La sonrisa de la muerte

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Cuando me adentré a donde me había mandado Eckor. Pude presenciar lo que realmente pasaba. Estaba llegando tarde. Una ciudad completamente en el caos. Humos negros de fuego y cenizas. Un silencio de muerte en calles vacías. Cadáveres de mortales, androides y maquinaria bélica. Paso a paso, sentía que había vuelto a mi mundo, porque parecía un infierno, un infierno tranquilo. Pero el artefacto de Eckor seguía dando una dirección más precisa. Así que caminé. Hasta que el artefacto comenzó a sacar de sí misma una especie de carta de mano. La tomé y poco a poco se hacía la imagen de Micaela que sonreía con un rostro agradable. Tenía un ojo encima de la carta que miraba lado a lado, era blanco. Totalmente blanco. Debajo de la carta ponía su nombre. Micaela. Cuando más me adentré donde parecía un lugar vigilado, la carta comenzó a quemarse. Saqué mi espada y mi escudo forjados por quien me sacó de mis cadenas. Y entré en carrera para buscar a quién me debía algo. Me adentré en el establecimiento de que seguro era una base. Encontré resistencia en el camino. Algunos soldados y androides que fueron destrozados por el filo de mi arma. Mi escudo me permitía avanzar sin problemas hasta que me encontré con los ojos de la diosa. Cuando me vio, podía sentir su miedo o quizás sorpresa. Sé que no me esperaba aquí. Sin mediar ninguna palabra me lancé a atacar, ella demostraba su agilidad o predicción de lo que haría. Con una fuerte explosión me sacó del lugar, pero con mi escudo salí ilesa. Creí que escaparía pero del agujero desastroso que hizo en su propia base, salió con la misma espada que me había cortado. Tenía que evitarlo a toda costa. Un mal paso me llevaría a la muerte. Esperé a que viniera hacia mí. Pero sólo le estaba dando tiempo a que usara sus poderes elementales, ya que, el cielo lo cerró y mostró una violencia eléctrica con relámpagos y rayos que apuntaban a mí. Me moví para que no me diesen y cuando menos me lo esperé la tenía encima de mí, queriendo empalar su mandoble en mí. Tuvimos un combate cuerpo a cuerpo, esta vez no iba a ser tan lenta como la última vez. Puse mi brazo izquierdo para cubrir mis espaldas con mi escudo y mi guardia con mi espada delante. Cada vez que la diosa atacaba, daba un giro para recibir su filo en mi escudo y así seguir intentando atacar yo también. No sólo para cortarle. Sino, para estar a la altura del combate y no darle margen de respuesta. Su poder es muy superior al mío. Lo demostró tomando distancia en un segundo con un destello y intentando sofocarme en paredes con lanzas. Me resistí y aunque me cortasen, no era suficiente para bajarme. Grité, pero no por el dolor ni la impotencia, grité para desatar mi ira contenida, romper todas esas salientes punzantes que querían atraparme. Busqué acortar distancias otra vez pero ella sólo se alejaba e intentaba atacarme con sus poderes. Explosiones, muros, rayos, intentó congelarme con una fuerte brisa pero sólo endurecían mi escudo. Poco a poco, comenzaba a notar una agitación en su respiración. Y una mirada desafiante. Poco a poco podía ver una reacción en su cuerpo como en consecuencia de tanto uso de su poder. Estaba debilitándose. Estaba cayendo. Sólo tenía que resistir. Pero ella decidió combatir con su mandoble. Seguramente para ahorrar su energía. Quería atacarle pero ponía en peligro mi guardia. No iba a subestimarla, ella mostraba una gran destreza y manejo de su arma. Hacía cortes limpios y movimientos que ponían a prueba la resistencia de mi escudo. En sus ojos podía ver por qué vino a pelearme, porque sabe lo que hice y ella sabe lo que hizo. Esto iba más allá de una venganza. Poco a poco, contrarrestando mejores sus violentos ataques, poco a poco, iba manteniendo mejor el equilibrio. Poco a poco iba abriéndome a su guardia. Hasta que pude hacerle un corte en su brazo. Demostrando así, que muchos la conocen como una diosa. Pero la sangre que contenía el filo de mi espada podía poner a prueba. De que los dioses pueden sangrar y que además. Pueden morir. El corte no le había hecho mucha gracia a Micaela, demostró, que las emociones y el sentir incrementan el poder de los elementos y sin vacilar. Desató todo su poder contra mí. Pero no harían efecto. Podría lastimarme, pero no dejarme fuera de combate. Lo que no tuvo en cuenta, que cuanto más usaría su poder, más cerca iba a estar de su muerte. Ya no tenía tanta fuerza en sus cortes. Ya no reaccionaba tan rápido en su guardia. Poco a poco, en cada golpe, la empujaba con mi escudo. Poco a poco, la resistencia de una diosa caía. Hasta que con un giro y amague, le hice un corte limpio en su cuello. Dejando a Micaela en el suelo y de rodillas, con una mano sostenía su herida donde salía sangre sin parar. Con furia en mi puñal, le atravesé su abdomen con mi espada y la saqué en un segundo. Pero mis ojos estaban siendo destellados por una luz, la diosa comenzó a iluminarse por completo, todo, menos un objeto, en su mano derecha tenía un anillo que no acompañaba su luz. Y en unos segundos, se rompió. Dejando así a la diosa de pie y sin heridas. Mientras que en su rostro se dibujaba una sonrisa. Con impotencia y sin entender que sucedía intenté clavarle mi espada otra vez pero me desvió y me explotó con su mano y su elemento de fuego. Caí al suelo perdiendo mis armas y el relámpago que creía que era su poder. Apareció una mujer de pelo oscuro, demostrando su poder elemental, comenzó a destellarse y en cada destello me golpeaba muy fuerte, en ciertos puntos de mi cuerpo que sólo me aturdían y me dejaban más y más en el suelo.
—Suficiente Xena.
Dijo Micaela en orden. Tenía mi mirada en el suelo. Estaba siendo contenida por su súbdito. Levanté mi mirada al escuchar los pasos de la diosa. Esto iba más allá de una mortal con elementos, no era su inmortalidad lo que lo hacía un dios. Era lo superior que podía ser ante cualquier mortal. Y demonio.

Otra vez, había sido derrotada, por más pelea que haya dado, no había logrado mi cometido. Quizás si lo logré, pero no contaba con la magia hecha en malas manos para una diosa. Los artefactos de resurrección son un mito y nadie los usaba por su alto coste y su rareza de hacer. Pero no me sorprendería que ella fuese capaz de usarlos. Tanto tiempo atrapado en este cuerpo y todavía no aprendo.

Otra vez, sin cadenas pero sin mi libertad es las tierras dominadas por quién en principio había subestimado. Si no me hubiese negado, nada de esto hubiera pasado.

Rising Storm 3 Segunda parte: La Nueva Orden.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora