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-Tienes que estar de broma. –espeta Nina mientras fulmina con la mirada a la recepcionista la cual la mira impávida.

-Lo siento pero no nos queda más opción. El tratamiento contra las termitas del edificio empezará en dos horas y todos los huéspedes tienen que abandonar el hostal.

Por todos los huéspedes se refiera ella ya que es la única que hay.

-¿Y no puede esperar un poco más? –pregunta con cierta esperanza, que muere aplastada por la negativa de la mujer.

-No a no ser que quiera que el edificio se le caiga encima.

No pero podría caerse contigo dentro, piensa Nina pero se muerde la lengua para no decirlo.

-Puedo buscarle un nuevo alojamiento si lo desea aunque tendría que ser fuera del pueblo. –a la recepcionista le hace tanta ilusión buscarle un lugar nuevo como a ella salir del pueblo, es decir, ninguno.

-No, no. –se apresura a decir y las siguientes palabras salen como un suspiro de derrota de sus labios. –Ya tengo alojamiento.

No es que no quiera vivir con sus lobos, una parte de ella se emocionó cuando se lo pidieron pero aún está aprendiendo a vivir con todos los sentimientos que provocan en ella así que meterse dentro de una rutina hogareña con ambos le asusta un poco.

Y eso que los chicos le han dejado claro que estarían más que encantados de que ocupara la habitación de invitados. Sam de manera más sutil, Paul amenazándola con colarse en su habitación y hacer la maleta por ella. A lo que Nina respondió amenazándolo a su vez con meterle gusanos en la comida porque Jared le contó que Paul odia los gusanos y esa información es más valiosa que el oro.

Así que ahora está en su coche, mirando la casa de los chicos desde dentro mientras la lluvia choca contra el techo de automóvil creando su propia melodía. ¿Cómo será vivir con ellos? ¿Cómo evolucionará su relación?

Desde que les contó quién era, hace dos semanas, la confianza entre los tres no ha hecho más que aumentar y solidificarse. Prácticamente se ven todos los días a pesar de que los lobos hacen malabares para compaginar el trabajo con sus labores de vigilancia y dedicarle tiempo a ella.

Y después está la manada. Nina ha aprendido que la comida de los domingos en casa de Leah y Claire es sagrada y ha descubierto que se siente totalmente integrada entre ellos, como una más.

Es una sensación extraña pero buena, reconfortante. Tiene un lugar, unas personas a las que pertenece y que le pertenecen. Y le aterroriza cagarla de alguna forma.

Unos nudillos golpeando la ventanilla la sacan de sus pensamientos con un respingón. Una melena pelirroja y un rostro conocido aparece delante de ella mientras baja el cristal.

Manada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora