Prólogo

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De rodillas ante aquel imponente ser de silueta femenina un miserable y viejo emperador suplicaba desesperado por el perdón de su alma; ¡no!, no lo merecía, debía pagar por el daño que causó por cada día de llanto, cada lágrima, cada golpe, cada súplica que ella había soltado durante toda su vida.

Las cosas eran diferentes ahora, no pensaba ser misericordiosa con nadie, su mente y corazón solo gritaban venganza, solo quería causar el mismo dolor que le causaron a ella y sin importar cuán efímero sea el sentimiento, lo disfrutaría sin remordimiento.

   -Alice, hija mía, ten piedad de este viejo hombre- suplicaba entre lágrimas el viejo hombre, lágrimas que jamás dejó caer cuando la pequeña Alice sufría, lágrimas de mentiras e hipocresía; ella solo pudo sonreír al ver el estado miserable de aquel su padre.

   -Mátenlo- ordenó sin mostrar ni un poco de compasión, para después observar como la gran cuchilla de metal caía rápidamente sobre el cuello del hombre que alguna vez fue rey. 

       

Alice: La Maldición de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora