12. 𝙴𝚕 𝚎𝚜𝚌𝚘𝚛𝚙𝚒ó𝚗

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La partida de Juliette y Daniel Lechat había sido complicada por varias razones: 

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La partida de Juliette y Daniel Lechat había sido complicada por varias razones: 

En primer lugar por el hueco que dejaba en la vida de Erik esa ausencia.

En segundo lugar por qué estaba esperando la primera carta de Juliette donde por fin tendría la dirección definitiva a la que enviarle cartas, pero ella parecía que ella no se había dado prisa en escribirle a él.

 Y finalmente, en tercer lugar, por la falta de personal justo con la llegada de cierto invitado.

Sophie estaba sentada en su sofá estilo Louis XVI con Étienne cuando Philippe anunció la llegada de Erik para las presentaciones oficiales.

Erik se encontró a su madre riendo por algún comentario que le había hecho su tío, parecía radiante, aunque no lo suficiente como para ocultar los años de tristeza, llantos y cambios de humor.

Étienne Mistral tenía treinta y cinco años, una mirada aparentemente tranquila y una tez blanca algo tostada por el sol que contrastaba con su cabello rojizo, lo cierto es que era bastante similar a Sophie, se podía advertir que eran de la misma familia.

A Erik no le gustaba, no era por su sonrisa satisfecha o su aspecto, simplemente no lograba entender como su tío, en todos esos años no había podido ir a visitar a su madre después de que ella por todas las vías intentase crear un encuentro. 

Ella era muy débil como para poder viajar, y aunque Sophie jamás lo hubiera admitido estaba enfadada. Pero no pareció demostrárselo cuando llegó.

Cuando Erik entró, su tío se levantó del sofá y se dirigió hacia él con una sonrisa.

Es un honor conocer ya por fin a mi sobrino, veo que habéis hecho un buen trabajo llevando todo esto Barón Bellerose, aún y a si de ser tan joven. —Étienne ofreció su mano a Erik con una sonrisa ancha que dejaba ver sus dientes perlados. 

Erik estrechó la mano de Étienne cordialmente pero no le respondió con el mismo entusiasmo.

No son necesarios los formalismos, puede tutearme y llamarme Erik, al fin y al cabo somos de la misma familia y se que a mi madre le haría feliz que nos tuteémos. ¿Cierto, Sophie? —dijo con una sutil frialdad que contrastaba con un mensaje tan familiar.

Así es, Erik. Me gustaría mucho. —afirmó Sophie sin quitar la vista emocionada de su hermano.

Étienne no pudo ocultar algo de desencanto bajo su sonrisa, él se esperaba a un niño extraño y retraído incapaz de tomar las riendas de una conversación. 

Y aunque Erik ciertamente le resultaba extraño y retraído no era ni mucho menos un pusilánime, más que un niño le parecía un adulto con los límites muy claros. 

Bien... Entonces, querido sobrino Erik, muchas gracias por dejar que me quede un tiempo con  vosotros. Espero poder conocerte mucho mejor. 

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