Capítulo XI

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Me pongo hasta su altura para quitar el cabello que le cubre la mitad de la cara y lo enfoco a través del lente,  en búsqueda de su mejor ángulo.

Felipe era tan tierno dormido.

Después de presionar el botón del obturador y de que saliera el exorbitado flash esperé sentada a que saliera la fotografía instantánea.

—Que linda manera de espiarme —dijo luego de abrir los ojos con pesadez.

—Perdón, no era mi intención despertarme.

—No me molesta —aseguró. —¿Sigue siendo de madrugada?

—Son casi las seis de la mañana, pero ya debo irme —dije tomando asiento junto a él.

—Lo olvidé por completo, hoy salís de la ciudad.

—Hoy salgo.

Me esperaba una larga convivencia a kilómetros porque como cada año, mi familia planeaba reunirse a celebrar. Este año era diferente porque no quería alejarme, ¿La razón? No hacía falta decirlo. Pero no podía romper la tradición, mis abuelos no me lo perdonarían nunca.

—Me vas a hacer falta, amor.

Todo estaba en la mente.

—Y tú a mí, pero recuerda que sólo es una semana.

Esto no era más que una corta separación, pero sentir el calor de un abrazo no ayudaba en nada. Lo consolé sin decir nada mientras dejaba caricias en su cabello, Feli estaba en modo sensible y esa sensibilidad era contagiosa.

—Siento que el tiempo va más rápido que nosotros —susurró cuando quedamos frente a frente.

—¿Por qué dices eso?

—Porque para cuando vos regreses ya será diciembre, y a mediados de mes me vuelvo a Argentina, regreso en enero y para febrero serán mis últimos días acá.

Auch.

No había pensado en eso antes, pero tenía delante a alguien que sí calculaba bien los tiempos.

—No lo veas así —hice un intento por calmar su pena pero fallé.

Era pésima para confortar.

—Es imposible verlo de otra manera cuando se volvió rutina vernos a diario... Victoria, he pasado por un montón de cosas desde mi llegada y que aún me cuesta asimilar, quizás esa sea la razón por la que contantemente siento que vivo en un sueño.

Esa faceta de filósofo yo no la conocía.

—¿Es bueno sentir eso?

—Obvio que es bueno, me encanta que los dos existimos en una improvisación, es una fortuna tenerte, aprendo mucho de vos cada día, pero me asusta que lo que construimos día con día termine.

—También eres muy importante en mi vida, conocías mis defectos y aun así te arriesgaste por mí, eso no me había pasado antes. 

—Yo lo apostaría todo por vos.

Él no era consciente del huracán que causaba con simples palabras.

—De ahora en adelante juntos vamos a disfrutar cada día como si fuera el último, no vale la pena malgastar el tiempo pensando en el futuro, ¿sí?

Asintió.

—Me preocupo por ti, pero no quiero irme y dejarte triste.

—No, yo me quedo tranquilo, anda y disfruta de tu familia, te lo mereces...

—Gracias, lo haré.

—¡Ay no! Hasta ahora me doy cuenta de que me comporté como un intenso —menciona entre risas mientras me encargaba de limpiar las lágrimas que brotaron.

THE ACTOR | Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora