Capitulo 1

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Hoy es uno de esos días en los que desearía que me tragara la tierra, literalmente no tengo ganas ni de respirar.

A veces se me olvida que el hecho de estar tirado en la cama todo el bendito día no me va a liberar de mi existencia.

Observo los cristales de la ventana y lo primero que se puede percibir son gotas de lluvia reposando encima de ellos, como señal de que no hacía mucho había estado lloviendo, cosa que solo empeora mi estado de ánimo.

Hace mucho que dejaron de gustarme los días lluviosos, desde que perdí a mi única familia hace doce años en una tarde lluviosa, un día que marcó mi vida para siempre pero del cuál no me gusta tener muchos pensamientos.

Mi madre solía bromear mucho a pesar de su estado de salud, me decía que el día en que partiera de este mundo le gustaría que fuese yo quien la recibiera con las alas abiertas a la entrada del paraíso.

Nunca supe realmente si lo decía en tono de broma o no, dado a que mejor que nadie siempre supo de mi procedencia.

_Suena una alarma en el celular_

Saco el celular del bolsillo del pantalón para verificar que tal como indica la melodía de la alarma, son las 6 de la tarde, mi horario predilecto del día desde que pactamos que sería una costumbre entre nosotros.

Siempre nos juntamos en la azotea del edificio a esta hora para ponernos al tanto respecto a las actividades de cada uno y a observar cada atardecer.

Algo que me encanta de este momento es que cada día que pasa, cuando nos volvemos a ver nos provoca el mismo entusiasmo que el día en que nos conocimos, pero se me hace tarde a si que mejor dejo la nostalgia para otro momento.

Jaden detesta que alguno de nosotros llegue tarde y no estoy muy de humor para escuchar la cantaleta del pelirrojo charlatán, apodo que se ganó precisamente por nunca cerrar la puta boca, ni siquiera en los momentos más serios puede guardar su lengua en el lugar que debe ir.

Me apresuro en subir las escaleras ya que vivo en el penúltimo piso estoy bastante cerca de la azotea y ahí está, como siempre.

Sentado en el borde del edificio vistiendo su típica chaqueta de cuero marrón oscuro la cual nunca se quita, su excusa para traerla siempre encima es que combina con sus ojos café aunque creo que lo hace más para no lavarla; unos jeans de mezclilla casi negros a la altura de los tobillos, y por supuesto no podía faltar el cigarrillo acabado de encender en la mano.

- Hasta que apareces - dice torciendo los ojos en señal de aburrimiento.

- Cómo si me extrañaras tanto, sabes dónde vivo me puedes ir a tocar la puerta -

- Claro, y de paso me presentas a la preciosura de tu vecina de al frente -

- Primero que nada, está casada; segundo, es casada; y tercero, no le vas a gustar, no eres su tipo, porque... está casada -

- Hey, eso último no tienes como saberlo -

- Sí lo sé, créeme, sabes que puedo leer los pensamientos de las personas y no encajas en su tipo de hombre, búscate otra que facilidad tienes para eso -

- Podría jurar que la estás celando ¿Seguro que no te gusta? -

- ¡Que no me gusta! Es solamente eso, no entiendo porque siempre que hablamos de una chica me tiene que gustar, según tú -

- Veo que no pierden la costumbre de pelearse por cosas sin sentidos, mis queridos chapulines - menciona Cassandra posicionándose detrás de nosotros sin que nos dieramos de cuenta debido al debate que estábamos teniendo.

El Hijo del Arcángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora