Evan Rosier

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La sensación justo antes de ser golpeado por la ola,

Lo vi venir y traté de correr.

Pero estaba atrapado en una cala,

y no había salida.

Las ráfagas de viento azotaban su rostro empapado mientras caminaba. Cada paso era un recordatorio de la humillación que vivió en el que se hacía llamar " su hogar ". Había llegado a su destino sin ningún tipo de expectativa, esperando que lo echaran. Si ni siquiera su padre lo quería cerca ¿Por qué lo haría el chico que lo detestaba?

Si el destino no hubiese jugado sus cartas de forma caprichosa, si no hubiera estado lloviendo, si su padre no hubiera arrojado su celular a la calle, si no lo hubiera dejado afuera bajo la lluvia recia de Agosto, si la casa de Regulus hubiera quedado más cerca, si no hubiera recordado en dónde vivía Evan, si hubiera sido su madre, en vez de él, abriendo la puerta, entonces, tal vez, nunca se hubieran convertido en mejores amigos.

—¿Puedo pasar? —le había preguntado entre temblores—. Solo necesito llamar a Regulus.

La expresión en el rostro de Evan se suavizó al verlo, empapado de pies a cabeza y tiritando del frío. La puerta de madera crujió al abrirse, revelando un refugio cálido y acogedor en contraste con la tormenta que rugía afuera.

—No hagas mucho ruido —le advirtió.

Para su desgracia, o tal vez fortuna, el teléfono de la casa de Regulus parecía estar fuera de servicio. En los siguiente días, descubriría que su madre lo desconectaba por las noches para que Sirius no pudiera llamar a James a escondidas.

—Puedes quedarte aquí, le explicaré a mi mamá por la mañana —le susurró el rubio.

Barty se sintió abrumado por la inesperada amabilidad.

—Está bien, no quiero meterte en problemas, puedo caminar hasta la casa de Reggie.

—¿Bajo la lluvia? —bufó—. Se está cayendo el cielo. Te vas a enfermar.

—No importa —se encogió de hombros, pero se arropó los brazos, extrañando tempranamente el calor del interior de la casa.

Evan lo miró de reojo, tratando de decidir qué partes de lo que decía eran verdad, esperando el segundo en el que flaqueara para aprovecharse de su descuido. Barty, maestro del disfraz que solía camuflarse tras una máscara de humor y petulancia, dejó de lado la armadura de su falsa personalidad, dejando al descubierto una vulnerabilidad que jamás había mostrado a nadie más que Regulus.

—No tienes que ser tan testarudo —le respondió—, no tienes que actuar siempre como si el mundo estuviera a tus pies. Está bien que no lo esté. Si necesitas ayuda solo tienes que pedirla.

Tenían trece años, pero Evan podía ver a través de él.

—No sé por qué vine aquí —respondió enfadado y confundido.

Barty se dio media vuelta y Evan le sostuvo la muñeca, deteniendolo en su lugar.

—Te vas a quedar hasta mañana, no tiene caso que vuelvas allá afuera. Es tarde, es peligroso y estás empapado.

Barty se deshizo de su agarre con un movimiento brusco de su brazo, pero no se movió. Estaba fijo en el suelo. Congelado. Repitiendo en su mente las escenas de lo que había sucedido aquella noche. La verdad era que no tenía a dónde ir, y aquello lo hacía sentir a la deriva, como si el mundo estuviera a punto de acabar para él.

¿Por qué era tan amable?

De repente estaba llorando.

¿Por qué un extraño era capaz de mostrarle más compasión que su propio padre?

There's gotta be somebody for me like that | RosekillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora