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Conociste a Suguru el mes pasado en un bar. Te ofreció una bebida que rechazaste, nunca aceptas bebidas de extraños. Él se rió y te propuso ir a la barra para que pudieras ver al camarero preparando tu bebida; él solo pagaría.
Aceptaste su oferta y charlaste con él durante un par de horas. Era sorprendente lo atractivo e inteligente que era este hombre. Sus ojos rasgados como de zorro brillaban e hipnotizaban, su sonrisa te encantaba, era tan buen oyente. Recordaría cada pequeño detalle que mencionaras y te haría muchas preguntas para conocerte. La misma noche que te invitó a su casa, no fuiste tonta; sus intenciones eran altas y claras, pero no necesariamente te importaba, su fuerte colonia solo te hacía querer follarlo en ese mismo momento, pero habías rechazado cortésmente la oferta, acostarte con extraños el día 1 no era algo que normalmente no hacías. Incluso si estos extraños se vieran tan bien como Suguru Geto. Sin embargo, le diste tu número de teléfono para que durante los siguientes días ustedes dos se enviaran mensajes de texto.
En una noche de sábado aleatoria, tú y tus amigas decidieron salir a este nuevo lugar que había abierto y al hablar con Suguru, él te preguntó qué te pondrías. Le enviaste una foto de tu cuerpo con un conjunto ajustado en el sofá, a lo que él no respondió, para tu decepción. Después de un par de horas te encontraste con tus amigas, un millón de pensamientos pasando por tu mente. ¿En serio había recibido una foto sexy y luego se había ido? ¿Estaba aburrido? ¿Ni siquiera le gustaba tu cuerpo? Cosas así te volvían insegura, especialmente cuando no se comunicaban, y siempre caías en el pozo de sobre pensar. Aunque habías decidido no dejar que te afectara, estabas en el club tomando tragos y chupitos, el sabor amargo haciéndote sentir asquerosa y sucia, mientras tus amigas intentaban sin éxito animarte. Pensaste que era vergonzoso preocuparte tanto por un hombre que apenas conocías pero no podías sacarte ese pensamiento de la cabeza.
Eran las 3 de la mañana y ya no podías soportarlo más, realmente necesitabas enviarle un mensaje de texto diciéndole qué tipo de idiota era, dejándote en visto y fingiendo estar ocupado o lo que sea que estuviera haciendo, así que le enviaste un mensaje que decía "eres un idiota jaja". Ni siquiera 20 segundos después, tu teléfono empezó a sonar, su voz en la otra línea preocupada.
"¿Dónde estás?", Habló.
"No es asunto tuyo", hipaste, incapaz de formar una respuesta.
"De todos modos, lo descubriré, así que ¿por qué no nos ahorras a ambos el tiempo?" respondió fríamente, con un deje de preocupación audible en su tono.
Le dijiste tu ubicación y él colgó, dejándote plantada una vez más. Tu corazón se aceleró ante la idea de que vendría, pero rápidamente volviste en ti, este no era el momento para reaccionar exageradamente.
