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-Son dagas extrañas

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-Son dagas extrañas. –comenta Leah mientras mueve una de las armas bajo la luz. La plata brilla de una manera poco natural y la chica frunce el ceño. –Parece como si la plata estuviera mezclada con diamante o algo así.

-Y son afiladas, por poco no le hacen un corte de pelo nuevo a Sam. –comenta Paul mientras devora uno de las magdalenas que Claire ha hecho.

La prometida de Leah los mira desde su asiento, justo al lado de su pareja, con una de sus cejas pelirrojas alzadas.

-¿Cómo podéis estar tan tranquilos? Os habéis imprimado de la misma chica.

Sam se encoge de hombros y Paul imita el movimiento.

-No sería la primera vez que compartimos chica. –comenta Paul con una sonrisa traviesa en su moreno rostro.

Leah hace una mueca de disgusto.

-Asqueroso.

-A ellas no les parecía. –le guiña un ojo a su amiga que lo apunta con la daga que aún sostiene.

Sam los ignora, sus ojos fijos en la daga que aún queda sobre la mesa, su mente llena de esos ojos azules que se han convertido en el centro de su mundo.

-Le pasaba algo en el brazo. –comenta, su voz grave acaba con las burlas entre los chicos. Afuera puede escuchar a los miembros más jóvenes de la manada jugando en la playa; todos están sorprendidos de la imprimación pero sólo los más adultos se lo toman en serio. –Hizo una mueca de dolor después de lanzar la daga.

-¿Crees que está herida? –el rosto de Paul es repentinamente serio.

Sam asiente, siempre ha sido el más serio, el más responsable. Fue el primero en convertirse, el alfa, el que cuida del resto.

Y ahora no puede cuidar de su imprimación.

-Tenéis que encontrarla. –la voz de Claire se ha tornado preocupada.

-Lo hemos intentado, cariño, pero el rastro se pierde por la lluvia. –mientras habla, Leah suelta la daga, colocándola al lado de su gemela. –Sólo sabemos que está en Forks.

-Con esos chupasangres. –la voz de Paul es casi un gruñido, siempre ha tenido problemas para contener su ira pero imaginar a su imprimación rodeada de esos bichos raros hace que le hierva la sangre y que su lobo luche por salir al exterior.

-Los Cullen no son el problema. –le recuerda el alfa. No es le gusten pero la alianza que tienen para proteger a Bella hace que, al menos, confíe un poco. –No sabemos si volverá el vampiro que se coló en casa de los Swan.

-¿Y qué vamos a hacer? –la voz de Paul pasa del enfado a la desesperación. En su mente está la imagen de una chica: melena rubia, ojos azules que brillan con ferocidad pero tan pequeña, tan expuesta a todos los peligros que parecen reunirse en ese rincón del mundo.

Manada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora