La música que solía formar parte del ambiente de la casa, daba igual si por furia, alegría o aburrimiento de su interprete, cesó en la mansión Bellerose.
Erik estuvo varios día sin hablar con nadie de la casa, y aunque Philippe y Violette intentaron por todos los medios que no fuera así, él los evitaba y reprendía cada vez que lograban sorprenderle o intentaban hablar con él. Incluso les pareció que a veces ni siquiera estaba en la casa, tal vez fuera así.
El chico parecía que se encerraba en su estudio, si no hubiera sido por las bandejas que Violette y Philippe le dejaban delante de la puerta no hubiera comido. Tampoco se supo muy bien si dormía puesto que ni siquiera una arruga de la cama pareció cambiar en todos aquellos días.
El ambiente se hizo muy denso y extraño, Sophie Bellerose tampoco parecía que estuviera allí, dormía o vagaba por su habitación con un aire distraído, murmurando y haciendo caso omiso a las preguntas de los sirvientes. Era manejable, pero muy inquietante.
No fue hasta una semana después que Erik salió de su estudio. En el mismo momento en que Philippe y Violette se dieron cuenta de que lo eran todo el uno para el otro, fue una sorpresa para ellos.
Pero bien se sabe que algunas flores nacen en el lodo.
—Philippe... ¿Por qué nunca me lo habías dicho? —cuestionó Violette con lágrimas en los ojos y una sonrisa en la boca.
—Por qué pensaba que en algún momento te irías, pensé que te cansarías de esta vida y aceptarías la oferta de matrimonio que tus padres han estado forzar desde hace tres años —Philippe tomó las manos de Violette como un tesoro. Ella negaba con la cabeza haciéndole ver la tontería tan grande que había dicho—. Entonces, serás... ¿Quiere ser mi esposa señorita Violette Dubois?
Philippe la miró con los ojos rosados llenos de lágrimas mientras apartaba uno de los rizos rubios de la cara sonrojada de Violette, ella estaba igual que él; emocionada y llena de felicidad, asintió y no pudo hacer otra cosa que abrazarle y besar sus lágrimas.
—Claro que sí Philippe Levy, claro que sí —rió ella.
Erik, escondido en el rellano de las escaleras, vio toda esa escena como quien lee una escena de un libro al cual no pertenece. Amaba a esos personajes y quería lo mejor para ellos, pero no pudo evitar sentirse miserable también, puesto que él jamás podría tener algo así cuando creciera.
Tan solo tenía trece años, y había comprendido eso, en realidad lo comprendió en el momento que supo que su amiga estaba comprometida y que cuando creciera jamás podría imaginarla con él.
Ambos solían fantasear con su vida futura como amigos inseparables, pero los adultos no tienen ese tipo de vidas, los adultos se comprometen, los adultos se casan. Así funcionaba la sociedad.
Tenía algo importante que decirles a Violette y a Philippe, pero se quedó congelado en esa esquina, ahora que sabía los planes de ellos, el suyo tomaba más forma.
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MONSTRUO
RomantizmEl reflejo de Erik Bellerose es el mundo, y el mundo le llamó monstruo. Incapaz de formar parte de la luz, un monstruo debe esconderse y actuar como tal. ¿Pero es él en realidad el monstruo en esta historia? Tal vez sí.