Esa noche la reina descansó en una de las habitaciones de invitados junto a sus hijos, abrazándolos dulcemente luchando contra todas las emociones que la atormentaban en ese momento, y por primera vez en su vida de casada experimentó el doloroso sentimiento de arrepentimiento ante una decisión ya tomada, a pesar de saber que era lo correcto.
Al día siguiente el palacio era un completo caos, la reina había ordenado que prepararan una nueva habitación para ella y los bebés, lugar donde el rey tenía totalmente prohibido entrar. Los sirvientes se apresuraban a trasladas muebles, ropa, mantas y todo lo necesario para una cómoda estadía.
-Disculpe que la moleste su majestad, pero no cree usted que esto es un poco impulsivo, entiendo que quiera castigar al rey y entiendo su enojo...- dice el mayordomo siendo interrumpido de inmediato por Amanda
- ¡No, tu no entiendes el porqué de mi decisión!, solo quiero proteger a mis hijos, en especial a esta bebé que no tiene la culpa de nada, aunque eso implique alejarme de Augusto por un tiempo- gritó llena de enojo y dolor, sus ojos reflejaban lo mucho que se esforzaba por no correr a los brazos de su amado y pedirle perdón, sin embargo, eso no era correcto, quien debía pedir perdón era él no ella, y a pesar de sentir que lo ha traicionado esta era la mejor decisión para todos.
El mayordomo solo hizo reverencia y continuó con su trabajo, él sabía lo orgulloso que Augusto podía llegar a ser, así que pedir disculpas no era una opción para él, después de todo él estuvo con el rey desde que era un niño, lo conocía más que nadie.
Pasaron así las horas y la luna gobernada la noche con su brillo opacado a todas las estrellas, la habitación ya estaba lista y los bebés yacían dormidos en sus cunas, la reina los había dejado a cargo del mayordomo mientras ella esperaba ansiosamente a la condesa viuda, Teresa, una joven mujer que perdió a su esposo antes de tener un heredero, siendo ella la ahora encargada del condado; no pasó mucho tiempo cuando los guardias anunciaron su llegada.
-Mi querida Teresa, agradezco tu presencia- expresó Amanda abrazándola dulcemente a la condesa quien correspondió felizmente.
- Su majestad, mi hermosa Amanda por ti haría cualquier cosa- respondió separándose levemente del abrazo, regalándole una calidad sonrisa que calmó de inmediato su corazón.
Amanda le dio a conocer los acontecimientos y le pidió gentilmente ser la nana de los bebés, ella quería que ellos se críen como hermanos de sangre, sin rencores ni malas influencias como Augusto, algo a lo que Teresa accedió sin dudarlo, y al siguiente día ya se estaba mudando al palacio dejando el condado a cargo de su cuñado.
Amaba pasar tiempo con Amanda y los bebés, aunque había días en los que deseaba que Augusto y Amanda dejaran de lado sus problemas y estuvieran juntos, esto debido a que muchas noches lo reina no dormía y como tormenta las lágrimas invadían sus mejillas inundando su corazón con amargura y melancolía. La situación ya era difícil de ver por lo que decidió hablar con el rey
-Su majestad yo sé que tal vez estoy siendo entrometida, pero creo que esto es necesario por el bien de Amanda- dijo sentándose en el sillón frente al rey.
-Se breve, no tengo mucho tiempo- contestó con un semblante serio y cansado, que, erizada la piel de Teresa, suprimiendo su miedo para continuar hablando.
-Deberían tratar de hablar con Amanda, ella lo extraña mucho y pasa noches enteras llorando en busca de su consuelo, sé que tuvieron un desacuerdo complicado, pero pienso que ya fue suficiente para los dos- terminó de hablar soltando un suspiro de alivio, y sin más se retiró dejando a rey sin palabras.
Augusto pensó mucho en lo que Teresa había dicho y un día sin avisar visitó a Amanda, quien al inicio trato de rechazarlo o simplemente evitaba escucharlo, pasaron días donde él siempre aparecía en la habitación sin avisar, ya no sabía que más hacer así que tomó la decisión de quedarse en esa habitación hasta que ella le regalara al menos una pequeña mirada, ella al no poder evitarlo más decidió darle la oportunidad de hablar.
-Mi amada reina, luz de mi vida, perdona a este vil hombre que lastimó tu dulce corazón y te hizo llorar, te extraño como no tienes idea, juro que cambiaré mi actitud contigo y con mis hijos, pero ya no me alejes, mi corazón no podrá soportarlo más- expresó Augusto tomando las delicadas manos de su amada, al escucharlo no pudo evitar soltar lágrimas y abrazó a su amando, dándole así una oportunidad para que ambos hagas funcionar esa familia, aunque no todo iba a ser tan fácil, ya que, el rey no amaba y jamás amaría a Alice.
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Alice: La Maldición de la Muerte
FantasyAlice, una princesa que tuvo la desgracia de haber nacido en el lugar equivocado y del padre equivocado, recorrerá un camino de dolor y sufrimiento que la llevaran a ser una mujer llena de rencor y odio en su corazón. Dolor, sufrimiento, amor, renco...