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La noche había caído sobre la ciudad, y Dazai se encontraba en su apartamento, sumido en la preocupación mientras esperaba noticias de Chuuya. El tiempo parecía pasar increíblemente lento, y cada segundo sin noticias aumentaba su ansiedad. Sabía que Chuuya era un experto en misiones encubiertas, pero eso no lo tranquilizaba del todo. El temor de perder a su esposo se apoderaba de él, incluso cuando confiaba en su habilidad.

Miró el reloj en la pared: ya pasaban las 11 de la noche y aún no había recibido ninguna llamada de Chuuya. Lo último que supo de él fue a través de un mensaje, donde le informaba que había llegado bien y que se hospedaría en un hotel. Aunque aquello debería haber sido un alivio, la incertidumbre seguía pesando sobre Dazai, como una sombra que se negaba a desaparecer.

Justo cuando sus pensamientos estaban a punto de sumergirlo en el pánico, el sonido del teléfono lo sacó de su ensimismamiento. Con manos temblorosas, Dazai tomó el teléfono y contestó con rapidez.

– ¡Cariño! — exclamó, tratando de ocultar la ansiedad en su voz.

La voz al otro lado de la línea sonaba apresurada, y Dazai pudo percibir una nota de tensión en ella. — Dazai, no tengo mucho tiempo para hablar. Solo quería informarte que estoy bien. — dijo Chuuya, con una urgencia evidente en sus palabras.

Dazai sintió un alivio momentáneo al escuchar la voz de su esposo, pero algo no cuadraba del todo. Había algo diferente en la manera en que hablaba Chuuya, algo que no podía identificar de inmediato.

Antes de que pudiera preguntar, escuchó una voz de fondo, una voz que le resultaba extrañamente familiar. La confusión se apoderó de él, y su corazón comenzó a latir con fuerza. ¿Por qué había otra persona con Chuuya? ¿No se suponía que él estaba solo?

Antes de que pudiera formular la pregunta, Chuuya interrumpió abruptamente. — Te llamaré mañana. — dijo, y luego colgó sin darle la oportunidad de responder.

Dazai se quedó allí, mirando fijamente el teléfono en su mano, tratando de procesar lo que acababa de suceder. La sensación de inquietud creció dentro de él, y una serie de preguntas inundaron su mente. ¿Con quién estaba Chuuya? ¿Por qué no había sido honesto sobre su situación? ¿Qué estaba ocultando?

La noche pasó lentamente para Dazai, quien apenas pudo conciliar el sueño. Las dudas y preocupaciones lo atormentaban, y la sensación de desconcierto no lo abandonaba.

Al día siguiente, esperaba ansiosamente la llamada prometida de Chuuya, deseando desesperadamente respuestas a sus preguntas.

El apartamento de Dazai estaba sumido en un silencio inquietante, solo interrumpido por el tic-tac del reloj que parecía marcar el paso del tiempo con una lentitud exasperante. Dos días, cuatro días, una semana entera había pasado desde la última vez que escuchó la voz de su esposo Chuuya.

La incertidumbre y la ansiedad se apoderaron de él, mientras su mente jugaba con las posibilidades y los temores de lo que podría estar sucediendo.

Sentado en el sofá, Dazai miraba la Dalia Roja marchita que había traido para Chuuya, 

Habían pasado tres días desde que se suponía que Chuuya regresaría de su misión. La tentación de deshacerse de la flor era fuerte, un símbolo de su decepción y angustia.

Justo cuando estaba a punto de levantarse para deshacerse de la flor, la puerta se abrió con un suave chirrido y Chuuya apareció en el umbral. Su aspecto cansado y abatido no pasó desapercibido para Dazai, quien se levantó de inmediato y corrió hacia él.

– ¡Chuuya! — exclamó Dazai, envolviendo a su esposo en un cálido abrazo.

Chuuya correspondió al abrazo, pero Dazai notó una tensión en su cuerpo, un distanciamiento que le preocupaba profundamente. Sin embargo, decidió ignorarlo, esperando que fuera solo su imaginación jugándole malas pasadas.

Cuando Chuuya se separó del abrazo, Dazai lo beso esperando sentir la misma conexión y pasión que solían compartir, pero algo había cambiado. Chuuya no correspondió al beso como solía hacerlo, y la frialdad en su gesto lo dejó desconcertado.

Dazai observó a Chuuya con una mezcla de desconcierto y tristeza mientras su esposo se dejaba caer pesadamente en el sillón. El agotamiento en su rostro era evidente, pero había algo más, algo que Dazai no podía ignorar: la distancia entre ellos.

– Chuuya...— murmuró Dazai, su voz apenas un susurro cargado de emociones. — ¿Qué pasa?

Chuuya levantó la mirada hacia él, pero sus ojos evitaban encontrarse con los de Dazai. — Nada, Dazai. Solo estoy cansado. Ha sido una semana difícil. — respondió con un tono monótono, como si las palabras salieran de él por inercia más que por convicción.

Dazai frunció el ceño, sintiendo una punzada de dolor en su pecho. Sabía que algo no estaba bien, pero no podía entender por qué Chuuya se estaba distanciando de él. Durante años, habían sido inseparables, compartiendo risas, lágrimas y todo lo que había entre medio. Pero ahora, esa conexión parecía desvanecerse ante sus ojos, y no sabía cómo detenerlo.

– Chuuya, ¿Qué pasó con tu misión? ¿Por qué no me llamaste como prometiste? — preguntó Dazai, su voz temblando con la angustia acumulada.

Chuuya bajó la mirada, visiblemente incómodo bajo la mirada inquisitiva de Dazai. — Lo siento, Dazai. Las cosas se complicaron y... bueno, simplemente no pude hacerlo. —  respondió, sus palabras saliendo en un susurro apenas audible.

Dazai apretó los puños, luchando por contener la avalancha de emociones que amenazaban con desbordarse. Sabía que había algo más que Chuuya, algo que estaba escondiendo detrás de sus excusas.

Después de un momento de vacilación, Dazai decidió enfrentar directamente sus preocupaciones. — ¿Con quién estabas, Chuuya? — preguntó, su voz temblorosa con la ansiedad acumulada.

Chuuya levantó la mirada hacia él, sorprendido por la pregunta. — ¿Qué quieres decir, Dazai? Estaba solo, te lo dije.—  respondió, su voz tomando un tono defensivo.

Dazai frunció el ceño, su instinto diciéndole que algo no encajaba. — No sonaba como si estuvieras solo. Se escuchaba como si estuvieras con alguien más. — insistió, su voz firme a pesar de la incertidumbre que lo invadía.

Chuuya se tensó ante las acusaciones implícitas en las palabras de Dazai. — ¡No estaba con nadie, Dazai! Estás imaginando cosas. — respondió, su tono lleno de frustración y defensa.

Después de un momento de silencio incómodo, Chuuya se levantó de su asiento y se dirigió hacia la habitación, cerrando la puerta con un golpe sordo detrás de él.

Dazai se quedó parado en medio de la sala, su corazón pesado con el peso de la desilusión. Después de unos momentos de vacilación, entro a la habitación y se se acercó a la mesa y dejó la Dalia Roja junto a Chuuya, 

Con un suspiro resignado, Dazai se inclinó y depositó un suave beso en la frente de Chuuya antes de alejarse lentamente de la habitación.





Dalias (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora