El reencuentro

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[ 30 de diciembre ]

Después de esa noticia no se supo nada más, se cortaron las comunicaciones, a la semana se cortó la corriente eléctrica y el agua.

Tanto las chicas como Dylan estaban devastados, Dylan no paraba de llorar porque echaba de menos a sus padres y Débora intentaba esconder su tristeza y pena para que no le afectase aún más a su hermano.

Después de unos días de que se cortase todo y de que se hubiesen comido todas las reservas que tenían, las chicas tomaron una decisión difícil, salir en busca de provisiones

Decidieron que iban a salir Hazel y Débora y que Eleanor se iba a quedar a cargo de Dylan mientras las demás estaban fuera.

Estas se prepararon con lo que tenían. Cogieron unas mochilas para guardar lo que encontraban, unos cuchillos y por último la pistola y la escopeta del padre de Débora ya que este era militar y un aficionado a la caza.

Salieron con cuidado y su primer encuentro con una criatura fue el vecino de Débora. 

¿Está usted bien? Dijo Débora preocupada por su vecino. 

Pero no recibió respuesta, solo una mirada agresiva por parte de su querido vecino. Él caminó rápidamente hacia ellas, logrando asustarlas y que se fueran corriendo.

Durante el camino estaban muy asustadas por lo que les esperaba fuera y tuvieron algunos encuentros con más criaturas pero no vieron la necesidad de matar a ninguna.

Al llegar al supermercado más cercano pudieron comprobar que el dueño seguía en el interior del establecimiento, pero este tenía clavada en su barriga una viga de metal. Aún así ellas decidieron entrar ya que si iban a estar asustadas todo el tiempo nunca serían capaces de coger comida por lo que entraron agarraron lo que pudieron y salieron corriendo.

Ellas al salir estaban nerviosas, sin saber muy bien cómo reaccionar a lo que acababan de ver. Después reaccionaron y fueron camino a casa de Débora.

En el camino a la casa no encontraron a nadie por las calles, lo que les pareció extraño, pero al acordarse de la alerta se volvieron a relajar y volvieron a hablar.

- ¿Ahora qué hacemos? - Preguntó Hazel, con una bolsa con comida echada al hombro mientras miraba hacia delante, hacia su ciudad ahora desierta.

Débora se quedó callada por unos segundos, sin saber muy bien qué responder a la pregunta de su mejor amiga.

- No lo sé… Supongo que tendremos que salir de la casa en algún momento para algo más que comida, ¿no? - suspiró, sin saber muy bien qué responder.

Después de esa pequeña conversación volvieron al silencio anterior, sin saber qué decir. Todo esto era nuevo para ellas, nunca se habían encontrado en una situación así y estaba siendo duro para ellas todo. No poder ver a sus amigos, a sus familiares, a nadie.

Pero a la lejanía, Hazel vió a unas personas, parecía que estaban bien, por lo cuál se emocionó y se lo dijo a Débora. Rápidamente fueron hacia ellos, pero frenó de repente al reconocer a esas personas.

Eran sus padres, pero a la vez no, no eran ellos, no tenían mirada. No eran esos padres carismáticos que la animaban después de clases.Ni esos padres que la despertaban con cariño todos los días. No. Ahora eran solo unos seres sin vida, caminando cojeando o arrastrando una pierna, con aspecto enfermizo, sudando, con su nariz sangrando. No podía verles así. 

Lo único que hizo como respuesta fue agarrar con fuerza el brazo de Hazel y correr por un callejón alternativo para ir a su casa, sin soltar siquiera una palabra.

𝕮𝖔𝖉𝖎𝖌𝖔 𝖉𝖊 𝖘𝖚𝖕𝖊𝖗𝖛𝖎𝖛𝖊𝖓𝖈𝖎𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora