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— A veces te odio, Hwang Hyunjin. — Bufó al notar al mayor dormir pacíficamente sobre el sofá en el cual ambos descansaban con anterioridad. El departamento del azabache emanaba un aura extrañamente ajena a la del mayor, como si casi nunca pasara tiempo en aquel lugar aunque toda la propiedad gritara el nombre del ojiazul por donde sea que lo viese. — ¿Qué tanto escondes?

De forma lenta y escurridiza, se levantó poco a poco del pecho de Hwang, hasta finalmente estar sentado en aquella superficie. Observando la expresión de tranquilidad del contrario, podía percibirlo como en el bosque, como si finalmente pudiese bajar la guardia y descansar debidamente en su presencia, acto que era algo inusual a ojos del menor.

En el pasado, no era de sorprenderse que Hyunjin siempre estuviese alerta, debido a cómo había sido educado, era que, de alguna forma, siempre debía estar alerta ante cualquier situación, aunque en dicho momento, incluso Jeongin lo sentía como si fuese la primera vez en mucho tiempo que el azabache podía permanecer tranquilo, como si realmente confiara en su presencia.

Fue inevitable para Yang levantarse de su lugar para comenzar a explorar el lugar. Había despertado antes de lo que tenía previsto, porque aunque realmente estaba cómodo, había sacrificado aquella comodidad por saciar su curiosidad, las miles de preguntas que bombardeaban a su cabeza una y otra vez.

¿Qué era todo eso?

Ese sentimiento extraño en él le decía que algo estaba mal ahí, que habían cosas que simplemente no concordaban, piezas que no terminaban por encajar en todo el rompecabezas de miles de piezas que conformaban a Hyunjin.

Observó aquel lugar extraño, ajeno a él. Los muebles, repisas y paredes que no poseían ni una sola fotografía, nada que revelase algún rastro, alguna memoria ajena, sólo... Esa foto.

Una en la que aparecían ambos cuando eran pequeños, y que sólo hasta ese momento, pudo notar aquella mirada de adoración por parte del pelinegro simplemente por existir, estaba ahí, a su lado, un pequeño Jeongin sonriendo feliz y contento por haber conseguido aquel muñeco de peluche en forma de oso, aquel que aún conservaba en su habitación, en lo más profundo de sus memorias.

Sólo hasta ese momento fue en el que finalmente pudo notar a base de recuerdos lo mucho que Hwang se esforzaba por cumplir con todos y cada uno de sus caprichos sólo por verlo feliz, y que inclusive aquel mal hábito era conservado por él hasta la actualidad.

Fue imposible para el rubio no tomar aquella fotografía, sintiendo una paz extraña, una que le resultaba ajena, ya que no comprendía esa mezcla de sentimientos, tan reconfortante que era extraño para él volver a sentirlo después de mucho tiempo.

Con cariño, dejó aquel lindo recuerdo en la repisa donde lo encontró para seguir explorando el lugar. Finalmente llegó a aquel ventanal grande, notando las escaleras que posiblemente daban paso a la habitación del mayor. Su paso fue lento, hasta finalmente llegar a aquella vista, que era abrumadora.

Se encontraban en el doceavo piso de aquel lugar. La vista de las luces de la ciudad y la caída de la mitad de la noche era evidente, sintiéndose casi como un sueño, uno que ya había vivido sin realmente haberlo hecho. Su mano se pegó al cristal de aquella superficie que daba vista al exterior, siendo tiempo suficiente el que pasó ahí como para perderse en su propia mente.

¿Qué acaba de ocurrir realmente?

Era consciente de lo mucho que Hwang se había esforzado por recuperar aquel vínculo que había entre ambos.

Pero seguía habiendo un hueco en todo lo que decía, en aquel aura que lo rodeaba, algo andaba mal...

— ¿Te gustan las luces de la noche? Creo que se parecen a ti, sin ellas, la oscuridad de la ciudad sería incluso peor que la de un cielo nocturno sin estrellas. — Sintió un escalofrío recorrer por toda su columna vertebral al sentir al cuerpo del mayor detrás de él.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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𝐋𝐨𝐯𝐞𝐫 𝐎𝐟 𝐌𝐢𝐧𝐞 - 𝐇𝐲𝐮𝐧𝐢𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora