Capítulo 9

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Ese día el rey Augusto fue castigado por el joven príncipe, condenándolo a repetir una y otra vez la muerte de su amada causando un daño tanto físico como psicológico, esto continuó hasta que Alice despertó, dejando notables cicatrices sin poder hacer algo al respecto, ya que su alianza estaba en juego.

Mientras tanto, Alice había sido trasladada a la habitación del príncipe donde el obispo la cuidaba y curaba la mayor cantidad de heridas como era posible, claro todo esto bajo la supervisión de Theodoric quien no permitía que pusieran un solo dedo en ella. El cuidado del joven continuó hasta que ella se sintiera mejor, dormía a su lado y limpiaba con delicadeza las lágrimas que caían con el amargo recuerdo de esa noche, dejando un amargo sentimiento en el corazón del príncipe.

No paso mucho hasta que ella estuviera casi completamente sana, algo que llenó de alivio a Theodoric, inmediatamente ordenó que la vestirán con el vestido más hermoso que tengan para después personalmente recoger su cabello con un lazo a juego con el vestido, resaltando su larga cabellera. Al estar lista él la invito a pasear por el pueblo, aunque debían ir con máscaras para no ser reconocidos, algo a lo que ella aceptó, debido a que esta iba a ser la primera vez en mucho tiempo que vestía tan elegante y salía de aquel lugar; antes de salir agradeció con una sonrisa al joven príncipe y tomando su mano, salieron del palacio.

Él la llevó a desayunar en una cafetería muy famosa en el reino, procurando no ser reconocidos, ya que esto era parte del trato. La princesa estaba emocionada, no sabía que pedir, así que se decidió por una taza de chocolate y galletas, por otro lado, el príncipe prefirió algo más sencillo, una taza de té verde sin azúcar; al llegar la orden los ojos de la princesa se iluminaron más que el sol, acción que alegro inmensamente a él joven príncipe.

Al terminar se dirigieron a varios lugares del pueblo, disfrutando hasta el rincón más pequeño; era un deleite ver como la pequeña se iluminaba con cada cosa que veía, ella se sentía libre, aunque solo duraría unos cuantos días.

Cayó la noche y las estrellas iluminaron mágicamente el oscuro cielo, Alice llevo al príncipe a un lugar secreto que solo ella y su hermano conocían, un viejo templo de dioses, que había sido abandonado con el tiempo, era su lugar seguro cuando querían escapar de su padre y su mal humor, él quedó fascinado, ese lugar estaba lleno de flores únicas y muy hermosas, que se iluminaban junto con el cielo, un lugar perfecto para ser feliz.

Pasaron allí mucho tiempo, conversando de sus gustos, su familia y más temas con los que buscaban la confianza el uno del otro. A altas horas de la noche regresaron al palacio evitando las molestas preguntas de los escoltas abandonado y el rey enojado.

Los demás días transcurrieron con lentitud, hasta que llegó el momento en que el príncipe debía regresar a su reino, anhelaba llevar a su prometida con él, sin embargo, su padre se lo había prohibido de inmediato, lo único que pudo hacer fue prometer enviarle cartas y regalos, amenazando al rey con tomar su reino si llegaba a tocar un solo cabello de la princesa.

Y como si de un ciclo se tratase, Alice se volvió a quedar sola en aquel infierno, era seguro que él rey no tomaría importancia a las amenazas y la volvería a maltratar, la obligaría a ocultarlo todo, sin darle siquiera la oportunidad de oponerse.

Alice: La Maldición de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora