pues sí que tu vida es una mierda. —La chica no podía parar de reír ante la situación que vivía su compañera de copas—. Oye, siento decirlo pero no pareces de las que se unen a la causa de esa niña. Tú pareces menos patética.

—Y no lo soy —bufó, no le gustaba que la relacionaran con las actividades de la princesa—, pero al menos me dan un techo y algo para comer. Es mejor que ganarse la vida a saber cómo aquí abajo. Aunque también estoy me estoy pudriendo en este estercolero por su culpa así que creo que es lo mínimo que me debe.

Esa era la excusa que se ponía siempre a sí misma para no caer en la desesperación por tener que compartir el techo con Charlie y sus amigos en el hotel del arcoíris y las piruletas.

—¡Dios mío! —gritó la demonio sacando a Lute de sus pensamientos—. ¡Ya decía yo que me sonabas muchísimo! —la chica bajó la voz inmediatamente después de darse cuenta de que estaba gritando—. Eres ese ángel. La que estaba con ese cretino al que apuñaló el mini demonio de Alastor.

Lute entró en pánico por un momento, no sabía si la revelación a la que había llegado su compañera de copas le costaría la vida, el Infierno era impredecible y ella no estaba en la mejor forma desde que la desterraron. Pero en lugar de atacarle, le respondió con la sonrisa cínica con la que le contestaba siempre.

—No es por ofender, pero no eres precisamente la imagen que tenía de un ángel.

—Siento decepcionarte —le dijo, confirmando la teoría de la demonio.

—A ver, no pensaba que la primera vez que viera un ángel vivo sería ahogando sus penas en un bar. Me parece más interesante de lo que había imaginado, la verdad.

—Gracias, supongo.

Ambas siguieron hablando un rato hasta que se dieron cuenta de que el local se había vaciado.

—Anda, ven a tomarte la última en mi casa. Todavía es temprano para que vuelvas al hotel. Además, no siempre se tiene la suerte de hablar con un puto ángel.

Lute aceptó la oferta y siguió a la chica de las coletas por las calles de la Ciudad Pentagrama hasta llegar a una gran torre llena de neones con tres uves en la cima.

—Menuda casa —dijo Lute claramente sorprendida.

—Bueno, es un lugar humilde para quizás los Overlords más poderosos del Infierno —se jactó la chica carente totalmente de humildad.

—¿Overlord?

—¿Pero es que en el Cielo no sabéis nada de lo que pasa aquí abajo? Así se llama a los demonios con más poder, los que mandamos sobre los demás. Todos nos temes, nos respetan y desearían ser como nosotros.

La verdad es que la información que tenían en el Cielo era escasa y eso nunca le había importado a Lute hasta ese momento. A ella solo le interesaba matar pecadores y le importaba bien poco lo poderosos que fueran. Aunque ahora, parecía alegrarse por haber conocido a alguien importante y no a un alma cualquiera.

—Por cierto —dijo la demonio cuando subieron en un ascensor al interior de la torre—. Me llamo Velvette.

—Lute.

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