III.

2.2K 187 1
                                    

Jacaerys, con la seguridad de quien cree estar en el pináculo del poder, llevó a cabo sus planes de boda con Aegon, sabiendo que este matrimonio aseguraría su legado y consolidaría su posición en la sociedad.

Con una sonrisa gélida en los labios, Jacaerys se dirigió a su familia para informarles sobre su decisión.

–He tomado una decisión respecto a mi futuro, una que considero vital para el bienestar de nuestra familia y el futuro de nuestra dinastía. Me casaré con Aegon –declaró Jacaerys con una determinación que no admitía objeciones.

Las reacciones de su familia no tardaron en llegar, con quejas y protestas que resonaban en la sala. Sin embargo, Jacaerys no mostró ni una pizca de vacilación ante las objeciones.

–Comprendo sus preocupaciones, pero esta es una decisión que ya está tomada. Aegon y yo estamos destinados a estar juntos, y nada ni nadie impedirá que este matrimonio se lleve a cabo –afirmó Jacaerys con una autoridad que no dejaba lugar a dudas.

Poco a poco, las quejas cedieron ante la firmeza de Jacaerys, y aunque no todos estaban de acuerdo con su decisión, al final aceptaron que no tenían más opción que acatarla.

Jacaerys observó a su familia con una mezcla de triunfo y satisfacción, sabiendo que había asegurado su posición y que su unión con Aegon sería la clave para alcanzar sus ambiciones más profundas.

°°°°

Aegon se encontraba en un estado de resignación mientras lo preparaban para su matrimonio con Jacaerys. Había sido bañado con sales de baño, peinado y vestido con ropas elegantes, todo en preparación para el momento crucial en el que sería llevado al altar.

En medio de la tensión y el silencio cargado de expectativas, una figura familiar entró en la habitación. Era Rhaenyra, sus ojos reflejaban una mezcla de compasión y dolor al ver a su hermano en esa situación.

–Aegon –dijo Rhaenyra con voz suave, acercándose para tomar sus manos entre las suyas–Jacaerys me ha pedido que sea yo quien te lleve al altar.

Aegon la miró con hastío, y alejó sus manos de ella, ella había estado permitiendo que Jacaerys lo rebajará y humillara de esta manera.

Aegon, en medio de su desprecio por Rhaenyra y su resignación ante su destino, permitió ser llevado al altar por ella en un acto de sombría resignación. Aunque cada paso hacia el altar pesaba como una losa en su corazón, sabía que no tenía otra opción que cumplir con el matrimonio impuesto por Jacaerys.

Con la mirada fija en el suelo, Aegon avanzó hacia el altar junto a Rhaenyra, sintiendo el peso del desprecio y la humillación en cada mirada que le dirigían los presentes.

Rhaenyra, por su parte, guardaba un semblante imperturbable, ocultando sus propias emociones bajo una máscara de dignidad. Aunque su corazón se desgarraba al ver a su hermano en esa situación, sabía que debía cumplir con su deber como madre con Jacaerys y llevarlo al altar como había prometido.

Cuando finalmente llegaron al altar, Aegon se encontró frente a Jacaerys, cuya sonrisa siniestra y ojos fríos lo llenaban de un temor palpable.

El matrimonio se llevó a cabo en medio de un silencio tenso y cargado de emociones reprimidas. Aegon, con el corazón lleno de amargura y desesperación, pronunció los votos que lo unían a Jacaerys en un destino del que no podía escapar.

Y así, en medio de la opresiva atmósfera del salón, Aegon selló su destino junto a su despiadado esposo, mientras el peso de su desgracia parecía aplastarlo sin piedad.

La ceremonia de la boda había terminado, y ahora Jacaerys y Aegon, oficialmente esposos, se encontraban en medio del bullicio y la pompa de la fiesta de celebración. Aegon se sentía atrapado en un remolino de emociones turbulentas, su corazón pesado por el desprecio que sentía hacia su esposo y la amargura de su destino impuesto.

Jacaerys se acercó a Aegon con una sonrisa triunfante en los labios, como si estuviera saboreando la victoria de haber asegurado su posesión sobre él.

–Al final, Aegon, has aceptado tu destino. Ahora ambos estamos unidos, y juntos reinaremos sobre nuestro destino con mano firme –declaró Jacaerys con una arrogancia que apenas podía ocultar.

Aegon, aunque lleno de resentimiento y desesperación, sabía que no había escapatoria. Había sido arrastrado hacia este matrimonio contra su voluntad, y ahora estaba atrapado en las garras de Jacaerys sin esperanza de liberación.

–Nunca aceptaré este matrimonio, Jacaerys. Por mucho que lo desees, nunca serás mi esposo de verdad –respondió Aegon con una determinación fría en su voz, aunque sabía que sus palabras caían en oídos sordos.

Mientras la fiesta continuaba a su alrededor, Aegon se sentía como un prisionero en su propia vida, atrapado en un matrimonio que representaba todo lo que más odiaba y temía. Y mientras Jacaerys se deleitaba en su triunfo, Aegon solo podía resignarse a su destino, esperando en silencio el día en que finalmente podría escapar de las garras de su despiadado esposo.

°°°°

Aegon había tenido miedo de que llegara el momento de la ropa de cama.

Sabía que Jacaerys no había aceptado la idea de que lo desvistieran para él, quería ser él quien le arrancará todo, o eso le había murmurado durante el baile en la fiesta.

Aegon había sentido lo erecto que estaba Jacaerys cuando le había susurrado aquello, su polla de Jacaerys se había sentido enorme contra su estómago.

–Que bonito te miras en silencio, sólo esperando por mi –Dijo Jacaerys ingresando a la habitación, y observando a Aegon sentado en la cama.

Aegon se sentía como una presa siendo acechada por un depredador.

Respiró hondo, podía fingir que Jacaerys no era Jacaerys, que era alguna de las putas con las que se había acostado en su momento en la calle de sea.

Jacaerys se acercó con rapidez a Aegon y lo obligó a ponerse de pie.

Tomó sus caderas y se sintió embobado por la manera en que sus manos encajaban perfectamente en la estrecha cintura de Aegon.

Jacaerys sonrió antes de sujetar la nuca de Aegon, inclinarse y besarlo. Aegon trató de empujarlo, jadeando porque estaban tan pegados que sentía la verga de Jacaerys clavarse en su estómago, jadeando por la molestia.

Una lengua se coló en su boca, enredándose con la suya, casi levantado por el brazo en su cintura para dominar su boca, reclamando cada rincón.

Aegon rasguñó sus brazos a la falta de aire, dando una bocanada cuando sus adoloridos labios fueron liberados, echando su cabeza hacia atrás, lo único que pudo separar del cuerpo de su sobrino.

Aegon frunció apenas su ceño, gimiendo esta vez por la boca de Jacaerys delineando su mandíbula, bajando a su cuello, abriéndose paso por la suave protección de él camisón simple que portaba.

Jacaerys respiro hondo.

Sus dedos viajaron por los muslos de Aegon apretado la piel hasta llegar a su coño, donde comenzó a acariciar suavemente encima de la ropa interior, viendo cómo las mejillas de Aegon empezaban a parecer dos tomates.

Jacaerys sonrió y se agacho entre las piernas de Aegon y acercó su rostro al coño de su tío una vez que vio cómo este se mojaba.

–No hagas eso...–Rogó el rubio, pero Jacaerys soltó una caliente respiración sobre el coño de Aegon, para así, acercarse más y pegar su nariz al área de su vagina, inhalando fuertemente.

Jacaerys sonrió mientras sus dedos se encargaban de bajar la ropa interior.

–Te miras tan bonito así, Aegon, desde aquí abajo –el rubio no respondió, pero de manera inconsciente movio sus caderas contra el rostro del morocho.

Después de aquello Aegon no es capaz de recordar nada más, solo recordaba las asquerosas manos de Jacaerys sobre él al despertar.

"El último Hightower"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora