Sungmin bailaba mientras limpiaba el comedor. La música era funky, estaba usando unos short y la pintura de sus uñas finalmente se había secado desde cuando aplicó la última capa.
—¿Cómo puedes estar tan feliz en las mañanas? —Jaejoong zombi-caminando, salió de su recámara hacia la cocina.
—Es un hermoso día. Deberías de disfrutarlo, dormilón. —Su hermano menor movió la mano y se alejó mientras Sungmin trató de besar su mejilla—. Vamos a salir. Ir a un picnic en el parque.
—Cuando despierte. —Jaejoong bostezó, rascó su desnudo pecho y caminó adormilado de regreso a su recámara después de tomar una botella de jugo.
Sungmin sacudió la cabeza. Era imposible levantar al hombre antes del mediodía. Para entonces la mitad del día se habría perdido. Caminó contoneándose alrededor, levantando las latas vacías de refresco que había dejado su hermano, así como el tazón del cereal a medio comer y un plato con algo verde y pegajoso en él. El hombre era un desastre total pero él lo amaba.
Dejó los platos en el fregadero, entonces se acomodó la tanga que se había deslizado a un lado, tarareando feliz mientras llenaba con agua jabonosa el fregadero. —Esto debe remojarse durante un tiempo. —Sungmin tiró a la basura el plato que tenía lo que parecía un experimento científico creciendo en él. Incluso limpio le daría asco comer en él.
La canción de la radio terminó y la apagó antes de contestar el teléfono. —Hey, Mamá.
—Hola, Sungmin. Me preguntaba si podrías detenerte en mi casa antes de que tu día comience —dijo su madre.
—Demasiado tarde. Mi día comenzó hace horas. Sabes que despierto al amanecer. El crecer como niño de granja hace que sea de esa manera. —Sungmin sacudía las caderas de un lado a otro, ansioso por regresar a limpiar.
De algún modo sabía que eso no iba a suceder. Cada vez que su madre hablaba sus planes cambiaban.
Su madre resopló. «Qué poco femenina», pensó. Pero así era su madre. —¿Desde cuándo eres un chico granjero? Llorabas cada vez que se te quebraba una uña. La casa estaba impecable, pero afuera el trabajo nunca se hacía.
Sungmin suspiró, la misma vieja canción. Su madre era un disco rayado desde que salió del closet. No estaba seguro de por qué él esperaba algo diferente ahora.
—Entonces, ¿qué era lo que necesitabas? —él cambió el tema antes de que ella empezara a hablar de cómo él debería de haber sido su hija.
Eso podría ser la verdad ante los ojos de ella, pero aun así le dolía como el infierno cuando ella se lo decía.
Sung interpretaba eso como si hubiera sido un error el embarazo.
Él no era un error.
A Sungmin le gustaba lo que era y no lo cambiaría por nada del mundo. No quería ser una apestosa chica.
—Tengo asuntos que arreglar, pero tu hermano no puede llevarme.
Oh, Dios, una tarde con su mamá. ¿Qué había hecho mal últimamente para merecer eso?
No es que no la amara, eso estaba muy lejos de la verdad. Era el hecho de que ella hablaría sobre todas sus imperfecciones. Eso era como ser el chofer de tu propio crítico personal.
—No puedo. Tengo planes.
—Quiero verte dentro de una hora. Sin excusas. —Su madre colgó.
Maldito su hermano mayor Min. Él sabía lo que le estaba haciendo. «No podía, mi culo». Su hermano siempre encontraba la manera de salirse de esas cosas y dejar a Sungmin tratar con su extraña mami.
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Manada Park #18
RomanceLee Sungmin siempre pasó suavemente por la vida, sólo se divertía y cuidaba de su hermano menor, Jaejoong. Él disfrutaba ser quién era, hasta que hablaba con su mamá, su propio crítico personal. Quien era feliz recordándole todos sus defecto...