Dame tu amor

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Yuji se encontraba acostado boca arriba en la cama, con Megumi a horcajadas encima de él y abriéndole uno a uno los botones del pijama amarillo. Al pelinegro le temblaban los dedos porque, si bien lo había visto en su juventud sin camisa en un par de ocasiones, ver nuevamente a Itadori de esa manera lo superaba en todos los sentidos.

Aunque la habitación estaba a media luz, el muchacho vio claramente que la piel de Yuji estaba muy bronceada, claro ahora era profesor de surf, pasaba mucho tiempo en la playa. De hecho, sus pálidas manos parecían hechas de nieve, en comparación con el tono de piel de su amigo.

Con los dedos le recorrió el rostro, embelesado y sin poder creer lo que estaba sucediendo, le acarició la clavícula, el pecho, los abdominales, todo estaba color bronce.

—Me gusta cómo te ves—le dijo en un susurro casi ininteligible.

Y la verdad era cierto, estaba fascinado con la apariencia de Yuji, siempre tan radiante, tan dulce, tan suave, con un cuerpo increíblemente atlético y bien cuidado. Ese cabello rosado (que amaba) más largo y los aretes que le adornaban el rostro le parecían muy sexis.

Le dio un beso fugaz en los labios, le besó la nariz, la oreja izquierda y el cuello. Yuji siempre olía muy bien, aunque con los años su olor corporal había cambiado, ahora era más maduro y varonil.

"Qué bien que le sienta la adultez", pensaba Megumi mirándole las facciones del rostro.

Por su parte, Yuji no se quedó atrás, en la primera oportunidad que tuvo le zafó el obi del kimono a Fushiguro para poder abrírselo por completo. Para él, si era la primera vez que veía al otro sin camisa, así que cuando le descubrió los hombros y parte del pecho, no pudo evitar emitir un sonido de asombro.

Fushiguro siempre fue más delgado que él, y aun lo era, pero eso no significaba que su cuerpo no fuera digno de admirar: estaba buenísimo. Su tez blanca y suave fue devorada por la mirada  de Yuji.

Cuando le terminó de sacar el kimono, le acarició los brazos y recorrió lentamente con la yema de sus dedos las venas que se le marcaban en la piel al otro. No podía ser cierto que siempre existió ese cuerpo bajo tantas ropas holgadas que usaba Megumi, era un delito que se escondiera así. ¿Por qué no tenía más confianza en sí mismo?

De paso, su nuevo estilo de cabello y el piercing en forma de argolla que tenía en el centro del labio inferior sencillamente era enloquecedor.

—Fushiguro, bésame—le dijo con ojos suplicantes.

Tal vez la palabra "besar" se quedaba corta para lo que expresaron los dos con sus labios y cuerpos, tantas ganas y tantos besos que se habían quedado reprimidos en el pasado, pudieron ser libres en ese momento.

Una duda invadió la mente de Fushiguro y lo detuvo: "¿Cómo se hace esto con otro hombre sin que sea incómodo? ¿Qué querrá hacer él? ¿Qué haré yo?"

Increíblemente, Yuji todavía lo conocía como a la palma de su mano, aunque ocho años hubiesen pasado. Megumi era el mismo de siempre.

—Hazme lo que quieras, soy tuyo—le dijo mientras le acariciaba el abdomen—. Todo lo que quieras hacer está bien para mí.

—Sí, pero... ¿qué quieres hacer tú?

—Quiero que esta noche sea inolvidable, Fushiguro— Itadori ya estaba encendido—. No seas tímido conmigo, yo te haré todo lo que siempre he querido hacerte. Así que hazlo tú también.

Con la luz verde a su favor, Megumi entendió que aquí no había que contenerse y que tampoco se iban a contener con él. Se besaron apurados, con las bocas muy abiertas.


EL REENCUENTRO ❤️ ITAFUSHI / FUSHIITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora