Baile

100 23 4
                                    

Como era de esperar, por mucho que algunos alumnos arriesgasen su vida, las clases continuaron. La joven Dumbledore, o sea yo, estaba a la defensiva con todos debido a las advertencias de Altaír. En este momento estoy en el punto de mira de mucha gente, la mitad me quiere muerta...

-¿Irás a ese baile? -preguntó Al.

-No creo -respondí. Cuando estábamos solos le hablaba en alto-. Solo es un estupido juego de los profesores para crear parejitas.

-También puedes ir sola.

-Pues iré sola.

(...)

El día del baile había llegado. Ya fuera por miedo, respeto o inquietud, nadie me había pedido ser su pareja, así que Altaír y yo nos metimos tras la barra. Mientras la gente bailaba, nosotros le dábamos chupitos a los elfos domésticos hasta emborracharlos. Alguno incluso se subió al escenario donde tocaba una banda de rock.

-¡Diez puntos para Gryffindor! -apareció el director por detrás-. Es muy buena la broma de los elfos.

El hombre se marchó bailando y sacó a Minerva a la pista.

-Tu abuelo es la caña -dice Altaír-. De joven estaba muuuuuy bueno. Como tú ahora mismo con ese vestido.

-¡ALTAÍR!

-¿Qué pasa? Tengo buen gusto -pega su nariz a la mía- y lo sabes.

-¿Por qué pude sentirte?

-Porque a mi me dio la gana de que me sintieras.

-¿Y por qué en todo este tiempo no pude hacerlo?

-Porque no me daba la gana de sentir tus golpes- ríe.

-¿Con quién hablas? -apareció doña Granger.

-Con mi conciencia -respondo.

-¿Y siempre tienes conversaciones tan largas con tu conciencia?

-Mira guapa -me apoyo en la barra-, fuera de mi vista. Vete con el austriaco o con el zanahorio ese.

-¡Es búlgaro! Y se llama Ronald, no zanahorio.

-Me da igual -reí-. Te aconsejaría que fueras ya si no quieres que se vuelvan a ir con otras.

La niña se fue de ahí cabreada y por suerte no supe más de ella en toda la noche.

-Adoro esas peleas -se apoya en la barra justo a mi lado-. ¿Qué opinas de todo esto?

-¿Del baile?

-Ajá...

-Que sigo odiándolos como siempre.

-¿Y si te lo pidiera yo? ¿Te gustaría bailar conmigo?

-¿Y que me tomen por esnifapolvosflú por verme bailar con el aire? No, gracias.

-No dije que fuera aquí, maldita górgona sin cerebro. Sígueme.

Seguí a Altaír unas plantas más arriba. No supe cuanto subimos, solo sé que los tacones me estaban matando. Al llegar al fondo del pasillo donde paramos, se abrió una puerta enorme. Dentro de ella había un espacio enorme con una alfombra en medio y muérdago verde colgando por todo el techo.

-¿Qué es esto?

-La famosa sala de los menesteres. La gente se suele olvidar de que existe.

Altaír tiró de mi hacia el centro de la alfombra, puso su mano en mi cintura y, cuando me pegó a él, unos violines acompañados de un piano comenzaron a sonar.

>>Para no gustarte bailar, lo haces muy bien.

-Para no gustarte que te toque, no te despegas de mi -me burlé.

Esa burla me salió mal y me hizo enrrojecerme porque el cabronazo me pegó más a él.

-¿Qué pasaría si a partir de ahora me dejase tocar siempre que quisieras? -susurra en mi oído.

-Que me sentiría menos sola -sururro.

Entonces Altaír me abrazó con la mayor sinceridad de lo que nadie haya hecho nunca.

-Te prometo que los vengaremos -besó mi mejilla.

Me separé de Altaír cuando concluyó la música.

-Sin ti estoy perdida -confesé-. Y no sé si esto está mal, pero te quiero, jodido fantasma.

-Y yo, humana putrefacta.

Los dos empezamos a reirnos como hacía mucho tiempo. Cuando se hizo tarde ambos fuimos a la cama y nos tiramos en ella sin ni siquiera cambiarnos. Cada uno durmió en su lado comi de costumbre. La diferencia es que ahora sí lo notaba a mi lado, y en un momento de la larga noche sentí cómo me abrazaba. Eso me erizó la piel, y lo que me hizo temblar del todo fueron las palabras que susurró em mi oído.

>>Ahora mismo estoy en el cielo.

AltaírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora