Flor y Radio (Prólogo)

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En una mansión en el barrio más elegante de Nueva Orleans residía un gato muy conocido por la zona. Pelaje blanco con toques amarillos, abundante sobretodo en la cola, unos ojos rojos muy similares a los rubíes y unas interesantes chapitas rojas; Lucifer, el nombre del gato del locutor más oído en la ciudad, Alastor.

Alastor era conocido no solo por su programa de radio, era un hombre alto de porte elegante, piel morena y cabello rizado perfectamente peinado. Muchos se preguntaban cómo es que ese hombre no estaba casado, se rumoreaba que tenía una relación con su amiga Rosie, una vendedora reconocida, o con la cantante y bailarina Mimzy, sin embargo nadie sabía que en realidad Alastor tenía sus ojos en una persona que nadie se imaginaría.

Su nombre era Lusbel, un florista muy bello a ojos de muchas damas y uno que otro caballero, entre ellos Alastor. A pesar de su baja estatura, Lusbel era un hombre con un físico cautivador, sus ojos tan azules como el zafiro, su cabello rubio como el sol, su rubor natural y su cuerpo era delgado, era innegable su atractivo.

Cada semana, Alastor iba a su florería tres días a la semana con las excusas de que eran flores para su madre o para adornar su sala. Al ser alguien naturalmente sociable Alastor tenía charlas amenas con Lusbel, sacando casi siempre una risa al ojiazul. En ocasiones Alastor olvidaba que iba a comprar flores para seguir hablando con Lusbel. Cuanto le gustaría decirle lo que siente por él, cómo su corazón se agita solo con él, como su sonrisa era de verdadera felicidad al verlo, como sus días complicados se arreglan con la idea de verlo o con solo pasar por su florería... Alastor estaba perdidamente enamorado, algo raro en él, era la primera vez que alguien logró que ese sentimiento creciera en él, al principio no sabía cómo manejarlo, por suerte su amiga Rosie le ayudó a entender todo y lo alentó a conocerlo entre las pequeñas charlas que tenían.

Y lo cierto es que el sentimiento era mutuo. Desde que Lusbel obtuvo dinero suficiente para comprar su radio se volvió fan de las transmisiones de Alastor, la voz del locutor era super relajante y muy atractiva. Lusbel casi se cae cuando escuchó al locutor en su florería por primera vez. Escucharlo en persona era sumamente cautivador, tanto que siempre que Alastor lo visita a la florería su corazón late a gran velocidad y su rubor natural se intensifica aunque sea discretamente.

Ninguno jamás olvidará el día en el que el gato de Lusbel apareció en la florería de la nada. Lusbel gritó el nombre de su gato en reproche llamando la atención del locutor, tenía su mismo nombre. Debería decir que el gato Alastor era... Curioso. Tenía pelaje carmín, sus patas, cola, orejas y cara tenían pelos de color negro, y sus ojos eran tan rojos como la sangre. Lo más curioso era la cara que ponía el gato cuando se desconectaba de la realidad; sus ojos miraban para lados opuestos a la vez que mostraba una sonrisa con sus dientes. Lusbel comentaba lo feo pero tierno que era ese risueño gato, y eso a Alastor lo hacía reír.

Ninguno de los dos sabía que sus caminos siempre estuvieron destinados a encontrarse y la vida les deparaba un gran destino juntos.

Flor de RubíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora