I.

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El aire se llenaba de un siniestro silencio mientras Jacaerys observaba el cuerpo inerte de Aegon II Targaryen, el ahora rey caído.

Entendia que los gritos y las súplicas de la familia real resonaban aún en su mente, había ordenado que sus tíos fueran decapitados y habia obligado a Aegon observar la masacre de cabezas rodando a causa de Blackfyre.

No había ordenado la ejecución de Aegon, tenía mejores planes con él, era su premio de guerra, el recordatorio de que Jacaerys Velaryon habia ganado la Danza de dragones.

Con paso firme, se acercó al cuerpo del derrotado monarca y lo levantó con desdén.

–Aegon Targaryen, has caído ante la justicia de los Siete Reinos –proclamó Jacaerys con voz firme, sosteniendo a su enemigo como si fuera un trofeo.

Los ojos de Aegon reflejaban una mezcla de miedo y odio, pero Jacaerys no se dejó intimidar. Sabía que lo que hicera con Aegon seria el siguiente paso para asegurar el futuro de su linaje y consolidar su poder sobre Poniente.

–¿Qué tienes planeado para mí, bastardo? –escupió Aegon con desdén, intentando liberarse del agarre de Jacaerys– ¿También harás rodar mi cabeza tal cual como lo hiciste con mi familia?

– Los Hightower ya no son tu familia, están muertos, ya no existen –Dijo sonriendo con perversión– Tu destino ahora está en mis manos, Aegon –respondió Jacaerys con calma, sin ceder un ápice de su autoridad.– Pero no te preocupes, no te abandonaré a tu suerte. Tengo planes para ti.

Con esas palabras, Jacaerys ordenó a sus hombres que prepararan a Aegon para el viaje de regreso a la fortaleza roja. Y en su mente, ya había trazado un plan mucho más retorcido.

Días después, en las oscuras mazmorras de la fortaleza de Jacaerys, Aegon despertó atado y desorientado.

La presencia de Jacaerys Velaryon lo llenaba de ira y desesperación.

– ¿Qué coño es lo pretendes hacer conmigo, Jacaerys? –gruñó Aegon, luchando contra sus ataduras.

Jacaerys se acercó lentamente, con una sonrisa fría en los labios.
–He decidido que nuestro destino está entrelazado, Aegon. Y que para asegurar una descendencia digna de un Targaryen, vamos a entrelazar nuestros linajes. –Contó como quien habla del clima

Aegon se estremeció ante las palabras de Jacaerys, comprendiendo el horror de su situación.
–¡Nunca me someteré a ti, bastardo! ¡Me niego a que mi linaje se mezclé con el tuyo! –Gritó con pánico.

Pero Jacaerys simplemente negó con la cabeza, con una mirada que revelaba una determinación implacable.
–No tienes elección en este asunto, Aegon. Te casarás conmigo, y gestaras a mis herederos en tu vientre.

–¡Soy un maldito hombre, cabrón! –Gritó totalmente fuera de sí.

No, no, los Dioses se apiadaran de que el bastardo hubiera encontrado los libros de Aemond.

Como si Jacaerys hubiera leído sus pensamientos, sonrió con burla.
–Encontré todos los libros que escondía mi tío el tuerto, sé que los descendientes varones de los Hightower pueden gestar vida en sus vientres. –Informó a Aegon quien estaba tan blanco como la nieva del norte.

Aegon continuó negándose con todas sus fuerzas, lanzando insultos y maldiciones contra Jacaerys, pero su resistencia parecía ser en vano ante la determinación del bastardo.

Jacaerys, imperturbable ante los insultos de Aegon, se burlaba de su desesperación, disfrutando del control que ahora tenía sobre él.

–Después de años, Aegon, finalmente sabes que siempre cumplo mis promesas, y cumpliré la que te hice el día que me rechazaste "sí, o sí terminaras siendo mío" –dijo Jacaerys con un tono de satisfacción, saboreando cada palabra mientras veía la impotencia en los ojos de su tío.

–Tu resistencia es inútil, Aegon. Pronto aprenderás que no puedes escapar de tu destino –dijo Jacaerys con desdén, disfrutando del tormento en esos preciosos ojos violeta.

Aegon temblaba de rabia e impotencia. –¡Nunca aceptaré esta humillación! –exclamó entre dientes.

Jacaerys se acercó aún más, su mirada fría como el acero valyrio.
–Oh, pero ya la has aceptado, Aegon. Desde el momento en que gané la guerra, e hice que tu voluntad se quebrará como una rama seca al ver morir a tus hermanos –susurró.

El rostro de Aegon se retorció en una mueca de desesperación.
–¡Nunca serás mi señor, ni yo tu vasallo!

Jacaerys se rió con crueldad.
–No necesito que me llames 'señor', Aegon. Solo necesito que te arrodilles y cumplas con tu deber.

–¡Nunca! Antes muerto que sometido a un bastardo como tú –Aegon gritó de furia, sus ojos llenos de fuego.

Pero Jacaerys simplemente sonrió con satisfacción.
–Entonces prepárate para una vida de miseria, Aegon. Aunque, tarde o temprano aceptarás tu destino, como todos los demás. Después de todo, ¿qué otro destino podrías tener más allá de ser mi vasallo en cuerpo y alma? –Jacaerys se regocijaba en su poder, disfrutando cada palabra que pronunciaba mientras Aegon se retorcía en su desesperación.

Aegon, en un último intento de resistencia, escupió con desprecio hacia Jacaerys.
–¡Jamás seré una maldita yegua de carga que se dedique a tener a tus malditos bastardos! ¡Los mataré antes de que nazcan, haré que mueran en mi vientre! –Gritó con coraje.

La determinación de Aegon solo avivó el deleite de Jacaerys, quien respondió con frialdad ante las amenazas.

–Ah, qué noble de tu parte, Aegon. Pero tus palabras vacías no cambiarán nada. Tú, al igual que todos los demás, te rendirás ante la inevitabilidad de tu destino. Y si es necesario, te doblegaré hasta que te conviertas en lo que estoy destinado a poseer.

Las palabras de Jacaerys eran como un veneno que penetraba en el corazón de Aegon, alimentando su furia y desesperación.

–Nunca me tendrás, Jacaerys. Prefiero la muerte antes que someterme a ti y a tus retorcidos deseos. –Aegon se aferraba a su orgullo, negándose a ceder ante la oscuridad que se cernía sobre él.

Pero Jacaerys solo sonrió con malicia, sabiendo que tarde o temprano, Aegon caería bajo su dominio.

–Oh, Aegon, la muerte sería demasiado fácil para ti. No te preocupes, pronto aprenderás a apreciar tu nueva posición en mi lado. Y cuando eso suceda, te regocijarás en tu papel de portador de mis herederos. –Murmuró acercándose a su tío, acercó su rostro al de él, deleitándose con el miedo en el mirar de Aegon.

Observó brevemente lo rojas y sangrantes que estaban las muñecas de Aegon por tirar tanto de las ataduras que lo mantenían preso.

Sonriendo con malicia, tiro de los cortos cabellos, antes de que con sus manos se aferrara al rostro de su tío, sus labios ardientes quemándolo con su calor, su lengua explorando la boca de Aegon con una determinación arrolladora.

Aegon se sintió abrumado, trato de morder la lengua en su boca, pero antes de hacerlo Jacaerys habia metido dedos es su boca y con su mano libre estaba apretando sus mejillas.

La lucha entre los dos dragones era inevitable, pero en ese momento, era Jacaerys quien tenía el control absoluto. Con cada palabra y cada movimiento, Aegon se veía cada vez más doblegado por la voluntad de su captor. Y en las sombras de la noche, el destino de los Targaryen y de los Siete Reinos se veía irremediablemente alterado por el poder implacable de Jacaerys Targaryen, el nuevo señor de Poniente.

"El último Hightower"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora