Lucero dejó escapar un suspiro.
-No deberíamos haber tomado esa copa... Pero yo quería saber...
Manuel miró el calendario.
-Veo que no te has dado ninguna prisa en contármelo -murmuró, calculando el tiempo-. ¿De cuánto estás, de cuatro meses?
Ella asintió.
-¿Y se te nota? -preguntó él. Su voz sonaba extrañamente ronca, pero Lucero lo achacó a la sorpresa.
-Ya casi no puedo abrocharme los pantalones.
Manuel se pasó de nuevo una mano por la cara.
-¿Qué le voy a decir a mi familia?
-¿Eso es todo lo que te preocupa? ¿No te das cuenta de lo que esto significa para mí? Estoy embarazada, Manuel. No quería estarlo, pero por algún truco del destino... o de la naturaleza, me encuentro en esta situación... ¿Qué tiene tu familia que ver con esto? ¿Y mi carrera?
-Tendrás que dejarla durante un tiempo.
-¿Qué?
-No puedes seguir trabajando mientras estás embarazada.
-¿Perdona? Yo no pienso dejar mi trabajo. Millones de mujeres siguen trabajando hasta que dan a luz.
-¿Y luego qué?
-Tendré al niño... contrataré una niñera y seguiré trabajando.
-¿Y si el niño se pone enfermo?
-Ése es un problema que tienen millones de madres en el mundo. No voy a ser la primera -Una niñera cuesta mucho dinero.
-Muy bien, tú pagarás la niñera -replicó ella, cruzándose de brazos.
-No pienso hacerlo.
-¿Cómo que no? Es tu hijo.
-A mí me crió una niñera y jamás dejaré que un hijo mío pase por eso -contestó Manuel.
Lucero lo miró, boquiabierta. Eso era algo que no sabía, nunca se lo había contado. Siempre había imaginado que Manuel tuvo una infancia de cine...
-No lo sabía.
-No suelo hablar del tema -murmuró él, apartando la mirada.
-Ya, bueno... Mira, yo no voy a dejar mi trabajo te pongas como te pongas. ¿Por qué no dejas tú el tuyo y te dedicas a cuidar del niño?
-Lo dirás de broma.
-No, en absoluto.
-Me lo temía.
-¿Qué pasa, Manuel? ¿Esto te da miedo?
-No puedo dejar el bufete. Tú lo sabes.
-Y, sin embargo, esperas que yo deje mi trabajo.
Manuel tragó saliva.
Lucero iba a tener un hijo.
Un hijo suyo. -Por favor, vamos a ponernos serios. Yo gano diez veces más dinero que tú. ¿Por qué iba a dejar el bufete? Sería un suicidio profesional.
-Pues deja que te recuerde cuántas mujeres, esas mujeres de las que tú siempre hablas con desdén, se ven obligadas a trabajar y cuidar de sus hijos como pueden.
-Un embarazo es algo voluntario en nuestros días.
-Pero no lo ha sido en este caso, te lo aseguro.
Silencio.
-¿Seguro?
-¿Crees que me he quedado embarazada a propósito? -exclamó Lucero.
-Muchas mujeres lo hacen. Así consiguen una pensión, si no del padre, de los Servicios Sociales. Claro que ahora es muy fácil determinar quién es el padre del niño.
Lucero se levantó, indignada.
-¡No me lo puedo creer!
Iba a abrir la puerta del despacho, pero, de repente, el picaporte pareció desaparecer de su vista. Intentó agarrarlo de nuevo, pero sus manos no lograban tocar nada y, poco a poco, todo se volvió negro... Cuando despertó, Manuel estaba mirándola con tal preocupación que casi estuvo a punto de creer que los últimos cinco años no habían pasado, que seguían juntos.
-¿Qué ha ocurrido? -murmuró.
-Te has desmayado -contestó él.
Lucero parpadeó, incrédula.
-¿Qué?
-He llamado a una ambulancia.
-Eso es completamente innecesario. No estoy enferma.
-Pues a mí me lo parece.
-Estoy nerviosa... es normal en estas circunstancias. Es estresante sentir que llevas el peso del mundo sobre tus hombros.
-No tienes que hacerlo sola, Lucero. Yo quiero ayudarte.
-Y ya imagino cómo. No te importa lo que cueste mientras no interrumpa tu rutina diaria, claro.
-Tengo muchos compromisos, sí, pero si me necesitas estaré ahí.
-Llegas cinco años tarde, amigo -replicó ella.
-Mejor tarde que nunca.
En ese momento oyeron el ruido de una camilla rodando por el pasillo.
-No quiero ir al hospital.
-Yo creo que sería lo mejor, Lucero. Quiero comprobar que... todo va bien.
-¿Que todo va bien? ¿Qué podría ir mal?
-No sé... podrían ser gemelos -intentó bromear Manuel.
Lucero levantó los ojos al cielo cuando entraron los enfermeros.
-¿Se encuentra bien, señora?
-Perfectamente.
-De eso nada -intervino Manuel.
Lucero abrió la boca para replicar, pero una capa negra pareció descender sobre ella. En aquel estado, no podía discutir con nadie. Sólo quería dormir... Lucero despertó al oír murmullo de voces.
-¿Se va a poner bien? -oyó la voz de Manuel.
-Con un poco de descanso y la dieta adecuada, sí -contestó una voz femenina-. Tiene un poco de anemia, pero las pastillas de hierro que le he recetado arreglarán eso enseguida.
-¿Cuánto tiempo tendrá que estar en el hospital?
-Puede irse a casa por la mañana.
-Muy bien, estaré aquí a primera hora.
-Tranquilo, esto es más o menos normal -oyó que decía la doctora antes de cerrar la puerta.
Luego, silencio.
-Sé que no estás dormida -dijo su marido entonces.
Lucero abrió los ojos.
-¿Qué haces aquí?
-¿Qué hago aquí? Te has desmayado dos veces. No quiero tener tu muerte sobre mi conciencia. El embarazo es más que suficiente.
Ella parpadeó para contener las lágrimas. Sabía que la noticia no lo había emocionado precisamente, pero ¿tenía que hablar de ello con tal desdén?
Manuel la miró con el corazón encogido al ver su expresión...
-Perdona, no quería decir eso...
-Claro que querías. No puedes soportar que vaya a tener un hijo, lo sé.
-No es eso, es que... no me lo esperaba.
-Tampoco yo, te lo aseguro.
-Estamos divorciados, Lucero...
-Y seguiremos divorciados, así que no empieces a imaginar cuentos de familias felices. Él la miró, desafiante.
-Mi oferta de matrimonio fue... una reacción momentánea, por la sorpresa. Pero me retracto. No habrá boda.
Lucero tuvo que cerrar los ojos.
¿Qué le pasaba?
Ella no quería volver con Manuel.
¿O sí?
-Pero creo que deberías vivir en mi casa durante el embarazo. Para que pueda vigilarte.
-No, gracias. No podría vivir contigo.
-Pero tampoco puedes vivir sola. La doctora acaba de decirme que tienes anemia...
-Estaré bien en un par de días, así que no tienes que hacer de enfermero. Además, no podría soportar tener que verte a todas horas.
Manuel apretó los dientes.
-Lucero, tienes que venir a mi casa. Además, acabo de redecorarla, así que ya no te resultará tan repugnante.
-Supongo que volviste a decorarla para exorcizar mi presencia -replicó ella.
Manuel se maravilló de la respuesta porque... era verdad. Había tardado meses en borrar su perfume y, sin embargo, incluso ahora le parecía que, a veces, seguía en el aire, como un fantasma.
-Puedes tener tu propia habitación.
-¿No me digas? Qué generoso -replicó ella, sarcástica-. Pero no será necesario, gracias.
-Entonces, ¿quieres compartir la mía?
-No digas bobadas.
-Venga, Lucero, no vamos a discutir. Hay cosas más importantes...
-No quiero ser parte de tu vida.
-Eres parte de mi vida te guste o no -replicó él-. Y siendo tan obstinada no vas a conseguir nada. ¿No se te ha ocurrido pensar en el niño?
-Claro que he pensado en el niño. Pienso en él todo el tiempo. -Pues no has estado cuidándote precisamente bien. ¿Cómo vas a criar a un niño si no comes?
-¿Hay algo más que quieras criticar, además de mi obstinación, mi figura y mi dieta?
-No,todo lo demás es perfecto.
Lucero lo miró para ver si era una ironía, pero Manuel estaba sonriendo.
-No estoy llevando esto muy bien, ¿verdad?
-No -contestó ella, sin mirarlo.
-Mira, Lucero, de verdad quiero ser parte de la vida de ese niño. Quiero lo mejor para él.
-Yo también.
-Entonces, ¿te lo pensarás?
-Lo he pensado y la respuesta es no.
-Mira que eres cabezota -exclamó Manuel entonces-. Muy bien, entonces tendré que encontrar la forma de convencerte.
-No vas a convencerme, no te molestes. No pienso vivir contigo.
-No será para siempre, sólo hasta que nazca el niño. Luego ya veremos.
-No.
-Los dos sabemos que pocos matrimonios duran para siempre -insistió Manuel-. El nuestro no duró, desde luego, pero al menos esta vez al final no habrá un amargo divorcio. Piensa en el dinero que vamos a ahorrarnos -dijo, intentando bromear Pero Lucero no sonrió siquiera.
-Tu familia se quedaría horrorizada si supiera que vivimos juntos. Aunque sea en habitaciones separadas.
-Yo creo que, en estas circunstancias, va a resultar difícil convencer a la gente de que no hay nada entre nosotros.
-¡Pero no hay nada entre nosotros!
-¿Estás absolutamente segura?
-Pues claro que sí. Estoy embarazada, pero no pienso tener una relación contigo.
-¿Ni siquiera una relación de amistad?
-Mira, Manuel, tú no eres alguien a quien elegiría como amigo. Y eso no va a cambiar en el futuro.
Él apretó los labios.
-No podemos criar a un niño sin tener algún tipo de relación.
-Quiero que tengamos el menor contacto posible.
-Muy bien -suspiró Manuel, dirigiéndose a la puerta-. Pues entonces prepárate para una pelea. Y no digas que no te lo he advertido.
-Esta vez no vas a ganar. No lo permitiré.
-¿Quieres apostar? -sonrió él, muy seguro de sí mismo.
Lucero abrió la boca para contestar, pero antes de que pudiera hacerlo Manuel había desaparecido de la habitación.
-Muy bien, todopoderoso Manuel Mijares -murmuró, mirando al techo-si quieres pelea, la tendrás.Gracias A Todas Por Leer También Por Sus Votos Y Comentarios, Acepto Cualquier Sugerencia.Si Quieren Dedicatoria Diganme En Los Comentarios
Las Quiero Adoradas!Twitter- @Nana_Lucerina87