Bosque de los amantes perdidos, Reino de los Sangre Mágica.
Ahmok se sentía extasiado, los latidos desenfrenados del corazón que retumbaban en el pecho delataba su sentir, del mismo modo, una curvatura adornaba unos labios que empezaban a agrietarse.
Había conseguido escapar de la muerte que pudo ser causada por una flecha, algo que lo aliviaba, pues no quería abandonar su cuerpo mucho antes de poder tocar la piel y la ternura de un hermoso hombre, o de no conocer el paradero de su abuela.
Tenía la mirada puesta en su adversario, prestaba atención a los gestos de los brazos o pies, atento a otro ataque. Pero no era así, al parecer, aquel hombre de máscara de lobo también lo observaba con detenimiento.
Sentirse analizado, le producía una inmensa excitación a Ahmok, quien portaba unos ojos anhelantes de querer averiguar cómo terminaría el enfrentamiento si el albino no bajaba el arco con el que lo apuntaba.
Aunque le producía diversión la situación, tampoco deseaba desgastarse en un duelo que podría evitarse si hablaba con él.
Primero debía comunicarse con su rival, descubrir el nombre de esos terrenos y entender si existía un modo de hallar el libro de nuevo. Trató de avanzar unos centímetros para que el otro joven alcanzara a oírlo. No obstante, el Vigilante volvió a disparar una flecha que aterrizó en la protección de magia.
Una amplia sonrisa surcó en el rostro del moreno.
«Interesante», resonó en su mente una risa de satisfacción.
Por desgracia, el otro no estaba en la misma sintonía.
—¡Bájalo! —exigió el hombre de la máscara.
—Lo lamento, pero no comprendo lo que dice —respondió el referido, alzando la mano en la que exteriorizaba la esencia para demostrar su punto. Aunque prefirió comenzar a agacharse para dejar a Iraia en el suelo—. No le haré daño, lo prometo.
Intentaba ser tan delicado como fuese posible con el albino; después de todo, el joven frente suyo parecía apreciarlo. Sin embargo, si fuera por él, no se preocuparía por alguien que no le importaba herirse. Prefería abandonarlo.
Aun así, no tenía planeado convertirlo en un enemigo por su actitud desinteresada respecto a la vida del que portaba heridas en los brazos. Además, comprendía el dolor que provocaba mirar cómo alguien importante se retorcía de agonía, aunque este demostrara todo lo contrario.
Cuando verificó que él reposaba con tranquilidad en la nieve, se permitió retroceder, contemplando al que se situaba frente suyo.
Enseguida, K'itam se colgó el arco en el hombro y desenvainó su espada Lágrima de Hielo, que se caracterizaba por tener una hoja afilada y transparente, formando la figura de una gota congelada.
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Corazón congelado | ONC 2024 |
RomanceEn el Reino de los Sangre Mágica, donde la nieve alberga dos corazones congelados, Ahmok descubre una maldición, una que ha condenado a dos amantes. Para liberar a esa pareja y poder estar con el hombre de quién se enamoró, emprende la misión de reu...